El gran libro de las civilizaciones antiguas. Patrick Riviere
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Por analogía con los siete astros: las dos luminarias – la Luna y el Sol– y los cinco planetas – Saturno, Júpiter, Venus, Mercurio y Marte–. Cada planta del zigurat mostraba un color asociado a cada uno de los astros. Así, partiendo de la base, se observaban los siguientes colores: blanco, negro, púrpura, azul, bermellón, plata y dorado. En la última planta, se erguía el templo propiamente dicho, donde vivía el sumo sacerdote.
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En sumerio;
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S. N. Kramer,
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Aunque no se puede dudar de la anterioridad de la versión babilonia, podemos considerar, según Mircea Eliade, que la
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La simbología del árbol es importante en la tradición mesopotámica; pensemos en los mitos que rodean «al árbol plantado en las orillas santas del Eufrates», culto en relación con el del dios Enki, que, por otra parte, suele ser evocado en las tumbas reales de Ur. Como apunta Nell Parrot en su obra
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Tribulaciones de tipo «iniciático», en las que el recorrido del héroe sigue un determinado modo evolutivo tradicional.
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Se trata de una especie de descenso a los Infiernos simbólico, de una interiorización del héroe, hasta lo más recóndito de su ser.
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Se dice de los dioses inferiores, cuyo culto estaba asociado al de las grandes divinidades.
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Extraído de la excelente obra de Geoffroy Bibby,
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Efectivamente, hubo que esperar a la invasión de los hicsos, en el siglo xvi a. de C., para que Egipto se volviera vulnerable.
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Exposición organizada por Jacques Vandler, miembro del Institut de France, inspector general de los museos, encargado del departamento de Antigüedades Egipcias.
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Como la denominada «de toro», que se encuentra en el Museo del Louvre.
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Estos «hombres barbudos» – este es el calificativo que los arqueólogos les han otorgado– guardan relación con las culturas Nagada I y II que se extendían de Badari a Sisileh, en la parte sur del Nilo (véase el artículo de J. A. Boulain, aparecido en
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Cuyo título exacto es
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Omnium littéraire, París, 1965.
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Mircea Eliade,
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Menfis era considerada la «Residencia del alma de Ptah»: He-Ku-Ptah, que dará origen al vocablo griego
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Menes es el nombre dado por los griegos al faraón Narmer; es la trascripción griega de la palabra egipcia
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Plutarco
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Término que los egipcios utilizaban para designar la parte visible, superior, de las tumbas civiles egipcias en el Imperio Antiguo. Más tarde, por extensión, este término designó a la tumba en sí. Una capilla con muros decorados representaba la vida del difunto y se habilitaba en el interior. Desde allí, un pozo permitía acceder a la cámara mortuoria en la que se encontraba el sarcófago.
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Tres grandes pirámides fueron erigidas unas décadas más tarde: dos en Dashûr y una en Maydûm, al sur de Saqqara.
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Amenemhet I inauguró la XII dinastía, durante la cual la producción artística alcanzaría el máximo esplendor.
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Resulta sorprendente que una mujer pudiera reinar en Egipto, de un modo, además, admirable, pero cabe decir que adoptó ciertas medidas de precaución después de que su padre, el faraón Tutmosis I, la llamara para compartir su trono con Tutmosis II. Ella consiguió, de hecho, hacerse proclamar de sexo masculino y de filiación divina. Por lo demás, ha quedado demostrado que fue ella misma quien inició su propia biografía, en la que indicaba que el dios Amón había visitado a su madre Ahmasi y que antes de marcharse le había predicho el nacimiento de una hija, mediante la cual se revelaría al mundo todo el poder de Dios. Fuera de esta «leyenda biográfica» se la representaba como un hombre, con todos los rasgos de un guerrero barbudo, y se la calificaba de «Hijo del Sol» y de «Señor de las Dos Tierras». También fue ella misma quien mandó construir su propia tumba, en la orilla occidental del Nilo, en lo que luego se convertiría en el Valle de los Reyes…
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Los egiptólogos suelen denominar Imperio Nuevo al periodo que va de la XVIII a la XX dinastías.
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Y eso sin tener en cuenta que a veces dichas divinidades son duplicadas: Ra-Atum, Ra-Osiris, Amón-Miu, Ptah-Tatenem…
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Siempre se da la emergencia de las Aguas primordiales bajo la forma de un montículo, de un huevo o de una flor de loto.
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Esta Enéada Sagrada, vinculada por emanacionismo a la divinidad primordial, sugería el principio de «unidad-enéada», tan fundamental en el estudio comparado de las religiones, y al que regresaremos más adelante, sobre todo cuando hablemos de los mitos griegos.
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Véase Schwaller de Lubicz,
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Jepri o Khepri simboliza al sol saliente y significa «escarabajo», pero también «el que es», «el que existe» (con una noción de evolución), ya que el verbo
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El fénix, ave fabulosa «que renace de sus cenizas» según la leyenda, se asociaba directamente a la ciudad de Heliópolis.
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Las diferentes versiones hacen alusión a la Creación, como aquí, por una expectoración, o por una masturbación (traducción literal: «hacer salir el semen de sus riñones»): «Cogió su falo con su mano; hizo que entrara el gozo en él, y nacieron dos gemelos: Shu y Tefnut» (Sethe,
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El hierofante, sin duda alguna el sumo sacerdote de Heliópolis, como se desprende del final del capítulo.
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Este cetro
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La ciudad de Hermes (Tot-Hermes).
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Este «huevo cósmico» no está desvinculado