Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. страница 8
Las funciones de la capacidad de evaluación humana pueden clasificarse en tres categorías principales: reconocimiento, valoración y recuerdo. Con respecto al reconocimiento, la capacidad de evaluación trabaja «comparando y contrastando» formas particulares. Por ejemplo, para identificar a un individuo cuando la persona reconoce a un amigo entre una multitud de personas (Aquino, 1266/2005c, q. 13). El proceso de reconocimiento de la capacidad de evaluación también puede funcionar de manera discursiva, incluyendo una serie de operaciones mentales como el interrogatorio, la comparación y la memoria de referencia (Aquino, 1964, §1255; Aquino, 1272/1993, §1255; Peghaire, 1943, pp. 137-138). Estas operaciones permiten una especie de análisis de un objeto sensible presente y de sus propiedades. Este análisis recurre a las memorias almacenadas con el propósito de juzgar su correspondencia, igualdad, diferencia y similitud. Este proceso se produce, por ejemplo, cuando la persona compara un objeto presente, captado a través de capacidad de síntesis (consciencia), con un recuerdo. Mediante la aplicación y comparación de recuerdos con tales objetos, la persona es capaz de juzgar si el individuo actual es igual, diferente o similar al del recuerdo. Cuando se juzga que la realidad presente es la misma que la que se conserva en la memoria almacenada, se produce un acto de reconocimiento: «esta cosa o persona en particular me es conocida». La capacidad de evaluación puede entenderse, por lo tanto, como la que permite captar el carácter único de un objeto individual, como esta persona, o este juguete (Aquino, 1268/1994a, §396, §398). Existe una importante diferencia entre la capacidad de evaluación y la capacidad sintética (consciencia): la capacidad sintética integra sensaciones discretas en la experiencia unificada de la consciencia, mientras que la capacidad de evaluación recuerda el afecto (las emociones) y la cognición relacionada con los objetos presentes mediante la referencia a la memoria.
Ciertos animales superiores también son capaces de reconocer e identificar objetos y personas individuales (MacIntyre, 1999, pp. 27, 41). Pero la capacidad de evaluación es una capacidad más desarrollada en los humanos, permitiéndoles reconocer las características distintivas de otras personas. Mediante esta capacidad, la persona es capaz de comprender quién es la otra persona —que podría ser, por ejemplo, un hermano o primo— basándose en propiedades de nivel superior. Podría ser como referirse a la «socrateidad» de Sócrates (Aquino, 1266/1932, q.8 a.3). Otra utilización distintiva de la capacidad de evaluación por parte de los humanos es el reconocimiento de lo que constituye un objeto o cosa individual (por ejemplo, reconocer a Sócrates como un hombre, es decir, como humano) (Aquino, 1268/1994a, §398; Black, 2000, pp. 67-68).
Asimismo, la capacidad de evaluación de una persona no solo separa las percepciones individuales entre sí mediante un proceso de comparación (por ejemplo, percibiendo a una persona como perjudicial y a otra como útil), sino que también puede sintetizar conjuntamente las percepciones individuales (Aquino, 1259/1954, 10.5; Aquino, 1265/2001, 73.14; Peghaire, 1943, p. 137) (por ejemplo, cuando se percibe que una persona es peligrosa pero a la vez se percibe que está contenida). Se trata de una síntesis de percepciones, no de una síntesis de sensaciones (esta última se produce por medio de la consciencia, o de la capacidad de síntesis, tal y como se ha señalado anteriormente). En esta actividad sintética, la capacidad de evaluación es similar a la de la imaginación.
Con respecto a la valoración, la capacidad evaluativa, mediante una síntesis de percepciones se es capaz de formar un juicio de valor (por ejemplo, «esta herramienta será útil para mi proyecto») (Aquino, 1266/2005c, q. 13; Ashley, 2006, p. 205; Ashley, 2013b, p. 171). No obstante, mientras que las síntesis perceptivas de nivel inferior (consciencia) no están sujetas a falibilidad, el proceso evacuativo es falible, como se evidencia cuando alguien identifica erróneamente una realidad presente, o cuando una persona toma decisiones basándose en juicios falsos en relación con asuntos individuales (por ejemplo, «debo huir ya que este hombre me persigue», cuando en realidad no existe ninguna persecución). Se puede juzgar erróneamente la realidad con respecto a cualquier función de evaluación (por ejemplo, en el caso de una identidad equivocada o de personas que sufren delirios). Aunque siempre es necesario juzgar con precaución debido a que el juicio puede ser erróneo, esta observación no justifica necesariamente la adopción de una epistemología de la duda universal (Maritain, 1932/1995, p. 82).
