Mal que sí dura cien años. Rodrigo Ospina Ortiz
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Se trataba de un sistema de divulgación científica que pretendía también un intercambio de conocimientos entre los estudiantes: que los abogados adquirieran conocimientos en medicina y viceversa, que los ingenieros se empaparan de teorías sociales, y así sucesivamente. Y lo interesante era que los estudiantes no se salían de los marcos de la legalidad. El joven Gaitán se dirigía al ministro de instrucción pública, el futuro presidente Miguel Abadía Méndez, en busca de respaldo.
Así, las primeras conferencias programadas por el CUPC se realizaron en el foyer del Teatro Colón. El primero en intervenir el 19 de mayo fue Julio Manrique, un “eminente hombre de ciencia”. Habló durante una hora sobre el contagio de las enfermedades (fiebre tifoidea, difteria, tuberculosis, lepra) y las maneras de prevenirlas.
El 24 de mayo Jorge Eliécer Gaitán informó a El Tiempo que el Centro de Extensión Universitario había organizado una serie de conferencias para obreros sobre temas científicos que serían dictadas en las plazas de Nariño y Las Aguas. Las dos primeras versarían, la una sobre electricidad y la otra sobre vapor. El 2 de junio de 1920, por invitación del CEU, Max Grillo pronunció en El Colón una conferencia sobre “los comienzos de la literatura en Colombia”. Y en los inicios de junio empezó un ciclo de conferencias en la localidad de Facatativá. Intervino Julio Pardo Dávila acerca de temas relacionados con la agricultura: métodos antiguos, sistemas empleados en Europa y el sistema que debería aplicarse en Colombia. El 24 de junio arribaron en tren a Zipaquirá los conferencistas que iban a inaugurar las exposiciones. El primero en intervenir fue Julio Pardo Dávila, quien habló sobre la servidumbre del agua. Para finales del mismo mes estaban instalando la extensión universitaria en Girardot e Ibagué. En la primera, Joaquín Fajardo habló sobre sífilis, y en la segunda, Joaquín Caicedo lo hizo sobre las relaciones entre Colombia y Perú. La iniciativa gaitanista avanzaba con éxito. En Medellín ya estaba instalada la extensión universitaria y cada 15 días se dictaban conferencias.
En Bogotá se dictaban las conferencias estudiantiles en medio de una epidemia de tifo. La Junta de Socorro se vio en la necesidad de adecuar el Hospital de San José para atender a los enfermos pobres, a los pobres de solemnidad, y para ello acudió a la caridad pública.
El 11 de junio a las ocho de la noche se llevó a cabo la siguiente gran conferencia convocada por la Asamblea de Estudiantes: “La Juventud no decae”, a cargo del reconocido maestro Simón Araújo, hombre de Estado, además, muy posiblemente profesor de la mayoría de los jóvenes que en Bogotá hacían sus estudios. Fue, en efecto, una lección de historia nacional vista desde su propia y larga experiencia. Y más que esto, fue un homenaje al talento de los intelectuales y estudiantes colombianos que se distinguían y sobresalían en el exterior. Un homenaje a los trabajadores, a sus oficios. Francamente, se trató de una cátedra de pedagógico optimismo. Hacía treinta años que Araújo ejercía como maestro con colegio propio; y hacía cincuenta que había pasado por los claustros como estudiante.
Simón Araújo
Fuente: Cromos, 25 de noviembre de 1918, 306.
