Tocado y transformado. Margarita Burt

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Tocado y transformado - Margarita Burt

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      “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y tu descendencia” (v. 13). Dios prometió la tierra a Abraham. Vivía en ella como extranjero, siendo dueño solo de la tumba donde enterró a Sara. Su hijo Isaac vivió en la tierra, también como extranjero y peregrino. Jacob había nacido allí e iba a heredar todo cuanto tenía Isaac, y ahora Dios le ratifica la promesa. ¿Promete Dios y no da? Periódicamente repite la promesa para refrescar nuestra memoria, porque tarda en venir. ¡Lo que realmente había prometido a Abraham fue que iba a heredar el mundo! (Ro. 4:13); pero aquella promesa, por su misma naturaleza, solo puede cumplirse después del retorno de Cristo. Dios no da menos de lo prometido, sino más; pero de forma diferente de lo que nosotros pensamos.

      7

      JACOB EN BET-EL

      “Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra,

      y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios

      que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba

      en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado

      te la daré a ti y tu descendencia. Será tu descendencia

      como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente,

      al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra

      serán benditas en ti y en tu simiente”

      Gn. 28:12, 14

      Allí en Bet-el, huyendo de su hermano por haberle despojado de lo más valioso que tenía, lejos de su hogar, emprendiendo un viaje que le llevaría al lugar donde Dios trabajaría su carácter por medio de alguien aún más engañador que él, Dios se aparece al solitario viajero. Fue su primera noche fuera de casa. Se acostó en tierra con una piedra por almohada y tuvo una visión. En ella, Dios le prometió abundancia de descendientes y que todo el mundo sería bendecido por medio de uno de ellos, Jesús, quien iba a traer salvación y vida eterna a todos los que deseen recibirla de toda nación, pueblo y lengua de la tierra por medio de Él. Él es la escalera que sube al cielo, el enlace entre Dios y el hombre: “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:49-51).

      Jesús es la Puerta al Cielo, es el Camino que nos conduce allí, es la escalera para subir a Dios: nadie viene al Padre si no es por Él (Juan 14:6). Es el único acceso. Él es quien nos pone en contacto con Dios, nos mantiene en comunión con Él, y al final nos llevará para estar con Él. Nos abre la puerta al mundo invisible. En Él tenemos el Cielo abierto y acceso al Padre. Descendió del Cielo para abrirnos el Cielo, y es lo que estaba haciendo por Jacob allí en Betel.

      “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (v. 15). Dios va a guardar su salida y su entrada (Salmo 121:8), tal como lo hace con cada uno de nosotros en nuestro peregrinaje. No nos dejará hasta no cumplir todo lo que nos ha prometido. Jacob estará fuera durante muchos años. Muchas cosas le pasarán. Será tratado injustamente, será odiado, su corazón será quebrantado, y perderá lo que más amaba antes de volver a casa; buscarán su vida para matarle; pero, todo el tiempo, Dios estará con él, guardándole. Por la gracia y la misericordia de Dios, Jacob volverá un día a la tierra que ahora está abandonando por su pecado, pero no será el mismo Jacob. Dios habrá tratado con el pecado en él, pero sin destruirle.

      Dios ha prometido a Jacob la tierra y muchos descendientes, que bendecirá a todo el mundo por medio de uno de ellos y que estará con él en su peregrinaje y lo traerá de nuevo a la tierra prometida. ¿Qué más podía pedir? La bendición que su padre había pronunciado sobre él fue real. Y también lo es el Dios de su padre.

      8

      MÁS CERCA, OH DIOS, DE TI

      “Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella”

      Gn. 28:11-13

      ¡Más cerca, oh Dios, de Ti, más cerca, sí!

      Aunque una dura cruz me levanta a mí,

      será mi canto aquí: Más cerca, oh Dios, de ti.

      ¡Más cerca, sí!

      Y si cual Israel, rendido el pie,

      en piedra de Betel, me recosté,

      en sueños aún te vi, y estuve junto a ti.

      ¡Más cerca, sí!

      La escala sigo yo, que al cielo va;

      por gozo o por dolor, quiero ir allá.

      Un ángel venga a mí, para ir con él a ti.

      ¡Más cerca, sí!

      Y luego al despertar, te alabaré;

      de gracias un altar, levantaré.

      Mi corazón allí, más cerca está de ti.

      ¡Más cerca, sí!

      Y cuando al fenecer, volando allá

      con inmortal placer, te vea, ya.

      Mi canto será allí: Más cerca, oh Dios, de ti.

      ¡Más cerca, sí!

      Himnario de las Iglesias Evangélicas en España, pág. 130

      No sabemos si lo que Jacob quería era estar más cerca de Dios o solamente tener la bendición de Dios; sospechamos que esto último. ¡Poco soñaría lo que ésta le iba a costar! Tendría que estar veinte años fuera de casa siendo engañado y maltratado, enfrentarse con la muerte y, finalmente, con Dios mismo, en una batalla de lucha libre. ¡Nunca estuvo Dios más cerca de él que cuando luchó con él para llevarle al extremo de sí mismo! Pues lo que nos separa de Dios no es el espacio, sino nuestro carácter pecaminoso; y, si queremos estar cerca de Dios, Él mismo tiene que tocarnos y cambiarnos; doloroso proceso, pero esto sí nos lleva más cerca de Él. Cantemos la primera estrofa con esto en mente.

      9

      JACOB CONOCE A RAQUEL

      “Siguió luego Jacob su camino, y fue a la tierra de los orientales. Y miró, y vio un pozo en el campo”

      Gn. 29:1-2

      Jacob llegó a Padan-aram y Dios lo tenía todo preparado para su llegada. Preguntó por su tío Labán y, mientras aun hablaba, he aquí apareció su hija Raquel, ¡la esposa que

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