Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman

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Adónde nos llevará la generación

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está llegando a la mayoría de edad en este momento histórico en el que la transición a la edad adulta resulta una experiencia larga, complicada y enormemente variada (Arnett, 2000; 2015; Furstenberg, 2010). Arnett (2000) introdujo el concepto de «adultez emergente» como etapa dentro de la teoría del desarrollo que comprendería desde el final de la adolescencia hasta la veintena. Argumentó que, en la América moderna, ha emergido una nueva etapa de desarrollo para la que no se dispone de itinerario normativo. Dos tercios de las estadounidenses no terminan la etapa educativa, ni se casan ni tienen descendencia hasta los 30 años. Arnett afirma que la única característica que identifica estos años es la inestabilidad residencial, es decir, las personas adultas emergentes se mudan mucho. Otra característica que se da en las personas jóvenes de hoy es que todavía no se consideran adultas.

      Un aspecto particularmente nuevo que ofrecen los datos presentados por Arnett (2015), y que quizá se da únicamente en Estados Unidos, es que las personas adultas emergentes de hoy definen su actual etapa de vida menos por lo que hacen que por cómo lo hacen. Arnett informa sobre diversos proyectos de investigación que él y sus colegas llevaron a cabo con jóvenes de entre 18 y 30 años, incluidas tres muestras representativas a nivel nacional y trescientas entrevistas en profundidad. A partir de esta investigación, han identificado tres metas psicológicas principales para esta nueva etapa de la adultez emergente: «aceptar la responsabilidad de una misma, tomar deci siones independientes y tratar de obtener independencia económica» (ibíd.: 15). Todo el trabajo emocional durante esta nueva etapa de desarrollo parece individualista y se centra en la exploración de la identidad en todas las esferas de la vida. Arnett (ibíd.) resumió las características distintivas de la adultez emergente y escribió acerca de probar yos diferentes y ensayar identidades y relaciones alternativas. Su lista de características distintivas de esta nueva etapa de la vida incluyó la exploración de la identidad, la inestabilidad no solo en la residencia sino también en el amor y el trabajo, el retraimiento hacia la subjetividad, el sentirse a caballo entre etapas de la vida y el optimismo respecto a la propia capacidad de construir la vida deseada. Si bien Arnett no se centra en el género, detectó pocas diferencias por sexo, raza u origen étnico. Aun así, en sus hallazgos identificó algunas diferencias entre hombres y mujeres que vale la pena señalar: los hombres y las mujeres informan de que sus vidas son más similares que diferentes, y esto incluye el momento matrimonial y la búsqueda de una pareja. Proyectan haber completado su búsqueda de identidad individual antes de comprometerse. Cuando buscan una pareja, quieren a alguien que sea su igual y tenga una visión del mundo similar.

      Tanto los hombres como las mujeres sienten la presión de casarse a los 30 años, pero en su mayoría son solo las mujeres quienes consideran que las sanciones sociales recaen sobre ellas si no lo hacen. Una diferencia muy importante entre las vidas de hombres y mujeres a esta edad, aunque Arnett no se centre en ella, es que más de la mitad de las mujeres que son madres antes de los 30 años son solteras. Claramente, los hombres son más libres que las mujeres de experimentar plenamente este periodo de la adultez emergente, centrándose principalmente en sí mismos. La transición a la maternidad interrumpe la adultez emergente, al menos si la definimos como una etapa de autoexploración, y las empuja, al menos en parte, a un rol social adulto.

      Una característica propia de esta etapa emergente de la vida es forjarse una identidad, y Arnett indica que en su investigación se detectaron algunas diferencias estadísticamente significativas al respecto entre hombres y mujeres. Las mujeres jóvenes informan haber experimentado tensiones entre las esferas del trabajo y la familia de manera anticipada. Las mujeres a veces sienten que sus posibilidades de elegir entre un amplio abanico de oportunidades profesionales son limitadas, puesto que quieren ser madres. Esto afecta a sus elecciones relativas al puesto de trabajo. Arnett (ibíd.: 176) afirma, sin hacer un análisis crítico de las presunciones de género que influyen en ello, que «para muchas mujeres en la adultez emergente, elegir una trayectoria profesional significa no solo tomar una decisión que haga clic con su identidad, sino tomar una decisión que les permita equilibrar sus identidades duales como trabajadoras y madres». En ningún lugar Arnett cuestiona por qué el empleo requiere, para las mujeres, elegir entre el trabajo remunerado y la crianza, ni por qué los hombres no han de preocuparse por la paternidad anticipada, ya que se centran en desarrollar su potencial. Aun así, tanto para hombres como para mujeres, la atención puesta en el propio desarrollo es la principal directriz en la adultez emergente.

