Sujetos y subjetividades. Oriana Bernasconi
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En el caso chileno, pero también en las sociedades hermanas, desde la perpetración del crimen, hace más de cuatro décadas, este sujeto no sobreviviente del terrorismo de Estado, ha sido sistemáticamente actuado y hablado por otros que han disputado su figuración en el intersticio entre vida y muerte. Esta constatación permite proponer un ejercicio sociológico para el estudio de un sujeto que es, al mismo tiempo, evidencia de una modalidad de violencia radical, y de la productividad de procesos de contestación social que buscan contrarrestar los intentos por extirpar ciudadanos de la faz de la tierra, otorgándoles persistencia social y temporal.
Este asunto de los esfuerzos sociales involucrados en sostener una figuración de sujeto determinada, no ha tenido la atención que merece en este campo de estudio. Perspectivas post-constructivistas y post-sociales como, por ejemplo, corrientes del feminismo, de los estudios de ciencia y tecnología y de la Teoría del Actor-Red, que prescinden de teorías sustantivas del sujeto y que subrayan el carácter relacional, inmanente, pragmático y post-antropocéntrico de este constructo, sin duda, contribuyen al desarrollo de estas áreas de indagación (Barad 2010, Braidotti 1993, Law 2004, 2007, Latour 2005, Selgas 2010, Thrift 2008, Bernasconi 2015).
Reconstruir parte de la trama de prácticas y discursos que han permitido sostener a el/la detenido/a desaparecido/a en el tiempo, nos parecía también un ejercicio ético-político, toda vez que se sumaría humildemente a aquellas actividades que han traído una y otra vez a este sujeto al presente, haciéndonos parte de la serie de actores y cosas que han participado de su pervivencia social. Se trata también de un ejercicio de memoria que lucha contra el intento originario de su erradicación, sustentado en el desvanecimiento de todo vestigio sobre el cual sustentarla. Inscribir una investigación sociológica como acción de memoria pasa por reconocer el carácter performativo de las intervenciones sociales que podemos realizar con nuestros estudios y, como advierte Law (2004) o Grosz (2017), por afirmar con ellos el tipo de mundo que queremos construir. Y es que la “promesa” del enfoque performativo (Bell 2007) no recae en sus capacidades explicativas, sino en el propio acto de intervención sobre ciertas realidades para iluminar sus posibilidades y considerar, una y otra vez, sus modos de constitución de modo de contribuir a figurar nuestra actualidad.
Performación de sujetos
El enfoque performativo en el contexto de la genealogía de dispositivos permite articular acciones, pensar procesos –relaciones de fuerza, juegos de verdad, estrategias, resistencias– y examinar al sujeto como efecto de prácticas contingentes, relacionales y distribuidas en el tiempo.
En el idioma inglés, la noción de performance se utiliza en el habla cotidiana para denominar a una actuación o representación, para referirse al cumplimiento de una tarea o al desempeño o rendimiento de una persona en un campo de especialización determinado, y para nominar el comportamiento o conducta de un individuo. Tanto en inglés como en el original etimológico proveniente del francés, el concepto remite a la idea de completar, llevar a cabo o realizar. Siguiendo a Butler (2004) y a la filosofía y la pragmática del discurso (Austin 1962, Searle 1969, Derrida 1971), cuando hablamos de performación de sujetos como estrategia de análisis sociológico, nos referimos a la identificación y examen de las prácticas, condiciones y regímenes mediante los cuales los sujetos son puestos en acto (Butler 2017, 39). Lo que nos interesa de esas prácticas, condiciones y regímenes es su capacidad para instituir, instaurar, lograr o realizar (accomplish) una cierta figura de sujeto.
En este punto es importante distinguir el enfoque performativo de su falso análogo, los actos performáticos (performances). Estos últimos, como elabora Diana Taylor (2013), se caracterizan por la puesta en escena de actuaciones predeterminadas mediante el recurso de formas expresivas como la danza, el teatro o los rituales y las apariciones públicas colectivas como las protestas políticas. Estos recursos y la irrupción que provoca en la escena pública en que se desenvuelven sirven para distinguir los actos performáticos de las prácticas cotidianas y rutinas características de los lugares donde las performances aparecen.
Cuando decimos que un sujeto es figurado performativamente, entendemos que no hay una sustancia dada, anterior o predeterminada, ninguna interioridad original, sino que el sujeto está siendo constituido en y a través de los actos que lo hacen viable de ciertas maneras situadas y particulares. Entre tales actos suceden relaciones de citacionalidad (Butler 1993, 15), a través de las cuales materializa, sedimenta y se sostiene “la complicidad con el poder en la formación del yo” (Butler 1993, 15).
La noción de performatividad toma distancia de ciertos rasgos de la teoría social sobre el sujeto. Primero, y como plantea Butler (2010), evita la matriz positivista que nos lleva a acercarnos a nuestros objetos de estudio con cierta comprensión delimitada o predefinida de lo que estos son. En este caso, la propia pregunta por el sostenimiento de sujetos liminales, es decir, en estado de indeterminación ontológica, nos distancia aún más de esa compulsión positivista. Segundo, se diferencia de los supuestos que otorgan carácter metafísico a ciertas construcciones culturales, oscureciendo nuestra capacidad para comprender la diversidad de mecanismos que participan incesantemente en la producción de lo social, incluyendo en ello, como advierte Callon (2006), el reconocimiento de la capacidad de los métodos de investigación y de la teoría social para modelar y actualizar los fenómenos que estudiamos. Tercero, la performatividad busca describir actuaciones –y no solo actos lingüísticos– con efectos ontológicos, es decir, capaces de traer a existencia ciertas entidades o por lo menos de generar efectos socialmente significativos sobre entidades sociales (Butler 2010, 147). Cuarto, el enfoque performativo disputa la idea de que “lo social” se hace de una vez y para siempre enfatizando, más bien, los esfuerzos sostenidos, consecutivos, regulados que son necesarios para que una cierta entidad sea reconocida como tal. Quinto, más que entidades singulares y unificadas, probablemente lo que terminemos por examinar son entidades múltiples o al menos plurales. Sexto, la configuración de sujetos es un logro relacional, no individual.
La pregunta por la performación permite capturar y analizar cómo un determinado sujeto es figurado y con qué efectos. Interesa identificar y examinar las prácticas discursivas y no discursivas que hacen que un determinado fenómeno aparezca como una entidad distinguible a través del tiempo. Por ejemplo, el patriarcado, el mercado o el sujeto de la violencia de Estado, son producidos por la repetición ritualizada de convenciones que hacen culturalmente viable estas formaciones (Butler 1997, 144). Siguiendo a Butler (2017), es importante retener que si bien la noción de performatividad tributa de los desarrollos en el campo de la pragmática del lenguaje y, en particular, del trabajo de Austin sobre la capacidad ilocutiva y perlocutiva de los actos de habla, ni dichos actos de habla ni la performatividad de modo más general corresponden a la acción de un sujeto (hablante) singular o discreto (Butler 2017, 34-35). La agencia performativa se halla distribuida entre entidades y cosas, por ejemplo, prácticas institucionales, tecnologías, experticias u objetos, que coexisten con el sujeto performativo. Como agrega Bell (op. cit.) leyendo a Butler, es esa pluralidad de coexistencias la que está a la base de la constitución performativa del sujeto y la que abre el espacio para la pregunta ética y política sobre el mundo en que coexistimos.