Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
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El gobernador Picton empezó a supervisar Trinidad cuando los británicos la tomaron, en 1797. En 1801, en el culmen de las importaciones de esclavos de África, había sido nombrado gobernador. Tenía un gran interés personal en la economía de plantación. Gobernó por medio de la tortura, la horca y las violaciones de esclavas. En 1801, torturó a su joven criada y concubina Louisa Calderon con la piqueta, una tortura usada primero con los soldados británicos antes de ser aplicada a los esclavos. El caso de Louisa Calderon fue denunciado ante el King’s Bench en 1804, y se convirtió en una causa célebre para el movimiento abolicionista inglés[27].
Picton fue juzgado por ejecutar brutalmente esclavos, a los que acusaba de practicar magia negra, quemándolos vivos o decapitándolos. Los ejecutaba sin juicio y los encerraba en una cárcel sin luz ni ventilación. El testigo más preciso de estos procedimientos fue Pierre Franc McCallum, originario de Ayrshire, en Escocia, un radical atlántico, o «británico nacido libre»[28]. Fue acusado de dirigir un periódico londinense que había apoyado los motines de 1797. Era amigo de Toussaint L’Ouverture y se unió a él cuando Leclerc invadió Haití, en 1802. Su decimotercera carta describe a veintiséis víctimas de la comisión inquisitorial organizada por Picton en 1801 contra la brujería, la adivinación, el envenenamiento mediante hechizos y la conversación con el diablo.
En diciembre de 1801, a Pierre François, a pesar de declararse inocente, lo obligaron a arrodillarse y lo sentenciaron a ser quemado vivo. Thisbe era una criada cuyo esposo fue acusado de brujería por «este tribunal diabólico». Confesó, bajo «la agonía de una tortura insoportable», diciendo de camino al patíbulo «que no es más que un vaso de agua en comparación con lo que ya he sufrido». A su marido le ordenaron acompañarla al patíbulo y estar presente mientras la quemaban. Falleció en febrero de 1802[29].
Los primeros actos de crueldad practicados por Picton no fueron, significativamente, contra esclavos negros africanos sino contra irlandeses del cuerpo militar isleño. En 1797, Hugh Gallagher fue ahorcado sin juicio, y a otros tres irlandeses los condenaron a 1.500 latigazos cada uno, una sentencia que equivalía a la pena de muerte.
Al contemplar criados, esclavos, un artesano y un marino, hemos encontrado individuos de los principales sectores del proletariado del momento, es decir, aquellos cuyo servicio ayudaba a producir los personajes de «calidad», aquellos cuyo trabajo colectivo producía el dulzor de la vida (azúcar), aquellos cuyo trabajo en las máquinas de las fábricas producía la cálida suavidad de la vida (algodón) y, por último, los marineros que transportaban el azúcar y el algodón a la Calidad. Juntos, formaban la clase de personas que prescindían y laboraban, o que carecían y trabajaban. El humor patibulario mantenía el terror a raya, endurecía a la chusma, preparaba a los oprimidos para devolver la jugada. La conciencia de clase de estos miembros del proletariado, sin embargo, no era tal que incluyera el deber histórico de poner fin a las desigualdades sociales. Esto Despard no lo sabía, y su conspiración, o apuesta insurgente, fracasó.
Una de las razones de este fracaso, sin duda, era el carácter en sí de la composición de clase. Tanto el racismo como el nacionalismo se convierten en grandes divisores de la clase obrera atlántica. Esta es una forma económica de entender la fuerza de trabajo atlántica. Hay también una forma política, en la medida en la que las nuevas naciones del momento se definían en parte por aquellos a quienes ahorcaban. Los ahorcamientos enseñaban lecciones, y una de ellas era racial.
El ahorcamiento en junio de 1790 de Thomas Bird, un marinero inglés de cuarenta años, fue la primera ejecución del recientemente constituido Gobierno federal de Estados Unidos. Marinero de un barco de esclavos, Bird colgó por primera vez la hamaca antes de la Guerra de Independencia estadounidense. Fue reclutado, estuvo preso y huyó. En resumen, era un típico proletario pícaro. Lo ahorcaron por asesinar al capitán de un barco de esclavos en 1787, cerca del golfo de Benín («de donde pocos salen, a pesar de que muchos entran»). Las circunstancias fueron que Bird y la tripulación negra habían huido de un capitán borracho, pero por desgracia unos «nativos locales» los devolvieron. El capitán reanudó sus abusos, reduciendo sus raciones y robándoles la ropa. En enero de 1787, Bird lo mató y tiró el cadáver a una fosa sin fondo (200 brazas de profundidad) frente al cabo Lahou (Costa de Marfil). George Washington no logró encontrar «atenuantes» para indultarlo[30]. En consecuencia, la primera víctima de la pena capital en la nueva república esclavista fue un traidor a su raza. La doctrina racista de la supremacía blanca recibió su impronta de la nueva soberanía, la república blanca.
[1] Shelley escribió magníficamente sobre él en un nuevo tipo de prosa, que había dejado de ser irónica para mostrarse estrictamente consciente de la base clasista de la pena capital. El título del ensayo, We Pity the Plumage but Forget the Dying Bird [Nos apiadamos del plumaje, pero olvidamos el pájaro moribundo], es una cita de la abrumadora acusación de Tom Paine contra Edmund Burke.
[2] J. Binns, Recollections of the Life of John Binns, Londres, 1854, p. 280.
[3] V. A. C. Gatrell, The Hanging Tree: Execution and the English People, 1770-1868, Oxford, 1994, p. 51. La trampilla nueva fue instalada por dos sheriffs evangélicos. Se describió con precision clínica en Gentleman’s Magazine 2, 1783, p. 991.
[4] El 14 de julio de 1800, James Ridgway publicó el libro de Bannantine, New Joe Miller; or, the Tickler, Containing Five Hundred Good Things, que era un libro de humor lleno de anécdotas, sátiras, chistes y afirmaciones incongruentes. Un estudioso de Ciudad del Cabo me informa de que «el libro de chistes de Bannantine» todavía circula en Mauricio.
[5] T. Paine, Rights of Man, Londres, 1969, 2a pt., pp. 225, 240.
[6] V. A. C. Gatrell, cit.
[7] Esta práctica se mantuvo a pesar de que el Deuteronomio (21: 23) prohibía dejar a los condenados colgados toda la noche.
[8] C. Steedman, Labours Lost: Domestic Service and the Making of Modern England, Cambridge, 2009, p. 44.
[9] Su nombre no aparece entre las peticiones de clemencia presentadas ante la Secretaría de Interior, de modo que parece que además de ser sentenciada a la horca fue de hecho ahorcada. NA, HO 47.
[10] E. Thompson, Whigs and Hunters: The Origin of the Black Act, Londres, 1975, p. 256; 168 Eng. Rep. 665 (1743-1865).
[11] The Times, 23 de febrero de 1803.