El nuevo gobierno de los individuos. Danilo Martuccelli

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El nuevo gobierno de los individuos - Danilo Martuccelli

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las conductas.

      Surge así una brecha importante entre la percepción ordinaria que los actores tienen de un mundo que desafía toda lógica estricta de control y muchas representaciones analíticas que aún predican la existencia de un proyecto totalizador de control. Muchos de estos análisis, ante el inevitable reconocimiento del movimiento detrás del orden, de las múltiples fallas diarias del poder, de los difíciles ejercicios de la autoridad (Araujo, 2016), se ven obligados, más o menos subrepticiamente, a reintroducir versiones actualizadas de la teodicea o de la astucia de la historia con el fin de revertir los significados de todos estos hechos, interpretándolos como formas de recuperación o caos organizado. Solo a este precio son capaces de hacerlos compatibles con la idea de un control total y absoluto.

      Si todas las fronteras construidas (Estados, instituciones, roles, reglas, sanciones) buscan constantemente restringir la elasticidad de la vida social, se trata de un trabajo siempre inacabado porque ontológicamente inacabable. En función del tipo de acción estudiada o del ámbito de la realidad abordada, la articulación es distinta. Pero cada vez, incluso desde modalidades diferentes, lo que es constante es la triada fundadora del gobierno del individuo: la irreductibilidad problemática de las acciones heterogéneas, el incremento de los controles, y la transformación de los consentimientos.

      [3.] Volveremos sobre esto más adelante, pero ilustremos esta tensión a través del consumo, una de las prácticas sociales más sometidas a control en el mundo de hoy que es, al mismo tiempo, uno de los más sorpresivos ámbitos de iniciativa individual y de acciones heterogéneas. En el caso del consumo, el control pasa por un juego de seducción permanente. Se vigilan las conductas satisfaciéndolas y no reprimiéndolas. Aquí reside la verdadera paradoja del consumo: como lo indicó Zygmunt Bauman (1988), el momento de la compra transmite un sentimiento de libertad (de elegir) que contrasta fuertemente con lo que de ordinario los individuos experimentan en otras actividades sociales9. El individuo escoge. Cierto, su elección opera en medio de un universo bajo fuerte control y en medio de un abanico reducido de productos (y coacción de precios...), pero ello no impide a los actores experimentar un momento de libertad. Un paradójico momento de libertad. Aún más, el consumo es un ejemplo de la posibilidad de acciones heterogéneas en medio de situaciones asimétricas de poder o de coacción del consentimiento. Para designar algunas de estas prácticas a nivel del consumo, Michel de Certeau (1980) habla de tácticas o de astucias por las cuales los individuos invierten o neutralizan los controles, como cuando una ama de casa hace sus compras con su lista de productos en la mano, una táctica que le permite, al recorrer el supermercado desde una trayectoria autocentrada, neutralizar las estrategias del marketing. Obviamente, los controles de los grandes grupos económicos y la proliferación de estrategias de marketing no pueden ser subestimados, sin embargo, éstos no son ni ilimitados ni todopoderosos.

      Contra todos aquellos que, mayoritariamente desde un pensamiento crítico que se nutre de los trabajos pioneros de la Escuela de Frankfurt, leen el consumo como una confiscación de la libertad de los individuos, el análisis de las prácticas arroja resultados menos unívocos. No solo el consumo tiene múltiples significaciones sociales a nivel de las relaciones interpersonales, sino que muchos individuos son en parte conscientes de la complejidad creciente de las técnicas de control a las cuales son sometidos cuando consumen. No todos se vuelven críticos y partidarios del consumo responsable, pero muchos desarrollan una actitud de sigilo frente a él. Cierto, en sus conductas se pliegan a muchos controles fácticos, pero lo hacen a través de una conciencia ambivalente. Algunos, como en la célebre imagen de la Odisea reelaborada por Theodor Adorno y Max Horkheimer (1974), se tapan con cera los oídos para no escuchar el canto de las sirenas; otros, como en la relectura que Jon Elster (1979) dio de la estrategia de Ulises, se atan al mástil para poder resistir, pero sin privarse del canto de las sirenas. Pero en la mayoría de los casos, ello no impide la eficacia de los controles. Es esto lo que tendremos que comprender.

