Manuel Álvarez (1796-1856). Un leonés en el oeste americano. Thomas E. Chavez
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Con todas las amistades que había hecho, el conocimiento que había adquirido como trampero y con López, Álvarez se encontraba mejor equipado para manejar los objetivos comerciales de la industria de pieles, aunque sus ventas de pieles en San Luis no llegaran nunca a representar una parte importante de su comercio total29. Ya en 1830, había habido signos de que la industria de la caza de pieles se encontraba en proceso de desaparecer30, incluso a pesar de que, en 1835, las pieles de nutria, menos apreciadas que las de castor, podían llegar a venderse hasta a tres dólares por libra en Nuevo México31. Los británicos habían extinguido la caza de pieles en el territorio de Oregón y las Rocosas Centrales estaban siendo esquilmadas a un ritmo alarmante. La competición entre las compañías además de entre los propios tramperos, junto con la popularidad creciente del sombrero de seda en lugar del de castor significó el fin de la caza del castor como ocupación para obtener beneficios. De hecho, la American Fur Company para la que Álvarez había trabajado, tenía nuevos propietarios. La gestión anterior, que incluía a uno de los hombres más influyentes de las montañas, Jedediah Smith, supo cuando retirarse del negocio. Smith y sus socios como tramperos experimentados representan cuando es el momento oportuno de abandonar el comercio de pieles32. Otros, sin embargo, arriesgaron sus vidas cazando más al norte, dentro del territorio de los hostiles indios Pies Negros, o se mudaron al sur de las Rocosas. Este hecho, en su momento, le dio al norte de Nuevo México la oportunidad de hacerse con parte del comercio de pieles que tradicionalmente habría ido directamente hacia San Luis.
Mientras tanto, la mirada de Ciudad de México se había dirigido hacia el norte, hacia el lejano Departamento de Nuevo México y Álvarez se encontró atrapado en los a veces violentos cambios que siguieron. Ya en 1835, el presidente mexicano Antonio López de Santa Anna, había intentado centralizar su gobierno para obtener más control sobre los departamentos de México que se encontraban alejados de la capital. Nombró al teniente coronel Albino Pérez, uno de sus seguidores, gobernador de Nuevo México. Al vivir en aparente aislamiento de la vida política de Ciudad de México, los nuevomexicanos se habían acostumbrado a que un jefe local les gobernara, y a la vida sin impuestos. Una teoría local sostenía que el riesgo de vivir más allá de la frontera, en un territorio rodeado de indios hostiles y en el que el gobierno central dejaba que la defensa dependiera principalmente de sus habitantes, suponía suficiente impuesto. Así, la relación del nuevo gobernador, que estaba casado con una mujer del lugar, junto con su subida de impuestos preparó a la población para una revuelta. El 1 de agosto de 1837 la resistencia estalló ante el arresto del alcalde de Santa Cruz de la Cañada. El alcalde, Juan José Esquibel, había desobedecido la autoridad del gobernador al sacar a un pariente de la cárcel y se había negado a aceptar la orden directa del gobernador de encarcelarlo de nuevo y pagar una multa. Este episodio fue una de las afrentas más obvias de Esquibel y finalmente forzó al gobernador a mandar arrestar al alcalde. Esquibel fue liberado inmediatamente por una multitud y la violencia subsiguiente tuvo como consecuencia varias muertes, entre ellas la del gobernador de Santa Anna y la del adversario más importante de Pérez: José González33.
Con el estallido de las hostilidades, las fuerzas leales lideradas por el gobernador Pérez se habían visto obligadas a confiar en mercaderes extranjeros, estadounidenses incluidos, para recibir provisiones y dinero. Los comerciantes habían aceptado porque “no habría sido muy seguro denegarles anticipos”34. Además, ya habían hecho negocios en buenos términos con esta gente antes y los salarios de los funcionarios del gobierno normalmente habían sido suficiente aval. Por si los sueldos no bastaban, la aduana local garantizaba las deudas ofreciendo las ganancias de la próxima caravana como aval35. Los comerciantes estadounidenses no esperaban que las fuerzas gubernamentales fueran derrotadas en la primera batalla, tras lo cual, los revolucionarios se dividieron el botín y no mostraron ninguna intención de asumir las deudas de los vencidos36.
