Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. Razón Abierta

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réplicas pueden ser tan eficaces como realidades presentes, para provocar el afecto en una persona (como el deseo o la aversión) (Aquino, 1268/1994a, §669). Elementos de objetos previamente percibidos (como por ejemplo, el oro o las alas de una estatua de un ángel) pueden ser retenidos en la propia capacidad imaginativa. La capacidad imaginativa permite a las personas combinar los elementos retenidos en nuevos diseños. De esta manera, es posible construir combinaciones totalmente imaginarias (como un centauro o un caballo alado) (Aquino, 1273/1981, I, 78.4). Mientras que la función retentiva de la capacidad imaginativa es común a todas las personas y otros animales, esta función combinada constituye una capacidad humana única (Wolfson, 1935, p. 122).

      La imaginación se caracteriza adecuadamente como una capacidad perceptiva de orden superior y no como un sentido primario, ya que puede activarse cuando las realidades sensibles ya no están físicamente presentes: las imágenes mentales pueden ser recordadas por una persona después de que la sensación primaria haya cesado (como ocurre en los sueños) (Ashley, 2006, p. 205). No obstante, tal como hemos mencionado anteriormente, las sensaciones de los sentidos primarios nunca son falsas (consideradas estrictamente en orientación a propiedades sensibles específicas), aunque las síntesis de la imaginación pueden ser falsas al contrastarlas con la realidad (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 428a5-13, 428b18; véase también Aquino, 1268/1994a, §§641-647, §661; Frede, 2001, p. 163).

      Así como la imaginación difiere de los sentidos primarios, también su modo de combinar las imágenes mentales retenidas difiere de la actividad de otras capacidades humanas, como la capacidad de formar opiniones. La formación de fantasías imaginativas puede implicar una especie de juego libre de invención (Aquino, 1268/1994a, §633). Mientras que la imaginación y la capacidad cognitiva, que forman las opiniones, producen combinaciones que son verdaderas o falsas en comparación con la realidad, una opinión que alcance el estatus de creencia implica, por parte de la persona, llegar a la convicción de su verdad mediante un proceso de razonamiento. Por el contrario, la formación de combinaciones imaginativas no presupone un proceso de razonamiento. Esto es evidente debido al hecho de que los animales distintos de los humanos pueden poseer algún tipo de capacidad imaginativa básica, pero carecen tanto de la capacidad de combinar imágenes de forma original como de razonar (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 428a19-25; también Aquino, 1268/1994a, §§649-650).

      La capacidad imaginativa de la persona también puede diferenciarse de su memoria. Es útil esbozar esta diferencia, ya que la imaginación y la memoria se confunden fácilmente (Sokolowski, 2000, p. 69). El enfoque filosófico contemporáneo distingue estas dos capacidades a través de un análisis fenomenológico (es decir, mediante una consideración introspectiva de las realidades a la luz de cómo se experimentan). Este análisis yuxtapone el modo de consciencia que opera cuando una persona está enfocada hacia un objeto presente (lo que podría llamarse atención perceptiva) con el modo de consciencia presente cuando la persona está enfocada en la consciencia interior, como son los recuerdos o las fantasías (Sokolowski, 2000, pp. 71 a 75; Sokolowski, 2008, pp. 140 y 141). Asimismo, el modo de consciencia operativa cuando una persona está enfocada a los productos de su imaginación es diferente del modo de consciencia presente, cuando la persona está enfocada en sus recuerdos. La imaginación cumple la función de representar realidades para la consciencia, mientras que la memoria recuerda percepciones almacenadas, de realidades pasadas (Sokolowski, 2000, p. 67).

      Otra diferencia entre la imaginación y la memoria es el realismo asociado a las percepciones almacenadas en nuestra memoria. En personas psicológicamente sanas, la certeza suele estar ausente en cuanto a la afirmación de la realidad de los productos de su imaginación (Sokolowski, 2000, p. 71). Solo un realismo muy limitado puede aumentar la capacidad imaginativa. Así se produce cuando fantaseamos con posibles futuros, que podrían ocurrir. Si bien esas proyecciones imaginativas hacia el futuro pueden permitir a la persona tomar decisiones, el temor a posibilidades meramente imaginarias también puede provocar una ansiedad infundada (Sokolowski, 2000, pp. 73 y 74).

