Humanos, sencillamente humanos. Felicísimo Martínez Díez

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Humanos, sencillamente humanos - Felicísimo Martínez Díez Frontera

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de culpa bien sea por la vía del perdón o bien por la terapia psicológica.

      Los itinerarios se distancian cuando en el ensayo religioso sobre la salvación aparecen las categorías de pecado, redención, justificación. Aquí comienza la confusión de lenguas entre la religión y la ciencia, entre teólogos y científicos. Vuelve a suceder aquí lo que sucedió ya en la famosa historia de la torre de Babel. El relato bíblico subraya la confusión de lenguas como la expresión suprema del caos social. El fenómeno se repite hoy: hay una confusión de lenguajes cuando la teología y el transhumanismo hablan de mejora humana, de salvación, de inmortalidad.

      El divorcio de los dos ensayos se va intensificando a medida que aparecen las cuestiones sobre lo que significa el ser humano, la mejora humana, la calidad de vida, la verdadera felicidad. Pero el divorcio es casi total cuando se trata de abordar el desafío de la muerte o de hacer propuestas sobre la vida más allá de esta vida. La diferencia entre la inmortalidad terrena preconizada por algunos representantes del transhumanismo y la resurrección confesada por las iglesias cristianas es muy grande. Esta distancia es un desafío para el diálogo entre la razón y la fe, la ciencia y la religión. Aquí el salto es verdaderamente cualitativo.

      Hoy es frecuente hablar de «giro copernicano» en referencia a los cambios radicales que se están produciendo en la ciencia y la tecnología y, por consiguiente, en la sociedad. Se trata de cambios tan radicales que cuestionan tradiciones seculares y visiones del mundo otrora consagradas. Dichos cambios dan lugar de forma casi inmediata e insensible a nuevas visiones de la realidad, a nuevas cosmovisiones. Debido al progreso científico y al desarrollo de las nuevas tecnologías está teniendo lugar un verdadero «giro copernicano» en la visión de la realidad, sobre todo, en la visión de la identidad humana.

      La teoría heliocéntrica de Copérnico ha dado nombre a la expresión «giro copernicano». Efectivamente, fue un punto de inflexión en la historia de la ciencia, punto de arranque para la astronomía moderna. Cambió la visión del mundo, supuso una verdadera revolución científica. Fue un giro radical de la ciencia. Desde entonces una revolución científica, un giro radical en el conocimiento y en la ciencia se suele calificar como «giro copernicano». Así se calificó a la filosofía de E. Kant, porque suponía un salto cualitativo en el pensamiento filosófico occidental, en la interpretación del conocimiento y de la realidad. En el prólogo a su Crítica de la razón pura, el mismo E. Kant compara el giro que supone su obra en filosofía al giro que supuso la teoría heliocéntrica de Copérnico en la astronomía.

      Siguiendo con la misma metáfora, es razonable afirmar que las propuestas del transhumanismo deben ser consideradas como un verdadero «giro copernicano». Suponen una interpretación teórica y práctica radicalmente nueva del ser humano y de la realidad que lo rodea. Este giro no es el resultado de altas elucubraciones metafísicas; es resultado de acelerados y profundos cambios en el conocimiento científico y en el desarrollo tecnológico. De ahí la necesidad de tomar una postura adecuada frente a la ciencia y frente a la técnica. Ni tecnofilia ni tecnofobia.

      Hoy se habla también con frecuencia de «un punto de inflexión» cuando las cosas toman un giro totalmente nuevo. La expresión puede referirse a una simple conversación, cuando se cambia de tema o de tono de forma violenta. Puede referirse –y esto es más serio– a la vida de una persona, cuando las circunstancias o la propia orientación de la vida experimentan un cambio radical. Puede referirse a la marcha política, social, económica de un país, de un continente o de este mundo global, cuando los cambios atacan a los fundamentos de la cultura. Entonces el punto de inflexión se convierte en un verdadero giro copernicano. Un punto de inflexión de este tipo lo preconizan quienes conocen a fondo o simplemente se asoman a los postulados y las promesas del transhumanismo. Lo que se preconiza es un posthumanismo.

