Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Adónde nos llevará la generación "millennial" - Barbara J. Risman страница 19

Автор:
Серия:
Издательство:
Adónde nos llevará la generación

Скачать книгу

histórica de las mujeres respecto al cuidado y la mayor probabilidad, respecto a los hombres, de ser madres en solitario, son las reglas y organizaciones contemporáneas de los lugares de trabajo estadounidenses las que deben cambiar (Acker, 1990; Williams, 2001). La constante recurrencia, en la sociedad estadounidense, del debate sobre si las mujeres pueden «tenerlo todo» indica que estos procesos no se entienden bien y que tampoco se ha desarrollado un consenso sobre cuáles son los más importantes. Mi hipótesis para un proyecto de investigación de este tipo es que, probablemente, todos estos procesos sociales están involucrados en la segregación de género de la fuerza laboral. Mi hipótesis es que un problema complejo tiene causas complejas. El desafío empírico para las ciencias sociales consiste en determinar su peso relativo, en este momento, en cualquier circunstancia.

      Puede que nunca encontremos una explicación teórica universal para el comportamiento de género, porque la búsqueda de leyes sociales universales (o el quid de la cuestión) es una ilusión que se desvanece en el empirismo del siglo XX. Sin embargo, en un momento concreto y en un entorno determinado, los procesos causales deben ser identificables empíricamente. La complejidad de la explicación va más allá de un contexto, incluso si se trata de un momento concreto, ya que los procesos causales particulares que limitan a los hombres y las mujeres a realizar tareas de género pueden ser fuertes en un entorno institucional (por ejemplo, en el hogar) y débiles en otro (por ejemplo, en el trabajo). Las fuerzas que crean el tradicionalismo de género para hombres y mujeres pueden variar tanto en el espacio como en el tiempo. La conceptualización del género como estructura social contribuye a una versión más específica del contexto de las ciencias sociales. Podemos aplicar este modelo para empezar a organizar la reflexión sobre los procesos causales que tienen más probabilidades de ser efectivos en cada dimensión para cualquier pregunta en particular, así que una de las contribuciones que se proponen aquí es un método para organizar la investigación empírica y sus resultados.

      Una segunda contribución de este enfoque es que supera la versión de la guerra en la ciencia típica de la Edad Moderna, en la que las teorías se enfrentan entre sí y hay una ganadora y una perdedora en cada contienda. En el pasado se ha dedicado mucha energía (incluyendo mi primer trabajo: Risman, 1987) a probar qué teoría explicaba mejor la desigualdad de género y descartaba toda posibilidad alternativa. Browne e England (1997) demuestran que el debate que enfrenta las explicaciones individualistas sobre el género contra las estructuralistas es ilusorio porque todas las teorías de la desigualdad de género incorporan supuestos tanto sobre la internalización como sobre la restricción externa. Así, mientras que la tradición de los enfrentamientos constituye tal vez una técnica efectiva para conseguir carreras académicas exitosas, al salir victoriosa la trayectoria del investigador «A» al tiempo que se derrota la teoría del investigador «B», como modelo para explicar los fenómenos sociales complejos, deja mucho que desear. La construcción de teorías que depende de los crímenes teóricos presupone una cierta moderación, pero este complicado mundo nuestro no necesariamente se describe mejor con explicaciones simplistas monocausales. Mientras que la moderación y las pruebas teóricas eran un modelo para la ciencia del siglo XX, la ciencia del siglo XXI debería intentar articular teorías complejas e integradoras (Collins, 1998). La conceptualización del género como estructura social es mi contribución a hacer más compleja, pero ojalá también más rica, la teoría social sobre el género.

