Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. Razón Abierta

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conocido de forma natural y revelado de forma divina, puede influir en la acción humana. Mediante la ayuda del conocimiento natural y religioso, razonamos sobre la realidad del ser (ontología) y sobre las formas racionales de relacionarse con seres particulares (ética). Por ejemplo, a través de la revelación divina como un evento de gracia mediado por el contacto con la Palabra de Dios (Escrituras y magisterio; Vaticano II, 1965a), encontramos los modelos de los santos y una narrativa global que constituye una base para relacionarnos con las personas, no simplemente como objetos (fuentes de calor o nutrición o placer), sino como personas que manifiestan su propia dignidad, hechas a imagen de Dios (Gn 1, 2), y llamadas a una nueva vida en Dios a través de Cristo (2 Cor 5:27).

      ¿QUÉ TIPO DE VERDAD PUEDE ALCANZAR LA RAZÓN HUMANA?

      A través de la cognición intelectual, buscamos conocer la verdad sobre nosotros mismos, sobre otras personas y sobre el mundo mismo. Tomada en su totalidad, esta capacidad no solo es subjetiva y personal, sino también objetiva con respecto al conocimiento común que el intelecto capta sobre la condición humana y sobre el universo, origen y fin últimos de todo lo que existe. Según Juan Pablo II (1993), la vocación intelectual humana está ligada a dos factores: la verdad y la libertad. A través del conocimiento, la comprensión y la dedicación a la verdad, los seres humanos expresan no solo una libertad frente a la ignorancia (que siempre es solo parcial) sino también una libertad para cumplir humildemente su vocación, como buscar el amor, la bondad y la santidad; fundar familias y criar hijos; y trabajar con fines constructivos, incluida la participación en la sanación de los necesitados (capítulo 16, «Volitiva y libre»).

      Aunque la comunidad científica busca una comprensión más completa de la verdad de los hechos, en general, la revelación de la verdad de cada persona es limitada y continua. Una búsqueda de la verdad fáctica y la verdad personal es inadecuada para comprender a la persona sin la búsqueda de la fuente última del ser. El conocimiento de la naturaleza de la humanidad, la belleza de cada persona y la expansión del universo es incompleto sin el reconocimiento de su trascendente primera y última fuente (White, 2009). No obstante, el pleno conocimiento de la fuente trascendente y el fin de la vida y la verdad, que es Dios, no se puede alcanzar con la razón humana sin ayuda. Requiere una autorrevelación divina que no es un logro humano sino un don de Dios (Ex 3:14-15; Jn 14:6; 1 Cor 2:9-13). Aunque el conocimiento humano de la verdad sea limitado, existe una fuente de la verdad, Dios, que es también la fuente de la existencia, la bondad, la comunión y la belleza. La perspectiva católica ofrece su visión, humildemente, sobre cómo toda verdad participa en la única fuente de la verdad absoluta, cada una en función de su naturaleza (Juan Pablo II, 1998; MacIntyre, 1990, p. 200; Wojtyła, 1993, 2011).

      ¿PUEDE EL PENSAMIENTO CUANDO SE ACERCA A LO TRASCENDENTE SATISFACER EL ANHELO HUMANO POR LA VERDAD Y EL SIGNIFICADO?

