Tocado y transformado. Margarita Burt
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Después de trabajar para él durante un mes, Labán le preguntó qué quería que le pagase por su trabajo y Jacob contestó que trabajaría siete años a cambio de Raquel, porque se había enamorado de ella, pues “Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer” (v.17). Labán tenía dos hijas, pero la mayor no era guapa como su hermana menor. Así que Jacob trabajó siete años para conseguir a Raquel por esposa. Tanto la quería que el tiempo pasó volando.
Durante siete largos años, Labán fue afable con Jacob, sabiendo todo el tiempo que le iba a engañar. Detrás de su trato amable hacia su sobrino escondía un plan cruel que le traería sufrimiento a este durante toda la vida. Jacob había engañado a su hermano y ahora Labán le iba a engañar a él. Dios pone a gente en nuestras vidas para devolvernos lo que nos merecemos. Cosechamos lo que sembramos. Tenemos que encontrar a personas tan embusteras como nosotros para quebrantarnos y ser transformados. Jacob estaba en la línea de la bendición, ¡y esto era parte integral de la bendición! Ahora Dios estaba trabajando su carácter para hacer de él una persona honesta. La disciplina de Dios es dolorosa; no nos deja con nuestros hábitos pecaminosos. Nos tiene que cambiar. De eso se trata la vida: de conocer a Dios y cambiar. Jacob tenía dos asignaturas pendientes, ¡pero Dios estaba en ello!
Después del maravilloso banquete de bodas que, sin duda, fue acompañado con mucha bebida, en la oscuridad de la noche, escondida detrás del velo que le cubría la cara, estaba Lea, la otra hija de Labán, la no muy agraciada. La luz de la mañana reveló lo que Labán había hecho; ¡Jacob había dormido con la mayor!, la no amada; pero ya era tarde, el matrimonio ya se había consumado.
Jacob se puso furioso. El engañador había sido engañado. Parece que había heredado el carácter de su tío. Su madre era igual. El engaño fue el pecado por excelencia de la familia. Ahora tendría que trabajar otros siete años para conseguir a Raquel. Lo hizo, y finalmente se casó con el amor de su vida. Ahora Jacob tenía dos esposas, una a la que amaba y otra a la que no. El quebrantamiento de corazón y el sufrimiento estaban de camino.
Pregunta para reflexionar: ¿Me veo reflejado en algunas de las personas que Dios ha traído a mi vida?
10
¡DOS ESPOSAS!
“Y dio Labán a Raquel su hija su sierva Bilha por criada.
Se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea”
Gn. 29:29-30
Al meditar en esta historia pueden surgir ciertas preguntas, por ejemplo: ¿Apoya la Biblia la poligamia? No. La hace constar como hecho histórico y relata los resultados trágicos que produce. ¡Dios usó la poligamia para dar origen a las doce tribus de Israel! ¿Utiliza Dios el pecado para cumplir sus propósitos? Sí. La crucifixión de Cristo es el ejemplo supremo: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23). ¿Aprueba Dios el pecado? No. ¿Encaja en su plan eterno? Sí. ¿Esto lo podemos entender? No. Absolutamente todo en la historia de la raza humana está impregnado con el pecado. Dios lo toma en cuenta y lo incorpora en sus propósitos. Su obra se lleva a cabo dentro de la realidad de nuestra condición humana. Utiliza el pecado en nuestras vidas y el pecado cometido contra nosotros para realizar lo que tiene en mente. Utilizó el pecado de Labán para quebrantar a Jacob. Utilizó el pecado de Jacob para cumplir su obra en su madre y en su hermano. Su padre también pecó al permitir el favoritismo en su hogar. Y el resultado es todo esto que estamos viendo ahora, porque el pecado de una sola persona es un enredo que tiene consecuencias que afectan muchas vidas. Jesús vino para desenredarlo todo: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
Pues aquí está Jacob con dos esposas. Una de ellas, Raquel, no puede tener hijos, lo mismo que le había pasado a Rebeca (Gn. 25:21) y lo mismo que le había pasado a Sara (Gn. 17:17). La línea santa no vino sino con intervención especial de parte de Dios. Estas mujeres dieron a luz a pesar de su esterilidad natural, por obra directa de Dios, pero no sin mucho sufrimiento previo, porque Dios creó a la mujer para reproducirse y ella lleva este deseo muy adentro. “Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero” (Gn. 30:1).
