Jesús Martínez Guerricabeitia: coleccionista y mecenas. AAVV

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ingresa en la Sociedad de Trabajadores del Campo La Fraternal, perteneciente a la Federación Agrícola de Sociedades Obreras de la Región Valenciana, recién introducida en el campo valenciano. Su formación, absolutamente autodidacta, le hace destacar lo suficiente para ser nombrado secretario de La Fraternal, ya hacia 1915 o 1916, y asistir como delegado al congreso federal de la organización celebrado en Benaguacil.9

      La Federación valenciana se había integrado ya en 1914 en la Nacional de Obreros Agricultores de España (FNOAE), a cuyo V Congreso (Zaragoza, 1917) acudiría también José Martínez, justo en los años más duros de la lucha obrera y de la huelga revolucionaria de ese mismo año, fuertemente reprimida por el ejército.10 Su actividad sindical, por tanto, es manifiesta desde su primera juventud, y lo confirma un certificado expedido a finales de 1936 por el Sindicato Único de Oficios Varios de Requena (CNT-AIT en el que su secretario expresa que «José Martínez, padre del niño Amor, que desea continuar sus estudios en esta localidad en su Instituto de Segunda Enseñanza, es afecto al régimen y pertenece a esta Organización desde el año 1913».11

      De hecho, en los inicios del asociacionismo obrero las agrupaciones de carácter local se constituían como entidades autónomas con diverso marco legal (fueran sociedades de socorro o cooperativas obreras), si bien se adscribían a la órbita de sindicatos oficiales como la UGT o la CNT. Sin duda, pues, José Martínez se consideraba integrado en el sindicato cenetista desde 1913, aunque en declaraciones posteriores confesara su militancia efectiva desde 1915.12 La Fraternal, en todo caso, era uno de aquellos primeros círculos libertarios en los que las familias obreras encontraron un ámbito no solo de militancia ideológica, sino de formación cultural mediante conferencias o, incluso, representaciones teatrales. José Martínez recuerda que, tras entrar en la agrupación, comenzó a leer con fruición cuantos folletos y libros caían en sus manos, especialmente el semanario Tierra y Libertad. Su decidido esfuerzo autodidacta lo empleará luego dando clases de lectura y escritura a sus propios compañeros en el salón de actos de la sede (situada en la calle Valencia de Villar, junto a la casa que después ocuparía la Cooperativa Agrícola). En ella, incluso, se habilitó un modesto teatro donde el matrimonio Martínez Guerricabeitia pudo ver representadas algunas obras de José Fola Igúrbide, dramaturgo de profundas convicciones obreras, como El Cristo moderno o La Fábrica, pero también sainetes cómicos de Pedro Muñoz Seca, como Contrabando, y Sels de novensa, de Josep Peris Celda. Un repertorio en el que no faltó la emblemática obra de protesta social del anarquizante y anticlerical Joaquín Dicenta, Juan José.13 La cualidad humana y la extraordinaria ambición de conocimientos de José Martínez García, a partir de un apasionado sentido autodidacta, habrían de constituir un referente esencial en la vida de sus dos hijos, que heredaron su curiosidad intelectual, su rectitud moral y algo también de su carácter enérgico.14

      Un talante, a su vez, heredado quizá por José Martínez García de su padre (Higinio Martínez Martínez, nacido también en Villar del Arzobispo en 1854), un humilde campesino de filiación carlista que chocó más de una vez con el ideario de su hijo, al que tildaba de revolucionario.15 Su madre, Juliana García López, también villarenca y nacida en 1857, tuvo doce hijos y se ganó fama como reconocida ama de cría.

      La madre de Jesús Martínez, Josefa Guerricabeitia –dos años más joven que su marido y que participó abiertamente de sus ideales libertarios–, les legó asimismo un temple decidido. Era hija del vasco Tomás Guerricabeitia Clemente, experto en canteras y agrimensor, que fue lo suficientemente cultivado como para llegar a actuar de notario en la localidad.16 Jesús Martínez recuerda una reunión política celebrada en el ahora desaparecido Teatro Romea de Requena en la que, en el fragor del debate y ante las críticas contra los anarquistas, su madre no dudó en amenazar con echar mano de una pistola del calibre 6,35 que su marido le había dejado.17 En el certificado de nacimiento de 1934 antes citado y en el resto de los documentos escolares conservados, el apellido materno se transcribe como Guerricabeytia, y así firma él mismo en ellos hasta 1937.18 A partir de entonces, bien por simplificar o desaristocratizarlo, lo escribirá siempre con i latina.