      Cuando tienen lugar cambios tan radicales en la vida de las personas y de la sociedad, cuando tienen lugar verdaderos giros copernicanos, aparecen toda clase de reacciones. Lo estamos comprobando a medida que se va expandiendo la información sobre el transhumanismo y el posthumanismo. Aparece en algunas personas –científicos o no– el entusiasmo desbordado y la seguridad de que, al fin, el paraíso está a las puertas y la conquista de la felicidad plena es cuestión de días. En otras personas aparece el miedo y hasta el pánico irracional pensando que el fin del mundo está próximo y que la catástrofe apocalíptica es inevitable. Y otras personas reaccionan con prudencia y procuran mantener la calma. Saben por la historia que todos los descubrimientos han tenido su lado positivo de progreso y su lado negativo de riesgos. Y saben que, de alguna forma, el hecho de que prevalezcan los beneficios del verdadero progreso o las fatales consecuencias de los riesgos que el progreso lleva consigo, depende, en definitiva, del ejercicio responsable de la libertad humana.

      Eso sí, desde ahora conviene decir que el giro copernicano del que estamos hablando es tan profundo y radical que no es comparable a ninguno de los anteriores en la historia. El progreso de la ciencia y el desarrollo de la tecnología están adquiriendo tal poderío que la propia libertad humana, la propia responsabilidad, parecen incapaces de controlar tales procesos. Crece la convicción de que no tenemos ética para tanta ciencia y tanta técnica. Quizá lo más nuevo de la situación consiste precisamente en que los descubrimientos de la ciencia y el desarrollo de la tecnología están traspasando los límites de la libertad. Son de tal poderío y trascendencia que traspasan con mucho el ámbito de la libertad y de la responsabilidad de las personas. Quienes se asoman a los postulados y a las promesas del transhumanismo y del posthumanismo presienten que la ética ya no da de sí para gestionar esta situación, que no tenemos ética para tanta técnica, que no podemos prever ni controlar las consecuencias de estos descubrimientos científicos y de estas posibilidades tecnológicas. Y no por falta de voluntad, sino por falta de capacidad.

      Pero, ¿qué es eso del transhumanismo o del posthumanismo para que suponga tal giro copernicano, tal punto de inflexión en la historia de la humanidad? ¿Cuáles son sus propuestas para auspiciar un cambio tan radical en la vida humana? ¿De qué progreso científico y desarrollo tecnológico se trata?

      No es lo mismo decir transhumanismo que decir posthumanismo. El primero es una especie de puente hacia el segundo. El transhumanismo es ese tramo laboral y temporal que la ciencia y la técnica deben recorrer para dar paso al advenimiento del posthumanismo. El transhumanismo es lo provisional; el posthumanismo es lo definitivo, si es que cabe hablar de lo definitivo. Lo que sí será definitivo, según las promesas del transhumanismo, será la superación de eso que hasta ahora se ha llamado el humanismo, cristiano o no cristiano. El humanismo, incluso el más moderno e ilustrado, será superado por el posthumanismo.

      Después del transhumanismo vendrá el posthumanismo. Como el propio nombre indica, el posthumanismo supone el paso de la humanidad hacia una etapa radicalmente nueva. Se puede hablar de la «nueva humanidad», de la «posthumanidad», pero siempre metafóricamente, puesto que la humanidad que conocemos habrá desaparecido. Será un nuevo estadio que apenas podemos imaginar, puesto que no tenemos experiencias que nos permitan imaginarlo y definirlo. En este sentido, se puede afirmar que ni siquiera es posible proyectarlo y diseñarlo. El progreso científico y el desarrollo tecnológico nos irán llevando de sorpresa en sorpresa. En buena lógica los transhumanistas más radicales consideran que incluso se dejará de hablar de la humanidad. Pues lo que aparecerá en el posthumanismo será otra cosa distinta a lo que actualmente entendemos por humanidad.

      ¿Podemos imaginar un cambio más radical que el que supone para una persona el hecho que su identidad (conciencia, conocimientos, experiencias, recuerdos...) sea copiada y cargada (uploading) en un mega ordenador, liberándola del sustrato biológico, algo así como mandar esa identidad a la nube? ¿Podemos imaginar siquiera cuál será la consciencia que el futuro sujeto puede tener de su identidad? ¿Es posible imaginarse qué género de humanidad o post-humanidad será esa? Es solo un ejemplo de los cambios radicales que el transhumanismo pronostica para la etapa definitiva del posthumanismo.

      De entrada, el transhumanismo ve ese futuro

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