Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman

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Adónde nos llevará la generación

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tanto mujeres como hombres, votaron abrumadoramente por Sanders ante la primera mujer que conseguía una candidatura importante para la presidencia. A la generación millennial le entusiasmó un hombre que se declaraba socialista y que apoyaba la matrícula gratuita para todo el estudiantado, lo cual evidencia el argumento de que las personas adultas emergentes de hoy respaldan la acción gubernamental para resolver problemas sociales. Sin embargo, eligieron al hombre de izquierdas frente a la mujer feminista, lo que puede indicar que sus políticas de género no son tan progresistas o no lo son de una forma tan destacada como lo son otros valores. Utilizando datos de encuestas a pie de urna (Edison Research National Exit Poll) de las elecciones presidenciales de 2016, Kawashima-Ginsberg (2017) muestra que la generación millennial constituyó el grupo de edad con más probabilidades de apoyar a la candidata demócrata Hillary Clinton, pero votaron por ella menos de lo que lo hicieron por Obama en cualquiera de las dos elecciones presidenciales más recientes. Aquí también identificamos una fragmentación entre la generación millennial, ya que dos tercios de todas las personas no blancas votaron por Clinton, pero solo lo hicieron la mitad de las mujeres blancas y un tercio de los hombres blancos. Los hombres blancos sin educación universitaria eran más proclives a votar por Trump; como grupo, en 2016, tenían más probabilidades de votar que nunca antes en el pasado, mientras que otros y otras millennials votaron menos que en el pasado. Una vez más, debemos mostrar cautela al suponer que toda la generación millennial está cortada por el mismo patrón.

      Winograd y Hais citan el creciente éxito educativo de las mujeres y las brechas salariales de género en la población estadounidense más joven para predecir que tanto las mujeres como los hombres de esta generación demandarán un mayor equilibrio entre la vida y el trabajo conforme vayan envejeciendo, y sin embargo, señalan la autosuficiencia de la generación millennial, que apuesta por las iniciativas individuales (así como por los programas gubernamentales) como medidas necesarias para resolver los problemas, lo que derivó en el lema «piensa globalmente, actúa localmente». Estos autores sugieren que la millennial es una «generación criada en unas tecnologías que permiten personalizar cada opción y […] no se trata de adoptar programas que ofrezcan una solución única». Desde esta perspectiva, es individualista al creer que su responsabilidad cívica consiste en aportar soluciones creativas y personalizadas a los problemas sociales, así como en trabajar con el Gobierno para lograr cambios. Son la «próxima gran generación».