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      Amor Martínez y su hermano José. Requena, ca. 1925.

      Sin embargo, el largo arraigo en Villar del Arzobispo iba a interrumpirse en 1925, cuando la familia se instala en Requena, ciudad situada a unos 54 kilómetros al suroeste, más extensa y poblada que Villar: en esa fecha vivían en el núcleo urbano más de 8.000 habitantes, casi el doble que en Villar, sin contar los 11.000 de las aldeas y los caseríos del término municipal. Las ra-zones, en principio, fueron estrictamente laborales. José Martínez García, hasta entonces un simple asalariado del empresario José M.ª Carpintero Alpuente (1887-1936), dueño de una fábrica en Manises dedicada a la fabricación de pastas para la industria cerámica con el caolín y la creta extraídos de sus minas de Higueruelas (lindantes con Villar) y Requena, aceptó su propuesta de trasladarse a explotar estas últimas, estableciéndose por cuenta propia como capataz de una cuadrilla, aunque suministrándole en exclusiva la materia prima para su negocio. A la probada capacidad y experiencia de José en las prospecciones de las minas de Villar, se uniría probablemente la afinidad ideológica con su jefe, pues Carpintero era de talante progresista, de hecho, se afilió a Izquierda Republicana y fue alcalde de Manises entre 1931 y 1936. El animoso militante anarcosindicalista, por entonces de unos treinta años, no duda así en instalarse por cuenta propia, explotando las minas de Suárez y la Serratilla de Requena y el lavadero de caolín en Higueruelas que el empresario poseía.19 Dejando atrás la dependencia de un magro sueldo fijo, José Martínez García acabaría convirtiéndose en el encargado, administrador y hombre de confianza del patrón. Con el aumento de los ingresos, la familia iba a gozar de cierta holgura y se pudo permitir alquilar la planta baja y un piso en el número 13 de la calle del Carmen, en el barrio del Arrabal de Requena. Una vez asentados, la incipiente mejoría económica los anima a abrir en el bajo una tienda de cerámica y alfarería (actividad claramente facilitada por la relación del cabeza de familia con las fábricas de Manises). El pequeño negocio (rotulado, según testimonia el sello de caucho conservado: «CRISTAL, LOZA Y PORCELANA / MAYÓLICAS Y ALFARERÍA / JOSÉ MARTÍNEZ / CALLE CARMEN. REQUENA») y el aumento de las ganancias del padre sitúan a la familia en una relativa comodidad. Esto, unido al hecho de que el traslado se produce apenas año y medio después del golpe militar que trajo consigo la dictadura de Primo de Rivera –y su implacable persecuciÓn de la CNT, condenada a la clandestinidad–, puede explicar el momentáneo alejamiento de José Martínez de una militancia sindical activa y el consiguiente repliegue en el ámbito familiar, lo que puede considerarse simbólicamente el precedente de la contradicción que marcaría también la vida de su hijo Jesús, sujeta siempre al vaivén entre sus convicciones ideológicas y el pragmatismo en pro de la prosperidad material, al constante dilema entre el altruismo y el interés.

      La proclamación de la República en 1931 supuso la reincorporación del padre de José y Amor a la actividad sindical en Requena, donde se afilia oficialmente a la CNT>, aunque sin el protagonismo de antaño. Así lo reconoce él mismo en unas notas autobiográficas:

      Requena empezó a despertar y a sacudirse la inercia en que estaba sumida, debido a que se organizaron algunos mítines, en los que intervendrán algunos oradores de la CNT fundándose a continuación el Sindicato en el cual ingresé en sus primeros momentos, pero sin desempeñar cargos, que no quise aceptarlos, pero sí tuve que intervenir en algunos conflictos planteados formando parte de la comisiones designadas a tal efecto.20

      Y se confirma por uno de los testigos del proceso penal que sufrió tras la guerra, en cuyo sumario Félix Saturnino Sánchez Solano declara que, además de extremista de izquierda, era «el fundador del Sindicato Único, ya de mucho antes de iniciado el Movimiento».21 En enero de 1932, José Martínez García será designado delegado por la comarcal de Requena y Utiel en el congreso regional de Murcia,

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