Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
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El término inglés gibbet podía hacer referencia tanto al patíbulo como a un poste con un brazo perpendicular con una cadena de la que colgaba el cuerpo de los criminales ejecutados, como carroña para las aves y advertencia para otros (fig. 4)[7]. Esta «civilización» estaba sostenida por un proletariado cuya morbidez era de tanto interés para el Estado como su generación o «creación». La horca proporcionaba el espectáculo de la tanatocracia. El humor patibulario ayudó a devolver la jugada.
Figura 4. Ahorcamiento múltiple de Marcus Despard, John Francis, John Wood, James Sedgwick Wratten, Thomas Broughton, Arthur Graham y John Macnamara en la cárcel de Horsemonger Lane, Morning Chronicle, 22 de febrero de 1803.
Criados, artesanos, marineros y esclavos eran los principales componentes del proletariado, correspondiendo, respectivamente, al capitalismo en sus modos financiero, fabril, agrario y mercantil. Fue a este tipo de trabajadores, como los hombres que lo acompañaron en el patíbulo, al que apeló Despard, esperando encontrar, mediante la palabra o el ejemplo, a quienes prefiriesen el riesgo de la insurgencia que padecer la degradación. Unos cuantos ejemplos de cada uno muestran que el procedimiento de la horca empezaba a resultar contraproducente. También pueden sugerir quiénes estaban del lado de lo común.
En una población aproximada de nueve millones de habitantes, 900.000 eran criados, y de estos, 800.000 eran mujeres. El historiador moderno de estos trabajadores observa que «los criados domésticos constituyeron una especie de primera fuerza de trabajo moderna por su enorme número, y por la cantidad de “contrato” hablada por ellos y sobre ellos»[8]. El estilo de vida de las clases altas y medias dependía de sus trabajos: fregaban suelos, lavaban la ropa, vaciaban los orinales, limpiaban retretes, cocinaban y servían cenas, encendían chimeneas y retiraban las cenizas, desempolvaban habitaciones, barrían escaleras, hacían las camas, ordeñaban las vacas, desmalezaban los huertos, cambiaban pañales, guardaban secretos, consolaban a los niños, pelaban patatas, etcétera, etcétera.
La Waltham Black Act de 1723 –el «código sangriento»– calificaba de capitales cientos de ofensas. Entre ellas, incendiar un pajar. Por eso, Elizabeth Salmon fue condenada a muerte en el Juicio de Cuaresma [Lent Assize] de Thetford en 1802[9]. El granero contenía cosas que había reunido. Algunas procedían también de los terrenos comunales vecinos, sin permiso de los propietarios. Le prendió fuego a un pajar perteneciente al hombre que vivía con ella. Él, sin embargo, la abandonó después de venderle el granero a otro, que presentó una demanda contra ella. Tras prometer quemar el granero antes de dejar que lo vendieran, Salmon llamó a algunos vecinos para que presenciaran cómo usaba brasas, que avivaba con sus gritos, para incinerarlo. Los jueces sentenciaron que «la propiedad no se había establecido con precisión»[10]. No está claro si se referían a los tipos de heno del pajar, a las variedades de su apropiación, o a las múltiples reivindicaciones de propiedad. Sin importar a qué se referían, la declaración podría ser representativa de la época. A pesar de la dificultad para verificar los hechos, la criminalización y los ahorcamientos seguían adelante.
Thomas Paine creció en Thetford, cuando la recolección de la cosecha era una labor comunitaria y colectiva. En la Inglaterra de 1802, el respeto a Thomas Paine solo podía expresarse de broma. Bannantine cuenta un chiste que depende de la diferencia entre un libro y un derecho de nacimiento. Un noble rural, al oír que varias personas habían sido castigadas por vender Derechos del hombre, protestó que no conocía castigo suficientemente grande para quienes osaran VENDER los derechos del hombre.
Una de las costumbres, de los derechos incluso, de las mujeres era la de espigar. La gran causa de 1788 por espigar se vio a pocas millas de Thetford, cuando el general Cornwallis, perdedor en Yorktown, vencedor en Irlanda, privatizador de Bengala, intentó prohibir este antiguo derecho comunal entre los recolectores, Mary Houghton en concreto, en los ricos terrenos agrícolas de East Anglia. El tribunal sentenció que espigar no era un derecho establecido en la Common Law.
La noche de su ejecución, los amigos de Despard retiraron el cadáver para enterrarlo. Esa misma noche, el Pantheon abrió para dar un baile de máscaras, aunque al crítico le decepcionó que los bailarines careciesen de gracia, y los trajes fueran insípidos, consistiendo en «el número usual de personajes sin sentido», como criadas y una «hueste de marineros que nunca se había hecho a la mar»[11]. Pero estas eran precisamente las categorías de trabajadores más numerosas en Inglaterra en aquel momento. Lejos de ser «personajes sin sentido», daban a Inglaterra sus significados reconocibles, las mercancías de ultramar y la jerarquía amo-criado, pongamos, la taza de té y el servicio del té a su hora.
Sarah Lloyd, criada de diecinueve años, fue ahorcada bajo la lluvia en Bury St. Edmunds en 1800. Le había robado un reloj a su ama el año anterior. Fue defendida por Capel Lofft, miembro de la Sociedad Antiesclavista, defensor de la reforma de las prisiones y suscriptor en 1789 de la declaración planteada por la Revolution Society, «que toda autoridad civil y política deriva del pueblo; que el abuso de poder justifica la resistencia». Un día de lluvia, Lofft y Lloyd, que estaba embarazada, avanzaron hacia el patíbulo en la misma carreta, él sujetando un paraguas[12]. Subieron juntos al cadalso. Ella se sujetó el cabello cuando el verdugo vaciló, mientras él denunciaba al Gobierno: «Los ricos lo tienen todo, los pobres, nada». Como consecuencia de haber señalado esta verdad obvia, le fue retirada la dignidad de juez de paz.
La desigualdad de clase había estado paliada por la economía moral. A los cincuenta y cuatro años, Hannah Smith «encabezó una muchedumbre» en Mánchester que hizo bajar el precio de las patatas, la mantequilla y la leche, y se jactaba de poder reunir una multitud en un minuto[13]. Fue acusada de asaltar caminos para vender mantequilla barata a la multitud, y ahorcada por ello en 1812.
Actos como el de Hannah Smith se llamaban taxation populaire en Francia y «economía moral» en Irlanda. Se efectuaban en oposición a la economía liberalista, que obtuvo sus primeras victorias revocando la legislación que prohibía el forestalling, es decir, negarse a llevar comida al mercado para forzar un aumento de precio. La revocación constituyó la base para la victoria intelectual del liberalismo, con Adam Smith liderando la marcha triunfal. Nosotros los llamamos motines de subsistencias. En ese momento, los llamaban «levantamientos del pueblo» o «insurrecciones», y tuvieron lugar en Inglaterra en 1709, 1740, 1756-1757, 1766-1767, 1773, 1782, 1795 y 1800-1801. Los disturbios de 1795 fueron generalizados. Barbara y J. L. Hammond los llamaron «la revuelta de las amas de casa», por la participación conspicua de las mujeres[14].
En diciembre de 1800, la Brown Bread Act [Ley del pan moreno] (41 George III, c. 16) prohibió a los molineros moler cualquier cosa que no fuera harina