Jesús Martínez Guerricabeitia: coleccionista y mecenas. AAVV
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Amor Martínez a los siete años de edad. Requena, 18 de febrero de 1930.
Precisamente, casi enfrente de su domicilio, se encontraba la iglesia del Carmen, fundada en el siglo XII, cuya parte conventual, exclaustrada en 1836 por la desamortización de Mendizábal, se destinó a Instituto de Segunda Enseñanza en el curso 1928-29.30 Propiedad del Ayuntamiento, alcanzó la categoría de nacional en 1935, gracias a la mediación del subsecretario de Instrucción Pública Mariano Cuber; razón por la cual se le dedicó la antigua calle del Carmen. Jesús estrena el nuevo plan de estudios que el gobierno de la República había aprobado el 29 de agosto de 1934. Un bachillerato unitario –sin distinción de ciencias y letras– dividido en los ciclos de elemental para los tres primeros cursos y superior o universitario para los otros cuatro; y, por supuesto, ajustado al laicismo del régimen republicano. El centro ofertó, además, numerosas actividades extraescolares, con clases de música y conferencias semanales sobre temas como la paz y la justicia social. Jesús Martínez mostraría enseguida una aplicación en los estudios que atribuyó siempre al ejemplo paterno. En todas las asignaturas de los cuatro primeros cursos obtuvo la calificación conjunta de sobresaliente y matrícula de honor.31 Cuando comienza el 4.º curso de bachillerato ya ha estallado la Guerra Civil. Sin embargo, la situación bélica no impidió la normalidad académica y el Instituto, incluso, cedió un espacio para la creación de una biblioteca pública. En el último año de la guerra (curso 1938-39), según aduce Margarita Ibáñez Tarín, tal normalidad apenas pudo persistir; no solo por la amenaza de los bombardeos (que obligó a la Dirección a pedir la construcción de un refugio), sino por la dificultad para cubrir las suficientes plazas de profesorado para atender a los 207 alumnos matriculados.32 Sea por esta causa o por otra, en el expediente escolar que se conserva de Amor Martínez no figuran ya datos correspondientes a dicho curso. En consecuencia, hemos de suponer concluida su etapa escolar de educación coincidiendo con aquellas dramáticas circunstancias.
Sin embargo, los hermanos Martínez Guerricabeitia contaron con un espacio de formación añadido a la instrucción paterna y al propio instituto. José era un estudiante mucho más irregular que Jesús, pero su habilidad con el dibujo pudo ser la causa de que su padre llevara a los dos a las clases nocturnas de la Escuela de Artes e Industrias de Requena. Fundada en 1910, su condición gratuita y el que tan solo exigiera unos conocimientos básicos y contar con una edad de 12 años facilitarían que el minero libertario, deseoso siempre de una enseñanza integral para sus hijos, los inscribiera. Contaba, además, con la amistad de su director, Fernando Morencos Maestre (1880-1950), un hombre ilustrado y progresista que regía una institución donde los hermanos pudieron aprender dibujo artístico y lineal, copiando de láminas o del natural. José parece que aprendió asimismo a pintar –afición que practicará esporádicamente en la posguerra– y su estancia en ella (posiblemente más larga que la de Jesús, pues lo más probable es que la comenzase durante su segundo curso de bachillerato) terminaría también con la guerra.
