Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
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El hombre no vive solo de pan, pero se rige por él. «Es la cantidad de comida la que regula el número de la especie humana», escribió el reverendo Joseph Townsend una docena de años antes de que el reverendo Malthus llegara a la misma conclusión. Y continuaba con un párrafo aterrador:
El hambre doblega a los animales más feroces, enseña decencia y civismo, obediencia y sometimiento, a los más perversos. En general, solo el hambre puede espolear e incitar [a los pobres] al trabajo; pero nuestras leyes han dicho que no tengan nunca hambre. Las leyes, debe confesarse, han dicho igualmente que serán obligados a trabajar. Pero entonces, la restricción legislativa se atiende con muchas dificultades, violencia y ruido; crea mala voluntad, y nunca puede ser productiva de bien y servicio aceptable: mientras que el hambre no solo es una presión pacífica, silenciosa e implacable, sino que, como el motivo más natural para la industria y el trabajo, exige los esfuerzos más poderosos; y, cuando se satisface mediante la libre recompensa de otro, asienta cimientos duraderos y seguros de buena voluntad y gratitud. Al esclavo hay que obligarlo a trabajar, pero al hombre libre debería dejársele a su propio albedrío y discreción; debería protegérsele en el pleno disfrute de lo suyo, sea mucho o poco; y debería ser castigado cuando invade la propiedad del vecino[16].
Los artesanos de Inglaterra sufrieron un desastre como resultado de la mecanización, la urbanización, la desposesión y la completa pérdida de las tradicionales protecciones de normativas y aprendizaje. Con las jóvenes y los niños fueron consignados a las fábricas, sin protección de los sindicatos y con una creciente conciencia de clase. Las actividades textiles (seda, algodón, lana, estambre) sufrieron debido a la invención de las máquinas, primero para hilar y luego para tejer, seguidas por el motor de vapor[17]. La acción directa contra la cardadora mecánica y el destrozo de máquinas de bastidor para tundir (que levantaban el pelo de los tejidos, preparando el trabajo de los tundidores) siguieron a la formación de un comité de trabajadores, la coordinación con trabajadores cualificados similares de otras partes de Inglaterra e Irlanda, los escritos de súplica al Parlamento, y la documentación de prohibiciones legislativas y consuetudinarias de las máquinas ofensivas[18]. Thomas Helliker se negó a presentar pruebas contra los otros tundidores de Trowbridge que habían quemado la fábrica de Littleton en el verano de 1802. En Salisbury, Wiltshire, Thomas Helliker fue ahorcado por destruir maquinaria solo tres días después de Despard. El verano anterior, había participado en la destrucción de una fábrica textil que contenía una cardadora mecánica y un bastidor de tundir. Se había ennegrecido la cara para ocultarse, lo cual estaba prohibido en la Black Act de 1723. Su cadáver fue trasladado en procesión por miles de dolientes, a pesar de la presencia de dragones, de la caballería, y del aparato de informadores establecido por el jefe de la policía londinense[19].
Con la Paz de Amiens volvieron los soldados y los marineros, para descubrir que no encontraban ningún trabajo remunerado. A varios obreros, que habían sido despedidos de su empleo en una gran fábrica de Mánchester poco después de que empezase la guerra, les dijeron al mismo tiempo que la falta de comercio que ocasionó esta medida no se debía a la guerra: «Pues a mí –replicó uno de ellos con rotundidad– me parece directamente lo contrario; ¿no estamos en este momento empleados en disparar a nuestros clientes?». El chiste no pudo pasársele por alto a Tom Paine, que había escrito: «Nada puede parecer más ridículo y absurdo, fuera de toda reflexión moral, que estar a expensas de construir barcos, llenarlos de hombres y después lanzarlos al océano, para probar quién logra hundir más rápidamente a los demás»[20].