La capacidad de evaluación dispone de su propia estructura única, en la que se basa el proceso de evaluar objetos (por ejemplo, «esta sustancia es perjudicial» o «esa herramienta me es útil»). No se deriva de los sentidos primarios ni de la capacidad de síntesis (consciencia básica) (Aquino, 1273/1981, I, 78.4, 81.2 ad 2; Allers, 1941b, pp. 212-213; Peghaire, 1943, p. 133; Gasson, 1963, p. 9). Asimismo, aunque la capacidad sintética permite diferenciar lo dulce de lo caliente, no permite valorar en qué medida un objeto percibido es útil. Tal y como podemos observar en los animales, la percepción evaluativa de la utilidad puede provenir de una reacción instintiva a un objeto de la consciencia (como cuando un pájaro reacciona a la paja y la utiliza para construir un nido). No obstante, en los seres humanos, la percepción del valor de la capacidad de evaluación puede ser el resultado de un proceso de investigación y deliberación de mayor nivel (Aquino, 1266/2005c, q. 13; Aquino, 1266/1953, a.13, p. 330).
Mediante las actividades de reconocimiento de individuos y la evaluación de estos, la capacidad de evaluación puede desencadenar una reacción afectiva posterior, como respuesta a la identificación de un individuo que se ha reconocido (Aquino, 1273/1981, I, 81.3). Por ejemplo, el reconocimiento de un cuidador puede desencadenar una simple reacción afectiva positiva (Siegel, 2012, pp. 88 a 90). En los animales se producen respuestas similares al reconocer a sus cuidadores. De una manera más compleja, una persona puede quedar agradecida por un trabajo determinado, que realiza en busca de unos ingresos previstos que le debería aportar (Ashley, 2013b, p. 178). No obstante, tal y como se ha señalado previamente, las evaluaciones de los objetos detectados también pueden surgir de la imaginación (Aquino, 1273/1981, I, 81.3 ad 2). La imaginación, por lo tanto, también puede provocar una reacción afectiva como respuesta a un objeto (ya sea una realidad presente o una fantasía).
Otra función de la capacidad de evaluación es facilitar el recuerdo de una percepción almacenada en la memoria. Este procedimiento de evaluación se suele denominar «recuerdo» o «reminiscencia» (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000a, 451a18; también Aquino, 1269/2005a, p. 184; Aquino, 1273/1981, I, 78.4; Aquino, 1266/2005c, q. 13). El recuerdo difiere de la recuperación de un recuerdo (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000a, 451a20-21, 451b8). El recuerdo consiste en un proceso discursivo mediante el cual recuperamos las cogniciones previas para conseguir un propósito (tales cogniciones pueden ser una sensación de un sentido primario o una percepción de orden superior), como cuando, ante varias opciones, recordamos el camino más seguro para volver a casa (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000a, 451b2-5; también Aquino, 1269/2005a, pp. 208 y 209).
Bajo la tradición aristotélica, la capacidad de evaluación se denomina «intelecto pasivo» (Aquino, 1265/2001, 60.1), término que no emplearemos aquí. En cambio, nos referiremos a ella como una cognición de orden superior, que tiene alguna similitud y alguna interacción con la capacidad intelectual. Ambas capacidades aprehenden objetos que solo están relacionados incidentalmente con los objetos de sensación primaria (Aquino, 1268/1994a, §396; Lisska, 2007, pp. 6-7). No obstante, la capacidad de evaluación se puede diferenciar de la capacidad intelectual, de varias maneras. En primer lugar, la capacidad de evaluación es una capacidad orgánica y neurológica, mientras que la capacidad intelectual es inmaterial (Tellkamp, 2012, p. 627; Vitz, 2017). Esta diferencia lleva a observar una diferencia en el funcionamiento: la capacidad de evaluación conoce la realidad mediante la comparación de percepciones particulares de realidades concretas, mientras que la capacidad intelectual conoce la realidad mediante la comparación de patrones universales, inteligibles, que están separados de la