Así pues, en 1938 o ya el 28 de marzo 1939 (cuando el Instituto de Requena, tras funcionar bajo mínimos por la movilización de parte del profesorado, cierra sus puertas) se trunca abruptamente la trayectoria de un alumno brillante como Jesús Martínez. De su madurez dan cuenta algunos documentos del expediente escolar, como una impagable redacción sobre la «Descripción física de Inglaterra. Estudio de sus cordilleras, ríos, accidentes costeros, producciones, industria y comercio», escrita a pluma con excelente caligrafía y con un nivel de redacción que ya quisieran algunos universitarios actuales, con numerosas citas e informaciones precisas. Inglaterra, por cierto, fue un país por el que mostró gran admiración en su juventud. Era su «Ejercicio de Oposición a Matrícula de Honor. 2.º curso», firmado el 1 de junio de 1936. En una foto escolar del año anterior podemos contemplarlo sentado a la izquierda de la primera fila, serio y mirando fijamente a la cámara, portando un atuendo que revela a un niño de familia modesta, que, a diferencia de sus compañeros mejor abrigados, viste un sencillo jersey jaspeado con cremallera y calza unas zapatillas de loneta blanca. Su ropa y su diáfana mirada, entre tímida y contenida, sugieren aquel titánico esfuerzo de superación que plasmó en el único espacio que la memoria familiar le abrió para ser alguien en el mundo. Un espacio cerrado súbitamente por el devenir de una contienda bélica que haría añicos sus sueños. Aupado en el anhelante magisterio de su padre, también le marcaría el de algunos profesores del Instituto. Por ejemplo, Camilo Chousa, profesor de Lengua y Literatura y, casualmente, vecino del n.º 20 de la misma calle del Carmen donde habitaba la familia Martínez Guerricabeitia. Doctor en Filosofía y Letras y licenciado en Pedagogía –estudios que amplió en Ginebra y París–, fue pensionado en varias ocasiones por la Junta de Ampliación de Estudios al objeto de estudiar la organización de la enseñanza en Francia, Bélgica y Suiza. Ferviente admirador de Giner de los Ríos y de la Institución Libre de Enseñanza, de ideología liberal y republicana –había sido director del Instituto y alcalde de Antequera en 1932 por el partido Radical de Alejandro Lerroux–, fundaría en 1935 la Unión Republicana de Requena, donde intentó introducir la Liga de los Derechos del Hombre, una asociación vinculada a la masonería a la que perteneció. Paradójicamente, fue depurado doblemente: primero durante la República, en 1936, sancionado con la jubilación forzosa, y después por los que se alzaron contra ella, ante su manifiesta militancia republicana. La relación de vecindad con la familia llegó a la abierta amistad. No en vano les dejó unas cajas de libros y otros enseres cuando abandonó Requena tras ser depurado en 1936. El desgraciado hallazgo de estos objetos (requisados al ser detenidos José Martínez García y sus dos hijos) fue una prueba más para su condena a 12 años de prisión por el Tribunal de la Represión de la Masonería y el Comunismo de Valencia.33
Foto escolar del curso de Amor Martínez (sentado en el extremo izquierdo). Instituto de Segunda Enseñanza de Requena, 1935.
Jesús Martínez Guerricabeitia nunca llegó a terminar su quinto curso de bachillerato. Ni siquiera después de la guerra, aunque pensara hacerlo.34 El camino que con tanto sacrificio y entusiasmo había querido abrir a sus hijos un obrero hecho a sí mismo y forjado en los ideales de la cultura libertaria se cerraba oscuramente. Ni la querencia por la sociología de José, ni la vocación por la filología de Jesús, para quienes trazaba un porvenir incluso de futura docencia universitaria, pudieron materializarse. La vida había doblado una esquina, abocándose a una trágica incertidumbre. Años después, cuando Jesús escriba a sus padres desde la lejana Barranquilla, reflexionará estoicamente sobre tal frustración: «Seguramente con otro ambiente o en un terreno más propicio hubiera podido ser otra cosa, pues veo mi mente capaz de llegar a cualquier altura [...]. Pero qué vamos a hacer. Somos gente de una encrucijada y sufrimos las consecuencias de la misma».35
El drama de la Guerra Civil y sus consecuencias
El levantamiento militar de julio de 1936 contra la República supuso un cambio radical en Requena. Como en otros lugares, el desplome del estado republicano y el sentido revolucionario que adquirió la resistencia contra la sublevación llevaron a la creación de un Comité Ejecutivo Popular a finales de julio o principios de agosto. Se trataba de