      * * *

      En este capítulo hemos presentado una estrategia para repensar, tomando en cuenta las características ontológicas de la vida social y su irreductible elasticidad, la cuestión del gobierno de los individuos. Pero una vez estipulados estos principios es indispensable dar cuenta, desde una perspectiva histórica, de lo que hemos por el momento solo rápidamente esbozado como el gran cambio tendencial contemporáneo en lo que al gobierno de los individuos se refiere: la primacía de los controles sobre las creencias y las jerarquías. Es lo que abordaremos en el próximo capítulo.

      2 Esta tensión ha sido, en todo caso, el origen de la gran paradoja de la sociología. En el momento mismo en que establece sólidamente, desde un punto de vista intelectual, la separación entre el pasado y el presente, la tradición y la modernidad, los sociólogos han creído posible establecer también una comprehensión totalizante sobre nuevas bases. En el mismo momento en que se lograba pensar históricamente la experiencia fundadora de la modernidad, sorprendentemente se la abandonó con el subterfugio de una representación del orden social que encuentra en la idea de sociedad su formulación más acabada y durable (Martuccelli, 2014a y 2014b).

      3 La cuestión de la elasticidad de la vida social ha sido ampliamente descuidada por la mayor parte de las teorías sociales –comenzando por el pragmatismo. Si éste tiene razón cuando subraya que la acción no debe estudiarse sino a través de sus consecuencias, da empero a entender que la corrección de las conductas por el entorno (el retorno de realidad) es más o menos inmediato y, por lo tanto, poco problemático (Martuccelli, 2014a). La metáfora de la elasticidad obliga a una toda otra mirada.

      4 Notemos sin embargo que, a estas dos grandes modalidades, La Boétie añade una tercera: la sumisión voluntaria.

      5 Digámoslo de paso. Lo más asombroso, y tantas veces señalado, es que en la concepción weberiana no hay prácticamente espacio para la autoridad propiamente democrática, o sea horizontal y crítica entre ciudadanos iguales y libres (sino bajo la forma, particular, de la racionalidad jurídica y técnica).

      6 En sus versiones más consecuentes, este enfoque rechaza, por razones metodológicas, todo intento por analizar la totalidad e incluso explicar su regulación estructural de ciertas prácticas (Friedberg, 1993). Sin embargo, es más fructífero evitar disociar radicalmente, como Chazel (1983) lo ha subrayado, el poder y la dominación; la noción de poder se limitaría al solo nivel de la acción, mientras que la noción de dominación sería un fenómeno estructural. Preservando sus diferencias analíticas, más vale estudiar, por un lado, las vinculaciones entre la concepción relacional del poder y el papel condicionante de las estructuras sociales, especialmente a causa de la distribución desigual de los recursos, y, por otra parte, reconocer el rol generador o transformador del poder frente a las estructuras de dominación.

      7 Delimitar esta dinámica exige evitar una doble dificultad. Por una parte, es indispensable liberar el análisis sociológico de toda veleidad funcionalista y de la ilusión de un mundo social en el cual cada elemento tendría una razón de ser, necesaria y suficiente. Por otra parte, es también importante liberarse de la idea de una vida social que sería constantemente preocupada por el sentido de su continuidad, exigiendo entonces un trabajo permanente de parte de los actores a fin de regular y coordinar sus conductas. Esas dos representaciones plenas de sentido común, el orden estructural y el orden interaccionista, no permiten, precisamente, aprehender las características específicas de la vida social, su maleabilidad resistente, y las maneras cómo, desde ella, opera el gobierno de los individuos. Para un desarrollo pormenorizado de estos puntos, cf. Martuccelli (2001, 2005 y 2014a).

      8 Los primeros ensayos a nivel de esta inflexión pueden rastrearse en la llamada teoría de las relaciones humanas, de Elton Mayo, desde fines de los años 1920.

      9 Con el tiempo, la posición de Bauman en lo que respecta al consumo ha variado sustancialmente: el autor ha descuidado cada vez más

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