Salud del Anciano. José Fernando Gomez Montes

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Salud del Anciano - José Fernando Gomez Montes LIBROS DE TEXTO

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Esta declinación se relaciona con el deterioro en el estado de salud, especialmente, con el desarrollo de osteosarcopenia, predominantemente en las mujeres (ver capítulo 51).

      Una consecuencia de la disminución del tamaño del tronco al envejecer es el aparente aumento de la amplitud de los brazos (envergadura), puesto que los huesos largos no sufren alteraciones en su longitud con el envejecimiento. Estos cambios se acentúan entre la octava y novena décadas, y generan la imagen característica de un anciano con tronco corto y extremidades largas.

      Otro de los cambios importantes al envejecer es la disminución de peso corporal, por lo general, se gana has-ta los cincuenta años y a partir de ahí se inicia una disminución aproximada de una libra por año, la cual es más constante en los hombres que en las mujeres. con el envejecimiento, las mujeres pierden alrededor de 4 kg y los hombres cerca de 5,5 kg. Esta pérdida se debe a la disminución de peso de algunas estructuras como la del sistema musculoesquelético (particularmente por desuso), el hígado y el riñón.

      El peso del cerebro disminuye en forma significativa, el del corazón generalmente aumenta o no cambia, debido a un intento del músculo cardíaco para compensar la disminución de su actividad funcional y al aumento de la resistencia periférica a consecuencia de la arteriosclerosis. El peso de algunos huesos como las costillas se reduce, mientras que el del esternón aumenta, aunque en términos generales el sistema óseo pierde peso debido a la disminución de su masa.

      El peso es una medida simple pero importante del estado de salud de los ancianos, particularmente cuando se hace un seguimiento a través del tiempo. La pérdida de peso no debe considerarse en forma aislada, sino en correlación con la presencia de otros síntomas y signos que orienten a un diagnóstico.

      La obesidad siempre representa un serio problema al envejecer, ya que lleva a mayor soporte de peso y a menor actividad física, con las consecuencias funcionales generadas por el desuso. De otro lado, debido a los cambios en estatura y peso, y a que su cálculo no permite diferenciar entre peso debido a grasa o masa muscular, la utilización del índice de masa corporal (índice de Quetelet), peso/talla2, es menos válido en la determinación de obesidad de los ancianos. La disminución de altura al envejecer puede inducir un falso aumento del índice de masa corporal entre 1,5 a 2,5 kg/m2, aunque haya mínimos cambios en el peso. Sin embargo, en espera de una mejor fórmula de valoración del índice de masa corporal, se sigue utilizando el índice de Quetelet.

      La postura que se asume a medida que se envejece se asemeja a un tres invertido, por la presencia de los siguientes cambios (Ver figura 9.1).

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      Figura 9.1 Postura al envejecer

      Fuente: elaboración propia.

      • Aumento de la cifosis dorsal, que también colabora en la disminución de la estatura.

      • Extensión compensatoria de la nuca, hace que se disminuya la distancia entre el occipucio y la cintura escapular y aumente entre el mentón y el esternón.

      • Flexión de las caderas, que origina el cambio en el patrón de marcha.

      • Flexión de las rodillas y presencia de genu varo que origina aumento de la base de sustentación.

      Estos cambios en la postura alteran directamente el centro de gravedad, que se desplaza hacia adelante sobre las cabezas de los metatarsianos, lo cual cambia la biomecánica corporal y, por consiguiente, la marcha. Así mismo, el cambio en la posición de la cabeza modifica, entre otros, la percepción de distancia y profundidad y se realizan movimientos más lentos y precisos, solamente los necesarios para la acción que se ejecuta, lo cual los hace parecer lerdos.

      Como consecuencia de los cambios en la estatura, el peso, la postura y, especialmente, la redistribución de grasa, se producen variaciones en la apariencia general del anciano:

      • Acentuación de las cavidades anatómicas: órbitas, axilas, hueco supraclavicular, fosa antecubital, espacios intercostales y contorno pélvico.

      • Aumento de las prominencias óseas: espinas vertebrales, ángulos de la escápula, costillas, esternón, crestas y espinas ilíacas, rótula y cabezas de los metatarsianos.

      • Acentuación de los contornos musculares y de los tendones, especialmente en los muslos.

      • Atrofia focal de los músculos intrínsecos de la mano y acanalamiento de los interóseos, principalmente del primero dorsal, aplanamiento de la eminencia tenar y de los músculos del compartimiento tibial anterior. El desgaste del músculo cutáneo del cuello hace que se torne laxo, especialmente en las mujeres.

      Estos cambios pueden llevar a pensar, erróneamente, en la presencia de malnutrición en un anciano, por lo cual las medidas bioquímicas (índice creatinina urinaria/talla, trasferrina, albúmina) son indicadores más confiables en estados de malnutrición incipiente. Es importante anotar que estos cambios en la apariencia general no son reversibles con la ingesta de calorías (ver capítulo 32).

      Los cambios fundamentales de la apariencia facial con la edad son resultado de la alteración de los tejidos blandos, del soporte esquelético y de los cambios de la piel. La piel se torna menos elástica, más irregular, la superficie llega a ser más descolorida y la presencia de arrugas es una de las constantes del envejecimiento. Las arrugas van estrechamente ligadas a la mímica facial, comienzan en la frente, luego aparecen alrededor de los ojos, posteriormente alrededor de la boca hasta extenderse a toda la cara. Los factores externos como el sol y el humo del cigarrillo contribuyen a una mayor y más temprana aparición de arrugas al envejecer, las arrugas también son frecuentes en el dorso de las manos y en el platisma o músculo cutáneo del cuello, en este último, por flacidez, las líneas superiores del cuello tienden a descender hasta fusionarse con las inferiores.

      Por otra parte, los tejidos blandos de la cara descienden al envejecer por efecto de la gravedad y por atrofia muscular. La pérdida ósea se da por resorción ósea, especialmente en la zona axial. La resorción de la mandíbula y el maxilar, debida a la pérdida de los dientes, hace que se disminuya el tamaño del tercio inferior de la cara, existe tendencia a la agnatia, lo que da lugar a los cambios que con mayor frecuencia se caricaturizan al imitar un anciano.

      A medida que aumentan los años se tiene un menor número de nevus o lunares, los cuales desaparecen hacia los 80 años, pero aumentan las manchas, las efélides o pecas y es común la leucomelanodermia, consistente en pequeñas manchas que alternan con cicatrices blancas, en la zona extensora de los antebrazos y en el dorso de las manos.

      Otros cambios anatómicos en la apariencia general incluyen el aumento del perímetro cefálico, que ocurre por igual en ambos sexos y continúa el crecimiento de la nariz y las orejas por pérdida de la elasticidad de los tejidos. Estas partes

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