Richard Parker, «bien educado y el más valiente entre los valientes» fue elegido presidente de la flota amotinada de la Royal Navy, la «república flotante». El motín comenzó en abril de 1797 en Spithead y continuó en mayo en el Nore, el banco de arena formado en la desembocadura del río Támesis. Veinticuatro navíos izaron la bandera roja de los amotinados. Cada buque se gobernaba a sí mismo y elegía delegados para representar a la totalidad. El historiador del motín concluye que «establecieron el primer Gobierno basado en sufragio masculino universal que el mundo había visto»[21]. La Royal Navy tenía un total de 100.000 hombres y muchachos. Unos 11.500 debían de ser irlandeses. Un tercio de los amotinados tenía nombres irlandeses. Valentine Joyce, nacido en Belfast y miembro de la Sociedad de los Irlandeses Unidos, había redactado esta petición en marzo: «Ahora estamos obligados a pensar por nosotros mismos, porque muchos (no, la mayoría) de la Flota estamos prisioneros desde el comienzo de la guerra, sin recibir ni una mísera moneda». Los Irlandeses Unidos pidieron: «Primero, que se aumenten nuestras provisiones al peso de dieciséis onzas la libra…, segundo, que se pueda garantizar suficiente cantidad de hortalizas del tipo más abundante en los puertos a los que vayamos…, tercero, que se atienda mejor a los enfermos, cuarto…, que podamos de algún modo tener permiso y oportunidad de disfrutar de las mieles de la libertad en tierra»[22].
A Richard Parker iban a ahorcarlo el 30 de junio de 1797. Presidía el Comité General de Delegados en el Nore. En el compartimento que tenía en el sollado le escribió a un amigo de infancia: «Por las leyes de la guerra reconozco que estoy legalmente condenado, pero por las leyes de la humanidad, que deberían constituir la base de todas las leyes, muero ilegalmente». Se consolaba a sí mismo y a su amigo escribiendo, «voy a morir como mártir por la causa de la humanidad»[23]. Esta era también la causa de Despard, que murió por «los intereses de la raza humana».
Desde la verga del palo mayor, Parker saltó a la muerte, privando a sus enemigos de la satisfacción de matarlo, y absolviendo a sus compañeros del hecho. En total, cincuenta y nueve hombres fueron condenados a muerte, y al menos treinta y seis de ellos, ejecutados de hecho. El entierro de Parker estuvo a punto de causar una revuelta masiva en Londres. Docenas de amotinados fueron luego encarcelados en la prisión de Coldbath Fields, donde se cruzaron con Despard, que ocupaba una celda adyacente a la suya. En la cárcel los esperaban el suicidio, el hambre, la neumonía, o la «visita de Dios»[24].
Esclavos procedentes de la costa occidental de África, que habían soportado el infame «Pasaje del Medio», proporcionaban la mano de obra para las plantaciones del Caribe y de la América continental. Azúcar, tabaco, café e índigo eran las principales mercancías producidas con su trabajo colectivo. El 21 de agosto de 1791, en Saint-Domingue, lideraron la lucha por la libertad atlántica contra la esclavitud, y se convirtieron, tras su victoria a finales de 1803, en la República de Haití. Este es el periodo en el que la plantación esclavista experimentó la transición económica y geográfica del azúcar al algodón.
Gabriel Posser era un hombre formidable –casi 1,90 metros de estatura, y líder de una revuelta de esclavos africanos en Virginia– cuyo objetivo era atacar Richmond, ascendiendo por el río James desde la bahía de Chesapeake, capturar armas, quemar almacenes, y tomar al gobernador como rehén. «Los negros estamos a punto de levantarnos y luchar contra los blancos por nuestra libertad»[25]. Los cálculos sobre el número de sublevados varían entre mil y cincuenta mil. Planeaban atacar la ciudad bajo el lema «Muerte o libertad», el grito de batalla de Saint-Domingue. La conspiración fue sofocada el 30 de agosto de 1800. Murieron ejecutados treinta y cinco de los conspiradores. Gabriel fue interrogado por el gobernador James Monroe, uno de los «padres