Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. Razón Abierta

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«la cognición aportada por la creencia no calma el ansia sino que la enciende» (1265/1975, 40,5; citado en Pieper, 1997, p. 53). Así como las creencias cotidianas pueden verse afectadas por psicopatologías y pecados, en la fe teológica se pueden encontrar diferentes tipos de inquietud de la mente y del corazón. Asimismo, la inquietud y ansiedad de la psicopatología pueden producirse debido a que una persona duda de la bondad de otras personas.

      Según Juan Pablo II (2006), un tipo de duda sobre la naturaleza del don de Dios está en el corazón del pecado original. El Génesis (capítulo 3) relata cómo Adán y Eva eligieron desobedecer a Dios una vez que fueron llevados a sospechar que Dios les estaba ocultando algo. En el orden de la redención, desde una perspectiva cristiana, la verdadera paz se encuentra solo en Dios, aunque existan dudas e inquietud. El viaje hacia esa paz puede implicar un tipo constructivo de desajustes temporales, pero no la desconfianza en Dios. Esta inquietud puede utilizarse de manera constructiva, al proporcionar una vía para numerosos tipos de crecimiento y sanación, que se hacen posibles a través de la fe y de la apertura al movimiento del Espíritu Santo (véase la sección ¿Cuáles son los dones del Espíritu Santo? en el capítulo 19, «Redimida»). Los fenómenos de sufrimiento espiritual, incluyendo «las noches oscuras del alma», como las de san Juan de la Cruz (1579/2010) o santa Teresa de Calcuta (2007), muestran cómo se puede forjar una conexión más profunda con Dios, incluso bajo la incertidumbre o en la sequedad y oscuridad espiritual.

      CONTROL RACIONAL Y PÉRDIDA DE CONTROL

      Existen numerosas influencias negativas que desvían nuestros pensamientos y acciones de nuestros objetivos. Experimentamos solo un rango limitado de acciones libres y consistencias en la cognición, debido a las influencias internas y externas. Por ejemplo, nuestras emociones pueden influir en nuestros pensamientos sobre otras personas. Gottman (1999) menciona la «anulación del sentimiento negativo», que sucede cuando emociones negativas como el odio o la desconfianza filtran la interacción positiva en nuestras relaciones interpersonales. Por ejemplo, estas emociones pueden enturbiar la comunicación entre cónyuges, o entre padres e hijos. De esta manera, una persona no vería las dimensiones positivas de las palabras, hechos o intenciones, de su esposa o esposo. En casos graves, incluso los recuerdos pueden distorsionarse. También se produce una «anulación del sentimiento positivo» cuando las emociones positivas filtran las interacciones interpersonales negativas. Asimismo, los desórdenes biológicos, psicológicos o sociológicos pueden llevar a la pérdida o disminución de la capacidad racional de una persona para conseguir controlar sus emociones, cogniciones o acciones. Esta pérdida o reducción del control es también el resultado de lo que los cristianos reconocen como los efectos persistentes del pecado personal, social y original.

      ¿CUÁLES SON LOS LÍMITES Y VENTAJAS DEL AUTOCONTROL?

      Debido a la caída del ser humano, la adquisición de virtudes que nos permiten dominar nuestras acciones también requiere la ayuda de las otras capacidades. Mientras que la sabiduría práctica se completa solo a través de la acción racional, también necesita el apoyo de las virtudes de la voluntad y las virtudes de las capacidades emocionales. Por ejemplo, las virtudes de las emociones (como la templanza o el autocontrol) requieren no solo tiempo y esfuerzo para desarrollarse sino también la ayuda de la razón, así como de la voluntad, la emoción, junto con la ayuda de los demás. Aunque el crecimiento en la virtud es ayudado por la gracia de Dios (CIC 2000, §1811), el desarrollo del autocontrol suele ir acompañado de una continua lucha interior (Rom 7:15-25). No obstante, es una experiencia común percibir que los seres humanos podemos desarrollar la capacidad de ejercer pensamientos responsables y llevar a cabo actos libres. Guiados por la razón correcta (pero no sin el esfuerzo ni sin el apoyo de la voluntad y la emoción), las personas podemos controlar directa e indirectamente nuestros pensamientos y acciones. Fuentes bíblicas y clásicas (Rom 1-2; Aristóteles, ca. 350 a. C./1941c; Platón, ca. 360 a. C./1961a), así como estudios recientes (Bandura, 1997; Damasio, 2010; Kahneman, Slovic y Tversky, 1982) coinciden en que los seres humanos pueden regularse a sí mismos de esta manera, aunque el autocontrol pueda ser incompleto y no satisfaga las expectativas propias, o de los demás. Además, por otra parte, la capacidad de control de uno mismo no es necesariamente proporcional a las medidas de inteligencia. Por ejemplo, un estudio empírico sobre la «autodisciplina» en los adolescentes (Duckworth y Seligman, 2005) determinó que los niveles de autocontrol entre los estudiantes de octavo grado eran un mejor predictor del rendimiento escolar que el coeficiente intelectual. El estudio llegó a la conclusión de que los niños que no hacían ejercicio de autodisciplina lograban un desarrollo más limitado de su potencial intelectual.

