26 años de esclavitud. Beatriz Carolina Peña Núñez
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Por la constante escasez de marinería, la situación no cambió a lo largo del siglo XVIII. En 1757, casi veinticinco años después del periodo que nos ocupa, Pedro de Rada y Aguirre (1728-1782), oficial santanderino en funciones en la escuadra de guardacostas de Cartagena de Indias, expresaba entre frustrado y contento:
Ultimam[en]te ha llegado a este Puerto [Cartagena] una Balandra cuio contramaestre ha hablado con el Capitan, y asegura no manifestar cuidado alg[u] no de los Guardacostas, por que está informado dela mala Tripulacion conque navegan, pero en esta salida se ha proporcionado la vella ocasión de reforzar los Javeques con la Gente de Mar de los Navios Marchantes nombrados el Zesar, y N[uest]ra S]eño]ra del Buen viage, y 30 Artilleros del Batallon dela Plaza.33
Los guardacostas, los corsarios y un mulatico en el mar
En sus inicios, la Compañía Guipuzcoana de Caracas no disponía de navíos, ni de hombres de mar suficientes, pero tampoco de los fondos, para “montar todo un servicio de inspección” ni para “establecer una guardia permanente que vigilara los puertos, las costas y los caminos”.34 Sí poseía, no obstante, la facultad estatal para erigir una flota de vigilancia y contienda, anexando, a sus limitadas fuerzas de guardacostas oficiales, embarcaciones privadas a las que se autorizaba, por medio de licencias de corso, a reprimir el arraigado tráfico prohibido. Ante el llamado masivo y la promesa de obtener la tercera parte, libre de impuestos, del producto de las presas,35 los dueños de embarcaciones ágiles y armadas acudieron a buscar licencias de corso para armarse y surcar las costas suculentas. En el mar navegaban, en goletas, balandras y jabeques,36 desde Venezuela, cacao, añil, café, pieles, palos tintóreos, maderas finas, mulas ágiles, corazas de tortugas, tabaco de Barinas, también de alta calidad y demanda; desde Curazao, importados de Europa, vinos, aceitunas, jamones, queso, licores, aguardientes, bacalao, manteca, harina de trigo, aceite de oliva, frutos secos, tejidos finos, otros productos textiles para la vestimenta común, y de África, esclavos.37 La actividad corsaria prometía entonces grandes dividendos a través de los decomisos de cargas y naves. Del otro lado de esta situación, Jan Noach du Faij, el gobernador de Curazao (1721-1730), reconoció en 1729 la amenaza de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas no solo para las actividades comerciales de la isla holandesa con Venezuela, sino también con Portobelo (hoy en Panamá) y Cartagena de Indias: “Si no se saca a los vizcaínos, se acabará el comercio de los barcos holandeses en la costa de Porto Bello y la bahía de Cartagena”. Y en otra oportunidad expresó que guerreros españoles estaban acabando del todo con los negocios.38
Otro perjuicio enorme para los curazoleños procedía de la campaña controlada en Cartagena de Indias contra el tráfico ilícito en tierra firme. Como líderes fuertes, resonaron los nombres de Gabriel de Mendinueta y del Conde de Bene, cuyos guardacostas hicieron daños cuantiosos a los barcos neerlandeses. Al primero, el 24 de julio de 1727, la Corona le designó el mando del navío Paloma y de la fragata Incendio; y el 10 de abril de 1728 le instruyó, con estos mismos barcos, “como nuevo comandante de los navíos guardacostas” de su majestad. Sus años en estas funciones, con recinto en Cartagena y jurisdicción amplia en tierra firme, fueron desde fines de 1727 hasta principios de 1730; cesó por razones de salud. Otro funcionario real, Domingo Justiniani, “comandante de los navíos guardacostas” San Antonio, San Carlos e Infante, logró en 1730 la captura de varias naves de los neerlandeses en el litoral de la provincia de Venezuela.39 La escuadra naval cartagenera venía haciendo estragos contra el tráfico furtivo en la zona por varios años. Una victoria de los buques Infante y Potencia contra los holandeses en la costa de Caracas quedó plasmada en un mapa sin par de 1727 de Domingo Antonio Pérez (figuras 3 y 4).
Fuente: The John Carter Brown Library at Brown University, https://jcb.lunaimaging.com/luna/servlet/detail/JCBMAPS~1~1~6415~115902725:Plano-y-descripcion-de-un-segmente-?qvq=q:Caracas&mi=3&trs=7# (consultado 20 de noviembre de 2019).
Fuente: The John Carter Brown Library at Brown University, https://jcb.lunaimaging.com/luna/servlet/detail/JCBMAPS~1~1~6415~115902725:Plano-y-descripcion-de-un-segmente-?qvq=q:Caracas&mi=3&trs=7# (consultado 20 de noviembre de 2019).
En conjunción con el castigo oficial cartagenero del comercio prohibido y el que la Compañía Guipuzcoana promovía, transitaban las aguas aquellos navíos que, patentados por otros gobernadores españoles de las Indias, también contorneaban las costas venezolanas, a sabiendas de cuáles eran los parajes de mayor actividad de los traficantes ilícitos. Con licencia en mano, el corsario “podía surcar los mares a su antojo, tenía facultad para escoger puerto sede en un lugar diferente a aquel donde se le expidió la patente”.40 Por ejemplo, hacia 1729, José Campuzano Polanco, habitante de Santo Domingo, con “tres bajeles armados de su propiedad” y patente de corso del gobernador de La Española, aceptó la propuesta del gobernador de Santa Marta, hoy en el Caribe colombiano, de que ejerciera la cacería de contrabandistas ingleses y holandeses desde el litoral de esta ciudad hasta Riohacha, al norte de la costa neogranadina.41 Desde allí, probablemente en un trayecto circular, sugerido por la dirección de los vientos antes explicada, seguiría su merodeo en dirección a las islas antillanas, encontrando entre las primeras la de su hogar dominicano, hasta alcanzar, después del recorrido insular, “las costas continentales de Caracas”.42 Desplazamientos de núcleos operacionales como el de Campuzano Polanco, quien va desde Santo Domingo hasta Santa Marta, y de otros corsarios y traficantes comerciales que se detienen en diversos puertos hispánicos, explican la heterogeneidad de orígenes y razas agrupadas en las embarcaciones.