      Quienes acceden a la universidad se ven inmersos/as en una institución considerada como «refugio seguro» (ibíd.: 166) para la exploración de la identidad, parte de la cual tiene que ver con los estudios, parte con la sexualidad. Broido (2004) concluye que el estudiantado universitario millennial es más propenso que su antecesor a identificarse como no heterosexual y está de acuerdo con Torkelson (2012) en que la adultez emergente actual incluye pugnas identitarias sobre sexualidades y géneros. Un tema aglutinador lo constituye también la búsqueda de significado y autenticidad. Con educación universitaria o sin ella, cuando buscan trabajo a tiempo completo, casi todas las personas jóvenes quieren encontrar uno que signifique algo para ellas, que refleje quiénes son realmente, aunque, por supuesto, si esto será finalmente posible o no es otra cuestión.

      Tanto la sociología como la psicología han descrito los nuevos procesos sociales propios de la transición dilatada a la edad adulta en la sociedad estadounidense. La sociología ha mostrado que el camino de la adolescencia a la edad adulta es actualmente más largo y más individualizado que en el pasado (Furstenberg et al., 2004; Fussell y Furstenberg, 2005; Furstenberg, 2010; Shanahan, 2000). Arnett y sus colegas psicólogos se centran en lo que sucede durante este prolongado proceso y han demostrado que las demandas psicológicas son en realidad tan complejas, que constituyen una nueva etapa del desarrollo humano: la adultez emergente. Las personas jóvenes millennials que conoceremos en los próximos capítulos están experimentando esta dilatada etapa de la vida comprendida entre la adolescencia y la edad adulta. ¿Cómo maneja la generación millennial la adultez emergente? Pasamos ahora a lo que algunas investigaciones previas han identificado como características propias de la generación o la cohorte de la adultez emergente actual.

      La investigación académica (Donnelly et al., 2015; Twenge et al., 2012; Eagen et al., 2013; Pew Research Center, 2014; Ely et al., 2014; Broido, 2004) muestra que la generación millennial no solo es la generación con mayor diversidad étnica y racial de Estados Unidos, sino también la más liberal. Furstenberg (2017) sugiere no aceptar generalizaciones psicológicas para esta generación tan diversa, ya que seguramente está tan dividida por raza, etnia y religión como las generaciones anteriores. Aun así, merece la pena señalar algunas tendencias. Es la generación con mayor nivel educativo y la menos religiosa hasta el momento. Para las generaciones anteriores, es imposible concebir cómo los y las jóvenes millennials tejen sus vidas en un número cada vez mayor de redes sociales en internet. A pesar del tiempo prolongado que exige la transición a la edad adulta, estas adultas emergentes son muy optimistas respecto a su futuro. Incluso, en 2010, cuando el 37 % de la generación millennial se encontraba en una situación de desempleo, afirmaban estar seguras de que eventualmente cumplirían sus objetivos económicos, y quizá lo consideren así porque sus prioridades no son tan materialistas. La prioridad más importante que mencionan las y los millennials es ser un buen padre o madre (52 %), y la siguiente, tener un matrimonio exitoso (30 %), mientras que solo el 15 % reportaron como objetivo importante tener una profesión bien remunerada. Parecen perseguir objetivos intrínsecos de bienestar personal en lugar de tener prioridades económicas, por lo menos en este momento de sus vidas.

      Cualesquiera que sean sus objetivos personales, los datos de Pew muestran que la generación millennial se lleva bien con sus mayores, a pesar de que muchas de ellas se inclinen más, políticamente, hacia la izquierda que sus mayores. Los y las millennials son menos partidarias de sostener una política de seguridad nacional agresiva y más de los programas sociales nacionales progresistas que cualquier otra generación. También son más propensas que cualquier otro grupo a identificarse como demócratas. Según la encuesta anual American Freshman de 2013,

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