Tocado y transformado. Margarita Burt

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Tocado y transformado - Margarita Burt

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comeré, para que te bendiga antes que muera”

      Gn. 27:4

      ¡Jacob había conseguido la primogenitura y ahora quiso conseguir la bendición! En esta empresa tuvo una aliada, su madre. Rebeca conspiró con él para engañar al padre y robar al hermano: “Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte” (vs. 9-10). ¡Muy bonito! ¿Cómo puede amar Dios a una persona así? “Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Romanos 9:13).Tiene que ser uno de los versículos más difíciles de entender en toda la Escritura. ¿Dios es injusto? ¿Puede odiar a una persona? ¿Prefiere al que hace lo malo antes que a la víctima? La única conclusión a la cual podemos llegar es que este texto es una manera muy humana de decir que Dios es soberano. No es arbitrario. No es incomprensible. A la hora de la verdad prefiere a alguien que valora su bendición más que a alguien que no, aun si esa persona está cargada de pecado. El peor pecador, aunque robe, engañe y mienta para conseguir la bendición de Dios, puede conseguirla, pero no sin pasar por una disciplina muy fuerte. En el camino, Dios hará justicia. Pero siempre premia al que le busca de todo corazón, aunque esa persona sea abominable. Este es el evangelio.

      Tú eres malo. Pero deseas a Dios de todo corazón y no sabes exactamente cómo llegar a Él. Temes que te vaya a despreciar porque no eres digno, ¡pero no te desesperes! Dios ama al pecador que le busca, y Jacob es la prueba.

      Conocemos el resto de la historia. Lo único que le preocupaba a Jacob era ser descubierto. Al cual le contesta su madre: “Hijo mío, sea sobre mí tu maldición” (v. 13). Efectivamente, la maldición cayó sobre ella, pero no en aquel momento. Dios también hizo justicia con ella. Cuando el complot fue descubierto, su madre le avisó y Jacob tuvo que huir para salvar su vida de la ira de su hermano. Estuvo fuera muchos años y, cuando volvió, su madre ya había muerto. Rebeca no volvió a ver más al hijo a quien tanto amaba.

      Estas historias son muy duras, como la vida misma. No son cuentos de hadas. Al contrario, nos horrorizamos por la falta de integridad de estos personajes hasta que nos damos cuenta de que no somos mejores. El único bueno, justo y perfecto de la película es Dios. Nos preguntamos: “¿Cómo puede amarnos dado cómo somos?” ¡El género humano está podrido hasta la médula! Todo lo que hacemos está corrompido por nuestro egoísmo. Esto hace que nos maravillemos aún más cuando pensamos en el deseo del Señor Jesús de sacrificarse por amor a nosotros. No tiene explicación.

      5

      LA BENDICIÓN

      “Isaac se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto; sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren”

      Gn. 27:27-29

      “La bendición” no son meras palabras. Tampoco es magia. No conlleva poderes especiales, ni la capacidad para hacerse realidad. El poder de su cumplimiento no procedió de Isaac. La bendición era una profecía inspirada por el Espíritu Santo acerca de lo que Dios iba a ser para Jacob y sus descendientes los judíos a lo largo de la historia. Era como la bendición que Zacarías pronunció sobre su hijo Juan el Bautista en el tiempo de su nacimiento: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lc. 1:76-80). Es una profecía de Dios y, como toda profecía, se cumple no porque el que la escucha tiene fe, ni porque la persona que la pronunció puede hacer que ocurra, sino porque Dios lo ha dicho. Es Palabra de Dios. Lo que Él dice, lo hará: “Yo vigilo sobre mi palabra para que se cumpla” (Jer. 1:12; BTX).

      Lo que Dios prometió a Jacob fueron riquezas y poder (vs. 28-29). También le prometió que los judíos dominarían sobre las naciones vecinas (v. 29). Y también que aquellas que se alinearan con Israel serían bendecidas por Dios y que las que se opusieran serían malditas (v. 29). Son promesas y profecías de largo alcance.

      La historia ha mostrado la veracidad de esta profecía. ¿Dónde están los amorreos, los heteos, los ferezeos, los jubuseos y los heveos hoy día? Han desaparecido juntamente con otros pueblos e imperios. Muchas de las naciones mencionadas en el Antiguo Testamento han desaparecido, pero Israel permanece aun a pesar de feroces persecuciones desde el tiempo de la conquista de Asiria hasta el holocausto en la Alemania de Hitler y la Guerra de los Siete Días (que Israel ganó a pesar de no tener ninguna posibilidad de victoria). En 1948, Israel se restableció como nación y continuará existiendo como tal hasta el final de los tiempos.

      Jacob conocía el valor de la bendición y la buscó usando el engaño y la mentira. La consiguió mostrando una terrible falta de respeto a su padre, defraudando a su hermano y dividiendo a la familia. ¡Y Dios se la dio!

      Preguntémonos: ¿Merezco yo las bendiciones que tengo en Cristo? ¿Cómo las he conseguido? ¿Sé cuáles son? ¿Las valoro?

      6

      JACOB HUYE

      “Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán”

      Gn. 27:42-43

      Rebeca continúa controlando y manipulando a su marido Isaac. Como pretexto para conseguir que acepte su plan, le convence de que Jacob necesita casarse con una mujer creyente y de que, para buscarse esposa, debería ir a la familia de su hermano en Harán, en un viaje de unos 800 km. Lo que realmente quiere es ayudarle a escapar de la ira de su hermano. Utiliza a Dios para fines propios. Isaac es convencido y envía a Jacob a casa de Labán con su bendición: “Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos; y te dé la bendición de Abraham, a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham” (28:3, 4). Cuando Esaú se dio cuenta de que sus padres no estaban contentos con sus esposas paganas, pensó agradarles tomando otra esposa que fue la hija de Ismael, hermano de su padre. Así que la línea de Esaú se mezcló con la línea de Ismael, mientras el linaje de Jacob descendería de los parientes de Abraham en Harán.

      “Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán” (v. 10). Al dejar la tierra de la promesa, Dios se le apareció a Jacob en sueños para ratificarle personalmente la promesa que había hecho a Abraham e Isaac. Dios es un Dios personal. No es suficiente creer en el Dios de tus padres y abuelos. Él tiene que ser tu Dios también; y, a este fin, Dios se manifestó a Jacob para ratificar el pacto que había hecho con su padre y su abuelo. Dios tomó la iniciativa en este encuentro. Jacob no le estaba buscando en aquel momento aunque, de manera carnal, ya había mostrado que quería la heredad y la bendición divinas. Ahora Dios viene a él. Es su primer encuentro con Dios: “Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella” (v. 12). Dios se revela como el Dios de Abraham e Isaac. Años más tarde, Dios se revelará como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y se quedará con este nombre para siempre; pero ahora Jacob tiene que llegar a conocerle. Él es el Dios que viene a

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