Mal que sí dura cien años. Rodrigo Ospina Ortiz
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En el contexto de esa separación de esferas, en el que no hay un control político, sino un control social, y en el que las estructuras de los conglomerados humanos crean una relación de verticalidad entre las esferas, Sartori afirma que conceptos como poder y coerción no bastan por sí solos para caracterizar y circunscribir la esfera de la política49. Se debe tener en cuenta la existencia de otros poderes y otros estilos de coerción (jurídicos, económicos, religiosos) que interactúan en la esfera social. En el siglo XX, a la verticalidad de las esferas sociales y políticas se le une una dimensión horizontal con la democratización o masificación de la política. La política, antes identificada exclusivamente con los asuntos del Estado, aparece ahora articulada a los procesos sociales de manera más horizontal, lo que nos lleva a pensar la sociedad y el Estado en términos de sistema político y de subsistemas. Sin embargo, la verticalidad no se pierde. Con respecto a los procesos electorales afirma Sartori: “Basta observar que los procesos electorales son un método de reclutamiento del personal que irá a ocupar posiciones políticas; de lo que se desprende que son parte de los procesos verticales del sistema político”50. Además, aclara que no se debe confundir la influencia sobre el poder con tener poder; así, debemos distinguir el cómo y el dónde se genera el poder político, del cómo y dónde se lo ejerce.
Sobre estos elementos se puede afirmar con Jorge Bejarano que la política, por ende, es el espacio en el que se entrelazan elementos objetivos como las diferentes estructuras sociales, económicas, académicas, profesionales, etc., con elementos subjetivos como la vocación y la ambición política, entendida esta última no en sentido negativo, sino como la necesidad de integración a una estructura política jerarquizada en la que se escalan posiciones.
Por su parte, la relación entre el saber y el poder, base del comportamiento político de Jorge Bejarano, se abordó desde los planteamientos teóricos de Michel Foucault. En la obra Microfísica del poder, el filósofo francés parte de la observación de que el ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder51. Esta relación se manifiesta en acciones de carácter político para el control sobre los individuos (legislación penal, teorías y prácticas médicas, organización del trabajo, etc.) y en formas discursivas de expresión del poder. Pero para entender el poder en su verdadera dimensión, Foucault afirma que este debe ser analizado desde sus formas menos jurídicas, desde los mecanismos sutiles que permiten que sea ejercido (como la influencia o difusión de ciertas ideas sobre el manejo del cuerpo), desde sus intenciones, desde su funcionamiento como un factor circulante entre todos los individuos de la sociedad y no solo desde aquellos que lo detentan. El poder, más que un “algo” que se posee, es una relación de diversos elementos. Lo que se forma con esta relación entre poder y saber es una sociedad de la normalización52. Los avances de la medicina, por ejemplo, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etc., tienen lugar en el frente en el que se encuentran los dos planos heterogéneos de la disciplina y de la soberanía53.
Foucault también se refiere a los intelectuales, la relación que sostienen entre teoría y praxis, y la forma como asumen el concepto de verdad. Parte del contexto de mayo del 68 para afirmar que la idea del intelectual como “agente de conciencia”, situado al margen de la sociedad, se ha desdibujado desde el momento en que las masas descubren que no necesitan de ellos para saber54. Este intelectual era por excelencia el escritor, aquel que se situaba fuera de la esfera del Estado y defendía una verdad universal. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, se produce una politización del intelectual en cuanto se aleja de aquella universalidad mencionada y da un giro hacia la especificidad de su saber. Se convierte entonces en un “intelectual específico”, que deriva sus rasgos de su condición de científico-experto, y que defiende un régimen de la verdad que es reglamentado desde las instancias de poder55. En el transcurso de esta biografía se demuestra que la transformación del intelectual que explica Foucault se presenta de manera mucho más temprana en el caso de Jorge Bejarano.
Para entender las estructuras cognitivas de la clase dirigente con respecto a la higiene, en esta investigación se consultó al historiador Carlos Ernesto Noguera, quién logró plasmar con claridad los postulados foucaultianos a la realidad colombiana. Según Noguera, los asuntos higiénicos no eran necesariamente una cuestión técnica ni médica. Estaban vinculados a intereses políticos y concepciones ideológicas. El control de las clases obreras y campesinas trató de imponerse por medio de lo que identificó como el dispositivo higiénico, es decir, una forma de mecanismo de poder en el que antes que el mejoramiento de las condiciones de vida prima un interés político dominante56. Los acueductos, alcantarillados, la vivienda higiénica, la buena alimentación, la protección materna e infantil, la prohibición de ciertos vicios, la prevención de enfermedades y demás aspectos relacionados formaban parte de una cognición social que, junto con los condicionamientos del desarrollo del capitalismo y el progresivo avance de los movimientos reivindicativos de las clases obreras, se propusieron imponer un prospecto de sociedad moderna que necesitaban las élites nacionales para insertarse en el mundo exterior.
Con respecto al concepto de discurso político se trabajó a partir de los postulados hechos por el sociólogo y semiólogo argentino Eliseo Verón57. Para Verón, el discurso político debe ser tratado como campo discursivo en el que se presentan intercambios (juegos) y en el que interactúan diferentes tipos discursivos y sus variantes. Dichos intercambios, por una parte, ocurren en un sentido diacrónico, lo que hace variar la estrategia discursiva a lo largo del tiempo; por otra parte, se manifiestan de diferentes maneras en cuanto a los medios de difusión en que aparecen —prensa, radio, televisión, etc.—, hecho que debe ser tenido en cuenta. Para el caso de Bejarano, los modos de manifestación del discurso se identificaron con la prensa, la tribuna pública y la academia.
Verón también considera que el discurso político se construye desde la identificación de un “adversario”, lo cual le permite definir tres tipos de destinatarios que surgen desde el enunciador: el primero es el de los prodestinatarios, de carácter positivo, los cuales tienen una relación con el enunciador de “colectivo de identificación”, unidos por un lazo de “creencia presupuesta”. En otras palabras, se está hablando de los seguidores del discurso, del “nosotros”. El segundo es el de los contradestinatarios, de carácter negativo, aquellos excluidos del colectivo de identificación y cuyo lazo de creencia se da en sentido inverso, es decir, el “otro”. El tercero y último es el de los paradestinatarios, aquellos a los que va dirigido todo lo que en el discurso político se encuentra en el campo de la persuasión. En el discurso de Jorge Bejarano se identificaron estos tres destinatarios en diversos contextos.
Por otra parte, se usó el concepto de comunidad epistémica de Teun van Dijk y los planteamientos que presenta este autor con respecto al análisis de la prensa, medio de expresión por excelencia de Jorge Bejarano. Van Dijk parte del hecho de que la noción de episteme —saber o conocimiento verdadero según su acepción clásica— no debe entenderse simplemente como un “conocimiento compartido”, sino que dicho concepto debe definirse en términos socioculturales a partir de los criterios y estándares que la comunidad construye sobre ese conocimiento. Lo anterior significa