Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. Razón Abierta

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y la literatura, las ciencias y la tecnología, la filosofía y la revelación divina. Esta perspectiva cristiana sobre el conocimiento del bien y el mal no se limita al conocimiento práctico (e inclinación natural) de que hay que perseguir el bien y evitar el mal (Jn 14:15). Tampoco se limita al conocimiento subjetivo. En la base de la cognición humana se encuentra la inquietud del deseo hacia la verdad, incluyendo la unión interpersonal con la fuente de la verdad. En sus Confesiones, san Agustín (401/2007) se dirige personalmente a Dios como fuente, exclamando: «Nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en ti» (I.1.2). El conocimiento moral, que se encuentra en los mandamientos y la doctrina moral de la tradición cristiana, está arraigado en el conocimiento de Dios a través de Jesucristo y en el Espíritu Santo (Juan Pablo II, 1993, §§6-27). La creencia de que Dios llama a cada persona por su nombre para una vida de fe y bondad, conlleva un gran significado moral, clínico (Frankl, 1959/2000) y empírico (VanderWeele, 2017a, 2017b). Por ejemplo, aunque la esperanza teológica está principalmente arraigada en la fe, proporciona más que información sobre la salvación. La esperanza se convierte en «performativa», haciendo que los creyentes vivan de forma diferente. La fe, vivida en la esperanza, ofrece un nuevo significado en el camino de la vida, así como una fuente de alegría y paz, incluso durante las pruebas y el sufrimiento (Benedicto XVI, 2007, §§1-2).

      CONOCIMIENTOS SENSORIALES, PERCEPTIVOS, COGNITIVOS E INTELECTUALES

      Los humanos no inventan las normas morales objetivas, ni la verdad de las cosas o el orden del universo. Los comprendemos solo en parte, y no solo debido a la razón humana. En el complejo proceso del conocimiento humano descubrimos algo de la verdad objetiva y las normas, que sirven de base para una acción razonable para conseguir leyes y costumbres más concretas (sobre el orden divino y la ley natural, véase el capítulo 17, «Creada a imagen y semejanza de Dios»). Para conseguir una comprensión más amplia de la inteligencia es necesario resistirse al estrecho racionalismo y relativismo modernos. En particular, es necesario reconocer que, frecuentemente, los enfoques laicos presuponen que las cosmovisiones religiosas y metafísicas son insignificantes para conseguir un conocimiento válido de la persona. El efecto de esta premisa laica es la negación inherente o absoluta de las cosmovisiones metafísicas no reduccionistas que sostienen numerosos profesionales de la salud mental y científicos sociales, como Bandura (1997, 2006), Beauregard (2012), Frankl (1959), Fowers (2005), Giorgi (1970) y Romanyshyn (1982), así como muchos psicólogos positivos, como Joseph y Linley (2006) y López y Snyder (2009).

      Las respuestas viables requieren un enfoque no reduccionista, que integre las fuentes de conocimiento científicas, históricas y culturales (Benedicto XVI, 2006). Esta búsqueda de un alcance más amplio de la comprensión reconoce que la inteligencia humana implica una interacción, frecuentemente no percibida, bajo un proceso de recepción y entrega de hechos, conocimientos, y comprensión o sabiduría. Como vimos anteriormente, somos unidades cuerpo-alma humanas, por lo tanto también animales racionales. Nuestra forma de conocer queda influenciada por nuestras cogniciones sensoriales e intelectuales. Existen: a) inclinaciones naturales (hacia la verdad y la belleza), b) sensaciones (la apreciación táctil de la temperatura del niño), c) percepciones de orden superior (las evaluaciones sobre lo que está peligrosamente caliente para un niño), así como d) instancias de conocimiento intelectual fundamentadas en la experiencia y la razón básicas (como tomar la temperatura del niño y llamar al médico), y, e) como los cristianos mantienen la gracia de Dios.

      El proceso de conocer no consiste simplemente en una adquisición del significado del mundo y su estructura. En realidad, el conocimiento está ligado también al amor, y al amor a personas particulares (por ejemplo, amar al niño cuando está enfermo y malhumorado o a la madre y al padre de uno incluso cuando han actuado de manera poco amable), y a la búsqueda de objetivos muy particulares (como podrían ser cosas diferentes, como disfrutar de la Sinfonía Italiana de Mendelssohn o buscar ayuda terapéutica para la depresión).