      Según la socióloga Ruth Milkman, la millennial es una nueva generación política, aunque no defiende su excepcionalidad. Se basa en la teoría de la generación de Mannheim (1927) para sugerir que la millennial constituye una nueva generación política con experiencia compartida que la distingue de las anteriores. Las experiencias que esta autora sugiere que dan forma a su actividad política implican ser nativos digitales con más educación que las generaciones anteriores, pero que se enfrentan a la precariedad en el mercado laboral. La generación millennial también se ha criado en un mundo presumiblemente preocupado por la igualdad de género y racial, y aun así se topa con la discriminación. Milkman argumenta que este conjunto de experiencias ha llevado a una generación a asumir la interseccionalidad en sus movimientos sociales. En los años transcurridos desde 2008, la generación millennial ha liderado movimientos sociales relacionados con la inmigración (The Dreamers), el racismo (Black Lives Matter), la desigualdad económica (Occupy Wall Street) y la violencia sexual en los campus. De esta revisión, no podemos deducir que la mayoría de las personas de la generación millennial se involucrarán políticamente, pero sí podemos decir que, al menos, algunas tienen preocupaciones más allá de sí mismas. ¿Son estas las mismas millennials sobre las que Twenge (2014) ha escrito? La autora afirma que las personas encuestadas de la generación «yo» son las «más seguras, asertivas, tituladas y desdichadas [subtítulo del libro]» que las de cualquier generación anterior. Según Twenge, esta es una generación a la que se le dijo que podría ser lo que quisiera ser; sin embargo, creció afrontando el desempleo generalizado y la limitación de oportunidades. Se trata de una generación que se siente con derecho a disfrutar de comodidad material y a encontrar un trabajo que le dé sentido; sin embargo, no puede pagar sus préstamos estudiantiles o encontrar un lugar asequible para vivir. La autora critica el repliegue a la autoestima al que dio forma la filosofía de crianza propia de familias y escuelas, es decir, la de criar a una generación más preocupada por los sentimientos que por los logros. La autora argumenta que las familias y las escuelas se esforzaron mucho por criar a la generación millennial para que pensara lo suficientemente bien de sí misma como para que pudiera realizar grandes hazañas, pero luego creció y «después de una infancia de optimismo y altas expectativas, la realidad les golpeó como una bofetada» (p. XI). Twenge expone que esta es una generación a la que se le ha enseñado a sentirse bien consigo misma, y lo hace, ya sea cuando sus logros justifican esos sentimientos o cuando no. Esta investigadora desprende sus hallazgos de una investigación realizada durante una década que incluye más de treinta estudios basados en encuestas representativas a nivel nacional entre once millones de jóvenes estadounidenses, así como de la información cualitativa recopilada entre sus propios estudiantes de la Universidad Estatal de San Diego. La fortaleza de esta investigación es que se ofrecen comparaciones generacionales de las encuestas realizadas anualmente, en las que pueden compararse millennials con baby boomers de la misma edad. En términos generales, Twenge identifica un cambio cultural hacia el individualismo que ha dado forma a la generación millennial como tal. Admite que esto tiene algunas consecuencias positivas, como su apoyo a la igualdad y la tolerancia, pero también desventajas para la sociedad y para ella misma en caso de que la atención a sus propios sentimientos se convierta en narcisismo. Twenge entiende que la filosofía principal de la crianza de las familias de la generación millennial era la de «sé tú mismo/a». Esto ha derivado en la filosofía del vive y dejar vivir, puesto que todas las personas consideran que deberían ser fieles a sí mismas. Esta retórica es compatible con demandas de igualdad de derechos entre las minorías de género, raza o sexualidad. La generación millennial es mucho más propensa que las anteriores a apoyar diversos tipos de familias, con lo que respalda el derecho de las personas homosexuales a casarse y tener hijas/os y de las mujeres solteras a devenir madres, y acepta la convivencia como un tipo más de relación. Las relaciones interraciales ya no son inusuales o se estigmatizan, y cuando las parejas deciden casarse, se descartan por completo las reglas sobre cómo deben ser las bodas, ya que cada pareja elige su propio estilo para reflejar mejor quiénes son, con bodas de destino4 e invitaciones en línea que son tan aceptables como una boda tradicional en una iglesia con invitaciones impresas en color crema. Toda esta libertad de ser una misma no solo permite a las personas dar forma a sus propias vidas, sino también les exige que acepten las vidas que otras personas eligen.

      La libertad para centrarse en una misma también tiene un lado oscuro, o eso argumenta Twenge. Si la responsabilidad moral, y lo correcto, tiene que ver con ser fiel a una misma, ¿son las demás personas importantes? ¿Deriva esta generación en un relativismo moral en el que nadie tiene ninguna responsabilidad respecto a nadie más allá de que todas las personas tengan la responsabilidad principal de ser fieles a sí mismas? Twenge apoya este argumento sobre el narcisismo con información que muestra que la generación millennial (a quienes ella llama Gen Me, ‘generación yo’) es mucho menos propensa a seguir las reglas sociales, dado que no considera que haya una sola manera de hacer las cosas. Afirma que las consecuencias que se derivan de rechazar las reglas sociales son de largo alcance e incluyen todas las esferas, desde los malos modales, hasta hacer trampa en los exámenes o evitar el servicio militar.

      Los y las millennials simplemente no se preocupan por las demás personas tanto como lo hacen por sí mismos. Otras evidencias que respaldan esta afirmación sobre el egoísmo provienen de fuentes diversas. Para obtener una prueba directa que apuntalara el argumento que la considera la «próxima gran generación», Twenge utilizó una muestra representativa a escala nacional de estudiantado de secundaria y universidad para comparar su predisposición cívica (deseo de hacer del mundo un lugar mejor) en comparación con la generación de boomers cuando eran jóvenes. Ni un solo ítem (de 30) sobre predisposición cívica fue mayor entre la generación millennial que entre la de baby

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