Fidelidad, guerra y castigo. Sergio Villamarín Gómez

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Fidelidad, guerra y castigo - Sergio Villamarín Gómez

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gaste tot lo que convinga ab la descència que es pertany, procurant emperò, ab aquella que es gaste lo menys se puga per excusar gasto al general. Y per quant, per la ocurrència present de les guerres y calamitats del temps, no y·a effectes alguns de drets vells de dit general, que segons dits eixemplars se acostumen y dehuen pagar dits gastos, y estos ser presisos, necesaris e inescusables, y que esten effectes en drets nous de dit general, dels quals es poden lliurar y pagar dites mil y cinc-centes liures…

      Cantidad que consideran imprescindible para llevar a cabo el recibimiento decorosamente y que, en consecuencia, será utilizada enteramente.

      La entrada oficial de Carlos III en Valencia se produjo finalmente el domingo 10 de octubre, motivando las habituales luminarias los días 10, 11 y 12. Los diputados, arrastrados por el ambiente festivo y la necesidad de sumarse a las celebraciones para no quedar señalados, las asumieron como gasto extraordinario contando con que si se realizaba con moderación, no tendrían problemas en ser aprobadas por el propio Carlos III.63 Pasadas la euforia y las conmemoraciones, la presencia del rey en Valencia supuso un reforzamiento de lo actuado por Cardona hasta su llegada. La estabilidad alcanzada con su respetuosa actitud hacia los grupos sociales que manejaban los resortes institucionales, fue un logro demasiado valioso para las nuevas autoridades, que olvidaron, si es que alguna vez pretendieron otra cosa, las exenciones que les granjearon el favor popular y permitieron su acceso al poder.64

      3.1 Cargas militares y depuración de desafectos

      La presencia de Carlos III convirtió a Valencia en el centro de operaciones austracista en la península. Hasta aquí se desplazó el consejo de guerra del archiduque, que celebró su primera reunión el 30 de octubre de 1706.65 Lejos de la toma de decisiones de un conflicto europeo, la Generalitat continuó como responsable de la casa de las armas manteniendo el flujo armamentístico hacia aquellos lugares que lo requerían. La primera petición66 fue consecuencia de una certificatoria remitida por el secretario de Carlos III, Vilana Perlas,67 solicitando 508 balas para la capitanía de Cartagena, entregadas bajo la habitual promesa de restitución. El 29 de octubre se prestaron 400 balas más, de nuevo a petición del secretario. La defensa de ciudad de Xàtiva demandó 25 barriles de pólvora, con idéntico peticionario. El 3 de diciembre fueron 40 fusiles para armar soldados, siendo la última petición 70 fusiles solicitados por Simón Carroz para el servicio del rey con vistas a la campaña austracista de primavera.68 La llegada del invierno y la preparación de la campaña de 1707, así como la propia presencia del rey, favorecieron la estabilización de los frentes, la disminución de las escaramuzas entre ambos ejércitos y por consiguiente una disminución en las demandas puntuales de armamento.

      Siguiendo la línea marcada durante su estancia en Barcelona, Carlos III aprovechó su presencia –una actuación similar encabezada por el virrey en tan complicada situación militar y social hubiera sido una imprudencia– para influir en las instituciones y el gobierno del reino a través de una junta de gobierno. Con la corona española todavía en disputa, dicha junta trató de alcanzar dos objetivos fundamentales: el nombramiento de personas afines a su causa para los distintos cargos públicos, y la obtención de fondos a través de la administración de las rentas confiscadas.69

      La voluntad manifiesta e inequívoca de promover a personas afines a la casa de Austria en la Generalitat, chocaba con los cauces forales establecidos para su renovación. Con ánimo de violentar lo menos posible el ordenamiento y evitar con ello conflictos institucionales de incierto resultado, pero sin renunciar al cambio en las personas, se solicitaron informes acerca del ingreso de los distintos oficiales y su régimen de insaculación. El 5 de noviembre, recibió el consejo un informe concreto sobre el proceso insaculatorio y una semana después copias de las extracciones realizadas en Navidad y la relación de los oficios de la casa. El 20 de diciembre la Generalidad respondió a la última consulta sobre los aspectos insaculatorios, posiblemente tras alusión directa de la junta de gobierno que en esa misma fecha abordaba la renovación de cargos.70