      Es necesario realizar una observación final sobre la relación entre la imaginación y la salud mental. Cuando una persona se encuentra sana, su intelecto regula el uso e influencia de su capacidad imaginativa. En otras palabras, el uso activo del poder de combinación de la imaginación (para producir una imagen compuesta que afecte de alguna manera a la persona) se encuentra siempre en las personas sanas subordinado a su intelecto y su volición (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 427b19; también Aquino, 1268/1994a, §633). No obstante, la capacidad imaginativa puede convertirse en una influencia predominante sobre una persona en momentos de enfermedad, sueño, enfermedad psicológica grave, o durante la aparición de fuertes pasiones como la ira (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 429a7-9; también Aquino, 1268/1994a, §670). Con respecto a este punto, sería útil observar la conexión entre la imaginación y las respuestas emocionales a los estímulos. Trataremos este tema en el próximo capítulo.

      CAPACIDAD DE EVALUACIÓN

      La capacidad de evaluación elemental, o básica, se encuentra en el nivel más alto de procesamiento sensorial-perceptivo. En este nivel superior, la capacidad de evaluación puede ejercer una influencia descendente (de arriba abajo), tanto en la imaginación como en la capacidad de síntesis. En los seres humanos, esta capacidad interactúa con su capacidad intelectual, que es aún más elevada, pero también distinta a ella (la capacidad de evaluación se denomina a veces capacidad «cognitiva»: véase Klubertanz, 1952). Las investigaciones sobre la naturaleza y funcionamiento de esta capacidad es un área actual de investigación, que se beneficiará enormemente del esfuerzo de integración de la filosofía con las ciencias psicológicas (especialmente en relación con la teoría y la terapia cognitivas) (Ashley, 2013c, pp. 290-291).

      En la mayoría de los animales superiores podemos encontrar una capacidad de evaluación similar, obtenida mediante una estimación instintiva. Considérese, por ejemplo, la atracción de un pájaro por la comida o la inclinación natural de una oveja por evitar los lobos (Aquino, 1273/1981, I, 78.4; Ashley, 2013b, pp. 171 a 173; Ashley, 2013c, p. 291). Esta capacidad, en los animales es activada a través de impresiones sensoriales individuales, que producen evaluaciones automáticas e instintivas. Estas evaluaciones surgen sin deliberación por parte del animal (Aquino, 1259/1954, 24.2; Cates, 2009, p. 114). Por ejemplo, un animal puede, por instinto, evitar un depredador dañino. A este respecto, ciertos animales también manifiestan una especie de inteligencia animal cuando llegan a juicios evaluativos correctos (Aquino, 1268/1994a, §629; Aquino, 1272/1993, §1215; Aquino, 1269/2005a, Capítulo 1, p. 184; Aquino, 1259/1954, 24.2, 25.2; para el ejemplo de la inteligencia de los delfines, véase Bearzi y Stanford, 2010; MacIntyre, 1999, pp. 21 a 28; Pryor y Norris, 1991). Esos juicios pueden, en animales superiores, implicar la evaluación de los medios más adecuados para obtener los fines deseados (por ejemplo, los delfines, cuando cazan peces para alimentarse pueden cambiar su curso de acción cuando un intento inicial resulta infructuoso) (MacIntyre, 1999, pp. 25 y 26).

      La capacidad de evaluación en los humanos es mucho más compleja. Esta capacidad es «evaluativa» en el sentido de que permite a las personas discernir y evaluar los objetos de su consciencia, por ejemplo, «este animal debe ser evitado» (hostil) o «este animal se aproxima» (amable) (Aquino, 1259/1954, 25.2; Cates, 2009, p. 120). Esta evaluación puede entrañar ciertas reacciones que se producen sobre la base de las inclinaciones naturales (por ejemplo, la inclinación natural a la autopreservación se manifiesta a través del deseo de amamantar que se encuentra en los mamíferos). Pero la capacidad de evaluación en los humanos se desarrolla a medida que transcurre el tiempo. Los niños, por ejemplo, suelen ser incapaces de evaluar de manera adecuada el beneficio o daño posible de la mayoría de los objetos que les rodean. Esto se debe a que las inclinaciones naturales de las personas son, en gran medida, indeterminadas con respecto a su realización en actividades prácticas (por ejemplo, se puede experimentar una inclinación natural a satisfacer el hambre, pero no saber con certeza si una determinada sustancia puede consumirse como alimento o no); las aplicaciones específicas de inclinaciones naturales generales son siempre posteriores a la educación (cultura) y a la

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