A esta altura de su vida, con 64 años, era toda una institución33. Araújo siguió por la brecha que había abierto Jorge Bejarano, quien trasladó la edad de oro del pasado hacia el futuro. Toda su exposición apuntaría a la fabricación de una arcadia colombiana. En esa dirección, el maestro desarrolló las siguientes hipótesis: 1. La inteligencia de la juventud actual no solo no ha decaído, sino que se ha intensificado notablemente, comparada con la que poseía la juventud de medio siglo atrás. 2. La capacidad intelectual no es inferior en igualdad de circunstancias, a la que poseen la mayor parte de los pueblos más civilizados del orbe. Sí ha disminuido en la mayoría de los jóvenes el entusiasmo por el estudio, pero esta disminución no es por decadencia intelectual de la raza, sino resultado de la errónea, vieja y sostenida dirección superior en el ramo de la instrucción pública. 3. La causa fundamental de los vicios de que adolecemos y los vicios que nos rodean en nuestra vida colectiva es la excesiva pobreza que nos abruma. Y dejó planteadas las siguientes tareas: 1. Reorganización y extensión de la instrucción primaria elemental, principalmente en la población campesina. 2. Proyecto de corrección de los defectos de que adolece hoy la educación secundaria. 3. Reorganización y autonomía de la Universidad Nacional. 4. Impulso del trabajo por medio del fomento de las vías de comunicación rápidas, seguras y baratas.
Prácticamente fue como si cerrara el debate. Todo era un problema de tiempos nuevos con gente nueva, mucha gente nueva. Los que estudiaban en su época juvenil eran pocos y socialmente seleccionados; en cambio, ahora la población había crecido y demandaba educación, incluso las mujeres. Todo había cambiado y todo era mejor y distinto. No solo en asuntos de las ciencias, también en las artes (ebanistería, albañilería, escultura, joyería, zapatería, herrería, arquitectura, mecánica, maquinistas, etc.), gracias a la participación de profesores extranjeros. La producción artesanal, por su calidad, estaba a la altura de la europea. Consideraba Araújo que el peón de barra y azada era igual al peón de su clase en Europa. De tal manera que podía afirmarse que la capacidad intelectual de los colombianos estaba a la altura de los pueblos de otras razas.
Se hablaba en el debate sobre la degeneración de la raza de la falta de entusiasmo de la juventud por el estudio. A juicio de Araújo no era esto efecto de la degeneración de la raza, sino resultado de múltiples factores: los gobiernos, los dirigentes de la instrucción pública y, sobre todo, la pobreza:
La causa fundamental de los vicios y defectos de que adolecemos y de los vacíos que nos rodean en nuestra vida colectiva, es que somos un pueblo paupérrimo que carece del elemento capital para explotar sus ingentes riquezas naturales. Nuestra juventud y nuestro pueblo, ya lo hemos dicho, son inteligentes y enérgicos para el trabajo.34
El hecho de que Araújo fuera optimista no significaba que ignorara la situación real y que no se la explicara. Al contrario, hizo una radiografía del estado en que se encontraba la instrucción pública en el país, de los obstáculos económicos que se les presentaban a los estudiantes para coronar sus carreras universitarias, o las facilidades que a otros les permitía la corrupción. Habló de la precaria situación del maestro que no ganaba lo suficiente para una vida digna y de lo demorado de su salario.
El flujo de las conferencias iba estableciendo la lista de la agenda reformista que los estudiantes tendrían para desarrollar como ciudadanos a través del siglo XX. Apenas hacía once años que se había conseguido la paz, y cumplido un poco más de un siglo de nacida la república de Colombia, y se necesitaba bitácora nueva:
En el siglo que llevamos de existencia independiente, nuestros padres aplicaron sus energías a la conquista de las libertades públicas; ese era el ideal perseguido, y para realizarlos se formaban paladines para el estadio de la prensa, para el parlamento y para la lucha armada. Las necesidades de la vida requerían médicos para aliviar las dolencias físicas, sacerdotes para calmar las inquietudes del espíritu, abogados para dilucidar los derechos individuales, civiles y políticos, y uno que otro ingeniero para atender al lento progreso material que podía desarrollarse en aquellas circunstancias. La educación de la juventud obedeció a aquellos ideales y a aquellas necesidades.35
Otro mundo era el de 1920. La Colombia de entonces estaba ya en condiciones de absorber y explotar los conocimientos que adquirieran profesionales distintos a los tradicionales, al fin y al cabo, el capitalismo había despegado. Por ello, hablando de la reconstrucción de la Universidad Nacional, Araújo proponía ampliar el espectro de carreras. Y al problema mayor, que era el de la incomunicación,