      Con los datos proporcionados por la propia institución, la junta apostó por la vía menos agresiva para la ordenación foral: una nueva extracción. Aún así, como recoge el propio texto de la resolución de la junta, la Generalitat se opuso a la elección. Justificaron esta oposición en las vicisitudes padecidas a lo largo del año, el enorme número de causas pendientes de resolución y los problemas que ocasionaría la llegada de nuevos e inexpertos diputados en tan delicada coyuntura.71 Esta respuesta sugiere a Voltes72 un intento de velar por la pureza de su ejercicio, e impedir la desinsaculación de personas que invariablemente acarrearía la nueva elección. Sin descartar que este ánimo impulsara a los diputados, Voltes ignora el privilegio del general Basset que ratificaba en sus puestos por un nuevo trienio a los principales oficiales, incluyendo a asesor, síndico, escribano, secretario y contralibro. Esta prórroga resultaba muy tranquilizadora para los vigentes oficiales por diversos motivos. La ampliación de su mandato ofrecía garantías de llegar a acuerdos con las nuevas autoridades o redimirse ante ellas, sobre todo si pensamos que las personas que recibieron a Carlos III eran las mismas que intentaron por todos los medios evitar su victoria durante la anterior etapa borbónica en la que resultaron elegidos. Circunstancia que lógicamente debió provocar el temor entre los diputados salientes a la exigencia de responsabilidades, ya no sólo por la defensa del Borbón, sino principalmente por las irregularidades cometidas en el desempeño de su cargo durante la guerra, donde la celeridad en la respuesta primaba sobre cualquier consideración legal o procedimental.

      Todas estas circunstancias fueron valoradas por Carlos III y su junta de gobierno a la hora de optar por la nueva extracción. Conocían de la existencia del privilegio de Basset y de los temores de los detentadores de los cargos tanto por sus actuaciones como por su origen borbónico, pero precisamente por esto último se hacía absolutamente imprescindible su renovación. Con todo, la inevitable nueva extracción dio cumplida respuesta respuesta a todos los posibles inconvenientes. Legalmente la prórroga incumplía las disposiciones forales acerca de la duración del mandato de los oficiales, circunstancia aprovechada por la junta para presentar la nueva extracción como una vuelta a la legalidad. No obstante, para garantizar el respaldo de la institución y tranquilizar a sus oficiales, la junta emitió una cláusula que avalaba la actuación de los diputados salientes evitando la exigencia de responsabilidades, por más que hubiesen sido elegidos durante el reinado borbónico. La estabilidad del gobierno regnícola alcanzada en la época de Cardona, ayudó también a que Carlos III pudiese adoptar esta medida sin riesgo alguno y acometer nuevos nombramientos de importantes cargos reales. Con ello no sólo conseguía mejorar la gobernabilidad del reino insuflando un nuevo impulso en sus instituciones, sino también ganar adeptos merced a las nuevas prebendas trasladando la imagen de un poder firme, permanente y consolidado pero respetuoso y clemente…73

      La Generalitat recibió las órdenes sobre su renovación el 24 de diciembre a través de tres cartas del monarca, fechadas todas el 22 de diciembre. La primera recogía el mandato de proceder al sorteo de diputados y demás oficiales en los días señalados por fuero. Respecto de los eclesiásticos se debían modificar sus listas de insaculados, habida cuenta de la fidelidad borbónica de destacados de miembros del estamento74

      …hallándose en el brazo eclesiástico impedidos e inhábiles por las razones que quedan en mi real ánimo, el arzobispo de Valencia, el obispo de Tortosa, el comendador de Bejís, el general de la Merced, el prior del convento de San Miguel de los Reyes, el comendador de Orcheta,75 el comendador del peso real, el obispo de Orihuela, y el cabildo de dicha iglesia; no se les permita el concurso en la próxima extracción de manera que si alguno o algunos de los officiales sorteare sea inmediatamente suffocado o suffocados pasando a sortear otro de los capaces y hábiles… 76

      Pero Carlos III no pretendía desinsacular a las voces afectadas, solamente impedir el acceso a la persona que la ocupaba en ese momento. Otra actuación hubiese resultado en exceso violenta hacia las disposiciones forales

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