      Un tercer beneficio de este modelo estructural multidimensional es que nos permite investigar seriamente la dirección y la fuerza de las relaciones causales entre los fenómenos de género en cada dimensión dadas unas circunstancias históricas particulares. Podemos tratar de identificar el lugar donde ocurre el cambio y a qué nivel de análisis la capacidad de las mujeres, los hombres y aquellos que se encuentran entre esos géneros binarios parecen ser capaces, en este momento histórico, de rechazar de manera efectiva las rutinas de género del habitus. Por ejemplo, podemos investigar empíricamente la relación entre los géneros y el género, y hacerlo descartando argumentos simplistas unidireccionales sobre la desigualdad que la sitúan en las identidades o en la ideología cultural. Es probable –de hecho, es muy posible– que la socialización en la feminidad ayude a explicar por qué hacemos género, pero seguramente y con el paso del tiempo, cuando hagamos género para satisfacer las expectativas de las demás personas estaremos contribuyendo a construir nuestro propio género. Por otra parte, las instituciones generizadas dependen de nuestra disposición a hacer género, por tanto, si nos rebelamos, podemos cambiar las instituciones. He combinado el lenguaje de las dimensiones con el de los niveles porque cuando pensamos en el género como una estructura social, debemos alejarnos de privilegiar cualquier dimensión en particular sobre otra. Cómo se produce el cambio social constituye una cuestión empírica, no un supuesto teórico a priori. Puede ser que los individuos que luchan por cambiar sus identidades, como en los grupos feministas de concienciación de la segunda ola o la nueva tendencia a crear círculos Lean In alentada por Sandberg (2013), atraigan finalmente a nuevos yos a la interacción social y ayuden a moldear nuevas expectativas culturales. Por ejemplo, a medida que las mujeres llegan a verse a sí mismas (o se socializan para verse a sí mismas) como actores sexuales, las expectativas respecto a que los hombres se esfuercen para proporcionar orgasmos a sus parejas sexuales femeninas se han convertido en parte de la norma cultural. Sin embargo, probablemente esta no es la única manera, ni quizá la más efectiva, de que se produzca un cambio social. Cuando las activistas de los movimientos sociales califican de desigualdad lo que hasta ahora se había considerado normal (por ejemplo, la segregación de las mujeres en empleos mal remunerados), pueden generar cambios en las organizaciones como, por ejemplo, en la escala profesional entre los empleos cuasiadministrativos de las mujeres y la gestión real que estas hacen, con lo que abren oportunidades que, de otro modo, no se habrían dado, lo que ha propiciado el cambio de la dimensión institucional. Las niñas que han crecido en el siglo XXI con el lema del «poder de las niñas», y que son conscientes de las oportunidades que ofrecen estos puestos de trabajo, pueden tener un sentido alterado de sus posibilidades reales y, por lo tanto, de sí mismas.

      En lugar de limitarnos a documentar la desigualdad, también debemos estudiar el cambio y la igualdad emergente cuando se producen. Quizá la característica más importante de este esquema conceptual es su dinamismo. Ninguna dimensión determina la otra. El cambio es fluido y repercute dinámicamente en toda la estructura. Los cambios en las identidades individuales y la responsabilidad moral pueden cambiar las expectativas de interacción, pero también es posible lo contrario. Cambiar las expectativas culturales y las identidades individuales supone procesos diferentes. Los cambios institucionales deben ser el resultado de la acción individual o grupal; sin embargo, dicho cambio es difícil, ya que las instituciones existen a través del tiempo y el espacio. Una vez que se producen los cambios institucionales, repercuten en las expectativas culturales y quizás incluso en las identidades. Y el ciclo de cambio continúa. No es posible hacer predicciones mecanicistas porque los seres humanos a veces rechazan la propia estructura y, al hacerlo, la cambian. Se puede perder mucho tiempo y energía tratando de demostrar qué dimensión es más determinante para la desigualdad o el cambio social. Mi objetivo al escribir sobre el género en tanto que estructura social es identificar cuándo el comportamiento es un hábito (la adopción de normas culturales de géne ro aceptadas) y cuándo hacemos género conscientemente, con intención, rebelión o incluso con ironía. ¿Cuándo hacemos género y al mismo tiempo reproducimos la desigualdad sin intención? ¿Y qué sucede con las dinámicas interactivas y las instituciones dominadas por los hombres cuando nos rebelamos? Si los jóvenes se niegan a hacer el género tal como lo conocemos ahora, ¿pueden rechazar el binarismo o simplemente están haciendo género de manera diferente, forjando masculinidades y feminidades alternativas? Termino este capítulo con un resumen de lo que sabemos acerca de la estructura de género que hereda la generación millennial, con la que nos encontraremos en los próximos capítulos.

      ¿Cómo perciben la estructura de género de Estados Unidos los y las jóvenes que llegan a la mayoría de edad en este momento y aquí, en la América cosmopolita? Evidentemente, hay mucha diversidad entre clases sociales, razas y etnias, pero se pueden

Скачать книгу