Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
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Es la última rosa del verano
florecida en soledad;
todas sus hermosas compañeras
están marchitas e idas;
ninguna flor pariente suya,
ningún capullo cercano
que refleje sus sonrojos,
o suspire con sus suspiros[1].
El sentimiento es fuerte, y el dolor, palpable. Emmet es una flor. La expresión estética de la historia puede ser un problema. El símbolo, la rosa, no nos conduce a los principios por los que él murió. El efecto poético está alimentado por el silencio o el aislamiento. Contemplando el poema, la muerte de Despard y Emmet en 1803, y la aparición de la rosa en el camino de sirga en 2000, no pude sino sonrojarme, suspirar, y volver a mi búsqueda, que había dejado ya de estar fusionada con la rosa del sendero.
Aunque no pertenecía a la Sociedad de los Irlandeses Unidos, Moore se convirtió en un poeta romántico nacional que tradujo al inglés las canciones irlandesas del Festival de Arpa de Belfast celebrado de 1793, en el proceso de convertir lo que era de espíritu indígena y salvaje en elegancia literaria urbana. En referencia a Emmet, escribió directamente lo siguiente:
¡Oh! No susurréis su nombre, dejadlo dormir a la sombra,
donde frías y sin honores yacen sus reliquias:
tristes, silentes y oscuras serán las lágrimas que derramemos,
como el rocío nocturno caído en la hierba que cubre su cabeza[2].
El silencio persiste. En palabras memorizadas por el joven Abraham Lincoln, comprensivas con las cuitas de los irlandeses, y conmemoradas por W. B. Yeats y en los corazones de los irlandeses, Robert Emmet habló a la conclusión de su juicio, por encima de las interrupciones intimidatorias del juez:
Me dirijo ahora a mi tumba fría y silenciosa, la lámpara de mi vida está casi extinta, mi carrera ha terminado, la tumba se abre para recibirme y yo me hundo en su seno. En mi partida, solo tengo una cosa que pedirle al mundo. Es la caridad de su silencio, que ningún hombre escriba mi epitafio, porque ningún hombre que conozca mis motivos se atreverá a reivindicarlos, no sea que el prejuicio o la ignorancia los pongan en entredicho, dejadnos a ellos y a mí reposar en la oscuridad y en paz y que mi tumba permanezca sin inscripciones, hasta que otros tiempos y otros hombres puedan hacerle justicia a mi carácter; cuando mi país ocupe su lugar entre las naciones de la Tierra, entonces, solo entonces, podrá escribirse mi epitafio[3].
Hay dos tipos de silencio. El silencio real que cayó sobre Catherine y los cientos de personas que perecieron con Emmet en Dublín, y los siete que perecieron con Despard en Londres. Es el silencio, la tumba sin inscripciones, los restos desconocidos que Catherine comparte con Robert Emmet. Y existe otro tipo de silencio, el silencio astuto de Emmet, que canta con elocuencia a través del abismo del tiempo.
Cloncurry se estableció en Lyons. Se convirtió en terrateniente reformador, magistrado y consejero del Gran Canal, cuyo consejo directivo presidió tres veces. Era un terrateniente paternalista que desplegaba hospitalidad. Nunca dejó de drenar, construir, plantar y cultivar la heredad.
Newcastle era un distrito atribulado. Las franjas de cultivo de la agricultura medieval fueron agrupadas y los campos cercados por la Ley de Cercamientos de 1818, comenzando así «el reinado del buey». Todavía hoy, varios terrenos siguen calificados como «comunales» en el mapa del servicio de cartografía. Escribiendo sus memorias en 1848, el año más devastador de enfermedad y hambre en la historia de Irlanda, Cloncurry no podía recordar con triunfalismo los principios revolucionarios de 1798.
Las esclusas de los canales eran puntos conflictivos, en los que las tensiones podían inflamarse con facilidad por, pongamos, unas vacas pastando en el camino de sirga o un árbol talado para la fiesta de los Mayos. Los vigilantes de las esclusas iban armados. La esclusa doble número 13 del canal en Lyons era uno de esos puntos de ignición. El canal era objeto de ataques nocturnos por parte de los campesinos, que temían la exportación de sus alimentos a Dublín[4]. Con él se asociaban los precios elevados, la escasez, y en último término el hambre. En 1812 sufrió fisuras maliciosas. En 1814, un «tipo que se llamaba a sí mismo Capitán Sinmiedo o Instigador» hundió varios barcos de harina[5]. El mapa del servicio de cartografía de 1838 muestra que allí se había construido un molino (del que se conservan vestigios), y en el mapa hay anotada una comisaría de policía.
En 1803, año de la muerte de Despard, Lyons House fue invadida y saqueada. Uno de los arrendatarios dirigió una gran fuerza militar para registrar la casa en busca de armas escondidas o para capturar a los heridos en la insurrección de Emmet que había tenido lugar en julio. «La casa estaba, en aquel momento, en manos de los jornaleros, y tenía todas las habitaciones abiertas excepto la biblioteca, que él forzó, y robó una cantidad de documentos, tres o cuatro escopetas de caza, alguna armadura antigua, y una tetera de plata.» Años después, Cloncurry minimizó la violencia, diciendo que había sido «perpetrada por un pequeño propietario que buscaba el favor de Castle…». Felix Rourke, uno de los lugartenientes de Emmet, fue ahorcado en Rathcoole, su lugar de nacimiento, el 12 de septiembre de 1803[6].
Lyons linda con la heredad de Newcastle, que limita con Rathcoole al sur. Desde allí cabalgó el 19 de febrero de 1804, casi en el aniversario de la ejecución de Despard, el capitán Clinch con dos soldados para atacar la casa de Darby Doyle, en Athgoe, la colina adyacente a Lyons, y detener a sus hijos y a un marinero que trabajaba en la casa. Liderando la caballería local con una compañía a pie, Clinch detuvo a todos excepto al propio Doyle, que escapó corriendo desnudo a Lyons, escaló el muro, y pasó la noche en la nieve descalzo y sin medias. La noche siguiente se refugió en casa de un amigo. Son personas como él, fugitivos, quienes más tarde se unirán a los insurgentes en los montes Wicklow a las órdenes de Michael Dwyer, tras la rebelión de 1798[7]. En cuanto a Clinch, años después fue llevado ante Cloncurry, que ejercía de magistrado, en una disputa salarial por no pagar los salarios del segador.
Una aldea fue quemada aquí un siglo y medio antes, durante las guerras de 1641. La iglesia católica fue destruida y reconstruida con menor tamaño y convertida en iglesia anglicana, St. Finian’s. Jim Tancred me enseñó el banco familiar de Cloncurry: «Aquí debió de sentarse Catherine», dijo. En el libro de la sacristía vimos que en 1800 alguien había robado una sobrepelliz, valorada en 1 libra, dos chelines y nueve peniques, cuyo tejido quizá se utilizara para confeccionarle un uniforme a un miembro de los Irlandeses Unidos. Sentado en su banco familiar y mirando por encima de las velas rojas y el acebo al exterior, a través de la ventana que hay detrás del altar, se pueden observar los arcos que en otro tiempo sostuvieron el tejado de la iglesia católica. El geógrafo E. Estyn Evans describió la cultura de la townland irlandesa como «descuidada». El historiador Robert Scally aplicó el concepto «descuidado» al conflicto entre una geometría de la tierra privatizada, numerada y gráfica, y la economía oral y moral de la gente, a menudo ajena tanto a los zapatos como a los sombreros, y que habitaba viviendas «en las que rezumaba hollín de arriba y cieno de abajo», por citar a Brian Merriman, el poeta de la escuela no anglicana en