Manuel Armijo, un nuevomexicano rico o adinerado de la zona de Bernalillo, al sudoeste de Santa Fe, surgió como nuevo gobernador. La revuelta inició su legendaria reputación de poseer una inteligencia militar, por no mencionar su naturaleza despiadada cuando mandó ejecutar a González. Álvarez, español de nacimiento, mexicano de conveniencia y comerciante por querencia simpatizó con el caso nuevomexicano por el gobierno local. Después de todo, la política conservadora de Santa Anna no iba sino a entorpecer los intereses de sus negocios y Armijo actuaba con permiso del gobierno central. No había fondos previstos para repagar los préstamos obtenidos de los comerciantes estadounidenses y un oscuro futuro se cernía sobre la clase comerciante no mexicana. Aparentemente Armijo sancionó el proyecto de ley por medio de una asamblea central convocada para el 27 de agosto de 1837 en la que los insurgentes aprobarían formalmente “la división de la propiedad de los fallecidos [el gobernador Pérez, González y sus socios] entre las personas destacadas del partido ahora en el poder, dejando así a los acreedores de los fenecidos sin esperanza de recuperar lo adeudado”37. Como Armijo era funcionario de ese gobierno al que los comerciantes se habían visto obligados a ofrecer apoyo monetario, estos se vieron sorprendidos por esta resolución. El gobernador, sin embargo, agradeció a los estadounidenses su ayuda financiera. Álvarez y los demás sintieron que una forma de devolución futura de la ayuda inicial era demostrar su apoyo y su confianza en la nueva administración, aportando una contribución de 410 pesos para el “restablecimiento del orden en Nuevo México”38.
Sin posibilidad de recurrir la decisión, los estadounidenses enviaron un memorándum al ministro estadounidense de asuntos mexicanos, Powhatan Ellis. Creyeron que sólo se podría hacer justicia por medio del gobierno nacional mexicano; como la asamblea local general había decretado que no les iban a pagar, el problema fue contemplado como un acto deliberado de los nuevomexicanos. Sólo el gobierno nacional mexicano podría remediar la situación. Entre los firmantes del memorándum estaban Álvarez, Josiah Gregg, P.W. Thompson, L.L. Waldo y Esadore Robidoux, todos ellos destacados comerciantes. El documento parece haber sido escrito en parte por Álvarez39. No parece que Ellis mostrara mucho interés en el asunto40 y el gobierno nacional mexicano no prestó más consideración de la que había mostrado el gobierno local. Ni los mexicanos ni los comerciantes ignoraban el hecho de que Texas se había sublevado en 1836, en gran parte por las mismas razones que motivarían a los nuevomexicanos insurgentes un año más tarde. A los funcionarios mexicanos seguramente se les habría pasado por la imaginación la suposición de que habían sido extranjeros quienes lideraran la revuelta en Nuevo México al igual que habían hecho en Texas.
Álvarez, sin embargo, persistió en su empeño aunque el gobierno local rehusó ceder. En agosto de 1838, recibió respuesta a una de sus preguntas cuando el secretario de Estado le trasmitió otra negativa de Armijo. El comunicado concluía con la declaración de que el gobierno necesitaba tiempo para concluir “otro negocio”41, en otras palabras, la administración de Armijo no quería ser molestada con la petición.
Dos años después de la petición inicial, Álvarez, estampó su firma al principio de una lista aneja a otro memorándum, un segundo intento de recibir el pago por las demandas provenientes de los disturbios de 1837. Entre los cofirmantes