Dios está dando hijos a Jacob en la tierra de su peregrinaje. De Lea: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón; de Bilha, sierva de Raquel: Dan, Neftalí; de Zilpa, sierva de Lea: Gad, Aser; de Raquel: José, Benjamín. Dios usó la rivalidad entre las dos hermanas para que deseasen tener más hijos, aun por medio de sus siervas, algo que se hacía con frecuencia en aquellos días. Sara había utilizado este método y el resultado fue Ismael. Ahora Lea and Raquel están usando este método y el resultado son las doce tribus de Israel, los doce hijos de Jacob. ¿Por qué en el caso de Sara lo censuramos, pero en el caso de Lea y Raquel no? ¿Es porque el caso de Sara resultó en un rival para el hijo de la promesa, pero en el caso de estas dos hermanas el resultado fue para la bendición de Israel, para fundar la nación? ¿Acaso depende del resultado?
Toda la historia de estos nacimientos está marcada por rivalidad, celos, envidia, desprecio, dolor, odio, frustración, enfado y egoísmo. ¡Pero el resultado fue el pueblo de Dios! “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveramos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:1-2). Si no fuese por la gracia de Dios a pesar de nuestro pecado, no habría ningún Israel, y no existiríamos ninguno de nosotros. Dios nos habría fulminado a todos. La gracia de Dios en medio de nuestro pecado nos sobrecoge. Es el único trasfondo humano que hay, y es el que Dios usa para prepararnos para recibir el evangelio. Jesús vino al mundo para salvar a pecadores.
11
LEA
“Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos;
pero Raquel era estéril”
Gn. 29:1
En Kenia, la práctica de poligamia está muy extendida. Algunos hombres tienen veinticinco hijos de tres o cuatro mujeres. Si eres una de estas esposas y te conviertes al Señor, ¿qué perspectivas de felicidad matrimonial tienes? ¿Dónde vas a encontrar la felicidad? En criar a tus hijos, en formar parte de la iglesia de Dios, en servir a otros, en los consuelos del Espíritu Santo y en tu esperanza del futuro.
Lea era una mujer que compartía a su marido con su hermana. Mejor que las dos criadas que tuvieron hijos con Jacob y ni siquiera eran esposas. No tenían derecho a nada. ¡Qué vidas! Sin embargo, ¡Dios lo permitió y lo usó para la edificación de Israel! En total Jacob tuvo doce hijos varones, de los que procedieron las doce tribus de Israel. ¡Qué comienzo para una nación! Nació en el pecado y engaño humanos. Jacob se casó con Lea porque su padre le engañó. ¿Cómo puede esto ser la voluntad de Dios? ¿Por qué no empezó su pueblo con Raquel? ¿Por qué no tuvo ella los doce hijos? ¡Y pobre Jacob!, la mujer de su vida le es negada durante años, finalmente se casa con ella, y no pueden tener hijos. Él ora y Dios le concede un hijo. Tienen unos años de felicidad matrimonial, con rivalidad y celos de parte de la hermana, cuando Raquel se queda en estado otra vez, ¡que ilusión y felicidad!, y resulta que muere en el parto. Joven, bella, enamorada, y la vida se le escapa de los dedos. Jacob la llora el resto de su vida. Pero el niño vive y es la decimosegunda tribu de Israel, Benjamín. ¿Qué plan de vida es este? ¿Cómo puede Dios permitir estas cosas?
Evidentemente, la meta no es