      ¿CUÁLES SON LOS MEDIOS DIRECTOS DE AUTOCONTROL RACIONAL?

      Los humanos disponemos de una gran área de control, que incluye tanto la locomoción corporal como la agencia moral. Por ejemplo, podemos elegir consistentemente y justamente devolver lo que se debe a un vecino, y podemos elegir facturar a un cliente de forma razonable y honesta. Comúnmente buscamos desarrollar creencias racionales, habilidades y virtudes que nos dispongan a actuar libremente para lograr nuestros objetivos y realización. Aunque la capacidad intelectual es característica de la especie humana, sus aplicaciones razonadas son personales. Se expresa a través de las diversas vías morales posibles para cada esfuerzo constructivo, para la solución de problemas y la construcción de soluciones, así como a través de la diversidad cultural o los trastornos individuales que las acompañan. No obstante, hay veces en que reaccionamos con patrones automáticos que no exhiben opciones racionales libres, como, por ejemplo, cuando una pareja mantiene interacciones perjudiciales entre ellos de forma repetida. Un momento importante para las personas a través de la racionalidad podría ser, por ejemplo, cuando la pareja llega a percibir sus pautas de interacción negativas. Esta toma de consciencia, o percepción, puede llevar a conseguir un cambio positivo significativo, tal y como demuestran diversos modelos de psicoterapia, como la terapia centrada en la emoción, la terapia cognitiva-conductual y la terapia racional emotivo-conductual, o como en el caso de los enfoques basados en la atención plena (capítulo 16, «Volitiva y libre»).

      ¿QUÉ SON LOS MEDIOS INDIRECTOS DE AUTOCONTROL?

      Existen otros aspectos del autocontrol en los que los seres humanos solo pueden influir indirectamente (Gondreau, 2013). Solo tenemos un control racional indirecto de nuestras emociones y de las percepciones de los sentidos, así como de las evaluaciones que surgen de ellas y de la imaginación. Por ejemplo, cuando nos enfrentamos a una injusticia, podemos redirigir nuestra atención a otro objeto para calmar nuestras emociones o, en su lugar, podemos centrarnos en la injusticia para estimular nuestra ira y capacidad de tomar decisiones. Nuestras pasiones y sentimientos, así como los estados de ánimo, son movimientos internos, que interactúan e influyen en múltiples dimensiones de nuestra personalidad, siendo la razón consciente solo una de ellas. Por ejemplo, podemos ser arrastrados en diferentes direcciones por estímulos externos y por nuestros estados biológicos (véase el capítulo 14, «Emocional»).

      VIRTUDES Y VICIOS RACIONALES

      Nuestras inclinaciones naturales hacia conocer y amar constituyen un semillero no solo de nuestras virtudes intelectuales y morales, sino también de sus vicios relacionados. Al no estar especificadas en sí mismas, las inclinaciones naturales deben cultivarse a través de la experiencia, el estudio, y la práctica, para conseguir que la persona pueda desarrollar sus creencias, junto con esas fuerzas resistentes de la mente y el corazón, denominadas virtudes intelectuales y morales (Aristóteles, ca. 350 a. C./1941b; DePaul y Zagzebski, 2003; Pakaluk, 2005). El desarrollo de las virtudes puede ser identificado a través de lo que la terapia cognitiva denomina esquemas cognitivos saludables, pensamientos automáticos y conductas de adaptación, incluyendo la autoayuda (Dobson, 2012, pp. 78-83; Beck, 1979, pp. 31 a 33; Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979, pp. 12 y 13; Young, Klosko y Weishaar, 2006). La psicología positiva denomina a tales esquemas y patrones de comportamiento

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