Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh

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1802 fue un año crucial en el desarrollo del socialismo, cuando los socialistas utópicos Saint-Simon, Charles Fourier y Robert Owen enunciaron teorías que pretendían ser la cúspide de la edad de la razón. La exigencia de igualdad ya no se ceñía al sufragio político, sino que se ampliaba a la condición social de los individuos: hombres y mujeres, burgueses y proletarios. Pretendían reorganizar la sociedad y emancipar la humanidad. Engels escribe que para los utópicos «el socialismo es la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que su propia virtud conquiste el mundo. Y, como la verdad absoluta no está sujeta a condiciones de espacio ni de tiempo, ni al desarrollo histórico de la humanidad, solo el azar puede decidir cuándo y cómo este descubrimiento ha de revelar­se»[26]. Podría estar parafraseando a Despard. Compárese la tríada «verdad, razón, justicia» de Engels con la de «verdad, libertad, justicia» de Despard.

      El libro de Engels tiene especial interés para nosotros porque sitúa el origen del socialismo utópico en 1802, el año de la conspiración de Despard. Nombra tres socialistas utópicos: Robert Owen, cuyo New Lanark Mill se inauguró en 1800; Charles Fourier, que sentó las bases de su teoría en 1799; y Saint-Simon, que en 1802 publicó Cartas de un habitante de Ginebra a sus contemporáneos. Pero el rompecabezas del pensamiento de Engels incluye el ensayo sobre la «marca», el resto de los bienes comunales alemanes, cuya complejidad analiza en este ensayo y cuyo origen se describe en parte por las pruebas aportadas por el historiador romano Tácito en Germania. La separación que Engels establece entre el socialismo de cualquier tipo y la marca puede muy bien ayudarnos a analizar el comunismo y lo común. Sitúa la marca en el pasado.

      Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén, una expropiación de lo común, y desde entonces, lo común ha sido tratado principalmente como un fenómeno agrario u hortícola. Es cierto que Adán y Eva no fueron expulsados del taller de carretas, ni del cobertizo de telares, ni del camarote de los marineros. Pero otros sí, y no procedían del Edén, sino de Irlanda, el Atlántico, Iroquia, Escocia y Albión.

      Concluimos estas reflexiones sobre el subsuelo de la naturaleza con la larga estructura filamentosa llamada micelio, que soporta la aparición impredecible de las setas venenosas desde el subsuelo. El micólogo inglés Alan Rayner escribe:

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