      ¿POR QUÉ DISTINGUIR CONOCIMIENTO SENSORIAL-PERCEPTIVO-COGNITIVO E INTELECTUAL?

      Para resistirnos a reducir la persona a la mente y la mente al cuerpo, necesitamos identificar de manera sólida la unidad espiritual cuerpo-alma de la persona, como fuente de conocimiento tanto sensorial-perceptivo como intelectual-lingüístico. Si los humanos fuésemos simplemente seres materiales, es decir, si cada persona no fuese una unidad cuerpo-alma espiritual, no necesitaríamos distinguir la cognición sensorial-perceptiva del conocimiento intelectual. Solo tendríamos las capacidades sensoriales-perceptivas-cognitivas a través de las cuales percibimos los colores, percibimos las cosas de color y nos repelen las cosas que son peligrosas o nos atraen las que son beneficiosas. O, si fuéramos materialistas, podríamos mantener que existe una estructura neuronal superior que explica nuestra comprensión fundamental de la verdad y la atracción por el bien, así como la relacionalidad humana y otras realidades inmateriales. Pero se ha demostrado de forma convincente que la unidad cuerpo-alma humana es la forma más útil de entender cómo experimentamos algo más que cognición y emoción sensorial-perceptiva y sus correlatos neuronales (Beauregard y O’Leary, 2008; Nagel, 2012; Vitz, 2017). A través de la observación y el juicio racional podemos identificar las primeras causas y principios (Aristóteles, ca. 350 a. C./1941a) de la dimensión intelectual (incluyendo la lingüística) y espiritual de cada persona, que nos proporcionan una explicación basada en el significado y dirigida a un propósito (teológico), más allá de lo que valoramos como personas.

      Decir que una persona es una unidad cuerpo-alma espiritual (unidad hilomórfica) es diferente a decir que una persona es una mente, o un corazón, o un alma, o un cuerpo, o un espíritu (capítulo 8, «Plenitud personal»). No obstante, se considera que las capacidades sensoriales primarias y las capacidades perceptivas de orden superior constituyen el fundamento del conocimiento sensorial-perceptivo (de abajo arriba), así como las capacidades intelectuales (incluidas las lingüísticas) y espirituales (incluida la gracia de Dios) se consideran la fuente del conocimiento intelectual (de arriba abajo).

      ¿Qué es el conocimiento sensorial-perceptivo? La cognición sensorial-perceptiva se refiere a sentir y percibir cosas particulares. Por ejemplo, a través de nuestros sentidos primarios sabemos que un objeto está en la gama de los rojos (rosa), o que el sonido nos evoca intensidad (Mozart), que el olor es picante (gorgonzola), que el sabor es amargo (chocolate) y que el objeto es áspero (papel de lija). Pero también a través de nuestras percepciones cognitivas tenemos recuerdos de una persona, imágenes de la persona en un nuevo entorno, y atracciones a lo que es útil y repulsión a lo que es peligroso para la persona (capítulo 13, «Sensorial-perceptiva-cognitiva»).

      El conocimiento sensorial-perceptivo-cognitivo se alcanza a través de los sentidos externos del tacto y las claves propioceptivas, la vista, el oído, el gusto y el olfato, que son cinco formas diferentes de recibir información sobre el mundo. También incluye las cogniciones perceptivas de orden superior —como la capacidad sintética, la imaginación, la memoria y la capacidad de evaluación— que son otras formas de recibir y procesar la información básica de la realidad (Ashley, 2013). De particular interés, la capacidad de evaluación constituye una percepción de orden superior, percibimos bajo nuestra forma personal que una persona o cosa es encantadora o insoportable, atractiva o repulsiva.

      ¿QUÉ ES LO QUE DISTINGUE A LOS CONOCIMIENTOS INTELECTUALES AUTOCONSCIENTES?

      ¿Qué es el conocimiento intelectual? En conjunto, la cognición sensorial-perceptiva humana de las cosas y las personas se complementa con el conocimiento intelectual autoconsciente (intelecto, concepción y lenguaje) que está enraizado en la realidad, así como en la experiencia y el conocimiento básicos de la vida interior de cada persona (Pinckaers, 1995, pp. 48 a 82; Vitz, 2017). La cognición intelectual implica conocer los rasgos universales de las realidades experimentadas (tales como la humanidad, o la justicia, o la belleza), que una vez aprehendidas (intelección) pueden ser conceptualizadas (palabras y principios internos) y expresadas por medio

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