Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh

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de todo el mundo y a la geología de toda la Tierra. Tres de estas estructuras –los cercamientos, la esclavitud y la mecanización– demostraron ser tan dinámicas como opresivas. «Algo debe de ir mal en el sistema de gobierno cuando, en países llamados civilizados, vemos a los viejos enviados a asilos para pobres y a los jóvenes al patíbulo», escribió Thomas Paine[5]. En Inglaterra y Gales, esas magnitudes superaron a las víctimas del terror revolucionario francés. Entre 1770 y 1830 fueron condenadas a muerte treinta y cinco mil personas, y quizá fueran ejecutadas de hecho siete mil[6]. En Irlanda, treinta mil personas murieron violentamente en la represión que siguió a la Rebelión de 1798.

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      Figura 4. Ahorcamiento múltiple de Marcus Despard, John Francis, John Wood, James Sedgwick Wratten, Thomas Broughton, Arthur Graham y John Macnamara en la cárcel de Horsemonger Lane, Morning Chronicle, 22 de febrero de 1803.

      Criados, artesanos, marineros y esclavos eran los principales componentes del proletariado, correspondiendo, respectivamente, al capitalismo en sus modos financiero, fabril, agrario y mercantil. Fue a este tipo de trabajadores, como los hombres que lo acompañaron en el patíbulo, al que apeló Despard, esperando encontrar, mediante la palabra o el ejemplo, a quienes prefiriesen el riesgo de la insurgencia que padecer la degradación. Unos cuantos ejemplos de cada uno muestran que el procedimiento de la horca empezaba a resultar contraproducente. También pueden sugerir quiénes estaban del lado de lo común.

      Thomas Paine creció en Thetford, cuando la recolección de la cosecha era una labor comunitaria y colectiva. En la Inglaterra de 1802, el respeto a Thomas Paine solo podía expresarse de broma. Bannantine cuenta un chiste que depende de la diferencia entre un libro y un derecho de nacimiento. Un noble rural, al oír que varias personas habían sido castigadas por vender Derechos del hombre, protestó que no conocía castigo suficientemente grande para quienes osaran VENDER los derechos del hombre.

      Una de las costumbres, de los derechos incluso, de las mujeres era la de espigar. La gran causa de 1788 por espigar se vio a pocas millas de Thetford, cuando el general Cornwallis, perdedor en York­town, vencedor en Irlanda, privatizador de Bengala, intentó prohibir este antiguo derecho comunal entre los recolectores, Mary Houghton en concreto, en los ricos terrenos agrícolas de East Anglia. El tribunal sentenció que espigar no era un derecho establecido en la Common Law.

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