      Juan Pablo II (1998) sostiene que cualquier filosofía verdadera que contribuya al conocimiento humano de la verdad no se cerrará a la realidad de lo trascendente (§81). No obstante, los argumentos a favor del relativismo moral, del determinismo materialista y del nihilismo, suelen basarse en retos sobre si los seres humanos pueden conocer la verdad y el significado trascendente y objetivo. Estos argumentos pueden atraer nuestra atención, especialmente cuando los expone un científico (por ejemplo, Dawkins, 2008) o un psicólogo (por ejemplo, Ellis, 1980). Pueden contener un núcleo de verdad y muchos datos científicos. Pero estos argumentos no son convincentes en última instancia para la mayoría de las personas, porque muestran una ignorancia o negligencia significativa de la naturaleza existencial, moral y espiritual del ser humano (Beauregard y O’Leary, 2008; Nagel, 2012; McGrath, 2004; Ratzinger, 2007). Frente a las interpretaciones materialistas, las personas anhelan un relato más completo de la naturaleza humana, que incluya la consideración de la realización, la responsabilidad y la libertad. Este anhelo constituye una respuesta a la insuficiencia de las interpretaciones materialistas (Nagel, 2012; Feser, 2008; Spitzer, 2010, 2015); y se expresa en amplias búsquedas metafísicas y religiosas para comprender el significado de nuestras vidas. Los datos científicos se limitan a determinados campos relativos a fenómenos observables o mensurables. De manera similar, los relatos de la experiencia subjetiva también son limitados (Kahneman, 2010). El interés de los datos científicos, de los estudios clínicos y la investigación estadística (hallazgos cuantitativos), junto con los relatos narrativos de la experiencia del cliente (informes cualitativos), no debe impedir que los humanos vean que existe más verdad que un comportamiento medido empíricamente o relatado a través de la narrativa (Bruner, 1986, 1990, 1991; Geertz, 1973; Hauerwas, 1981a, 1981b; MacIntyre, 1984, 1990, 1999). Lo que debe recuperarse es la comprensión de que la persona, como ser racional, puede ir más allá de la métrica y clasificación de fenómenos observables, pasando a un nivel más profundo de conocimiento de la realidad, que comprenda sus estructuras fundamentales (Vaticano II, 1965b, §15). En este sentido, existen profundidades de carácter interpersonal, moral y espiritual que pueden ser aprehendidas y comprendidas. Experimentamos un anticipo de significado más profundo, de verdad más plena (especialmente la verdad última), de libertad (particularmente la libertad por excelencia), así como de realización (incluso beatitud eterna), debido a que anhelamos más de lo que nuestra limitada experiencia nos ha dado. La verdad, la libertad y la realización nos motivan en este mundo. La verdad última, la libertad y la realización nos motivan en este mundo y nos dirigen hacia el siguiente.

      TIPOS DE CREENCIAS

      Como se ha mencionado anteriormente en el presente capítulo, la creencia es un tipo de conocimiento. Debe distinguirse de otros como la cognición sensorial-perceptiva y los conocimientos teóricos y prácticos. Además de esos tipos de asentimiento firme, las creencias también deben diferenciarse de la duda (es decir, de la falta de una inclinación cognoscitiva a afirmar un juicio u otro que lo contradiga), la sospecha (inclinarse a afirmar una opción pero con solo una ligera motivación) y la opinión (inclinarse a afirmar una opción pero sin dejar de temer que pueda ser errónea) (Aquino 1273/1981, II-II, 2.1; véase también, Aristóteles, ca. 350 a. C./1941c; Agustín, 401/2007; Popper, 1975; Zagzebski, 1996, 2009). En el caso de las creencias, es necesario atender no solo al objeto de conocimiento, sino también a los métodos de aproximación a los objetos de creencia particulares, así como a la autoridad de los testigos de la creencia. En esta sección ofreceremos una comprensión de la creencia, más amplia que la noción filosófica analítica contemporánea de creencia, que se define en esta escuela como la actitud que uno tiene cuando considera que algo es verdad (Schwitzgebel, 2015). Asimismo, aunque existen diferentes significados y matices del término «creencia», propondremos uno que puede aclarar un aspecto importante de este tipo de conocimiento humano multifacético.

      ¿QUÉ TIPOS DE CREENCIAS SE ENCUENTRAN EN LA PSICOTERAPIA COGNITIVA?

      Para preparar el estudio de las ideas filosóficas y teológicas sobre las creencias, en primer lugar distinguiremos entre las diversas nociones de creencia de la psicología cognitiva. Por ejemplo, dentro de la terapia cognitiva (TC), existen «creencias centrales» o esquemas cognitivos, y creencias beneficiosas frente a las disfuncionales y pensamientos automáticos que surgen de esos sistemas de creencias (Dobson, 2012, pp. 16-17, 56-57). Las creencias fundamentales están relacionadas con las convicciones sobre las características y el potencial de las personas, así como de la realidad (Young, Klosko y Weishaar, 2006). Subrayan la forma en que percibimos la realidad, nos entendemos a nosotros mismos e interpretamos a los demás. Esas personas y acontecimientos pueden interpretarse con precisión, o malinterpretarse (Dobson, 2012, pp. 64 y 65). La terapia cognitiva busca aprovechar las creencias centrales beneficiosas. Presupone que podemos modificar nuestras creencias fundamentales mediante intervenciones cognitivas. Esto puede describirse como «reestructuración cognitiva» o «cambio de esquema» (Dobson, 2012, p. 57, pp. 83 y 92; véase también Sperry y Sperry, 2012, pp. 71 y 72). Durante el tratamiento terapéutico de un cliente, tanto la terapia cognitiva como la terapia racional emotivo-conductual (TREC) evalúan la influencia de las creencias en las

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