El mundo prodigioso de los ángeles. Susana Rodriguez
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Huida de Elías ante Jezabel (primer libro de los Reyes, XIX)
«Luego se acostó debajo del arbusto y se quedó dormido. De repente, un ángel lo tocó y le dijo: “Levántate y come”. Elías miró a su alrededor y vio a su cabecera un panecillo cocido sobre carbones calientes y un jarro de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. El ángel del Señor regresó y tocándolo le dijo: “Levántate y come, porque te espera un largo viaje”. Elías se levantó y comió y bebió. Una vez fortalecido por aquella comida, viajó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios».
Visión de Daniel (Daniel, VIII)
«Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y trataba de entenderla, de repente apareció ante mí alguien de apariencia humana. Escuché entonces una voz que desde el río Ulay gritaba: “¡Gabriel, dile a este hombre lo que significa la visión!”. Cuando Gabriel se acercó al lugar donde yo estaba, me sentí aterrorizado y caí de rodillas. Y me dijo: “Ten en cuenta, criatura humana, que la visión tiene que ver con la hora final”».
Aparición de un ángel a Daniel (Daniel, X)
«Levanté los ojos y vi ante mí a un hombre vestido de lino, con un cinturón del oro más refinado. Su cuerpo brillaba como el topacio, y su rostro resplandecía como el relámpago; sus ojos eran dos antorchas encendidas, y sus brazos y piernas parecían de bronce bruñido; su voz resonaba como el eco de una multitud. […] Y me dijo: “Levántate, Daniel, pues he sido enviado para verte. Tú eres muy apreciado, así que presta atención a lo que voy a decirte”. En cuanto aquel hombre me habló, me puse de pie tembloroso».
Los ángeles en el Nuevo Testamento
Los ángeles desarrollan también en el Nuevo Testamento funciones de gran importancia, puesto que son ángeles los que anuncian a Isabel el nacimiento de su próximo hijo Juan Bautista y a María el nacimiento de Jesús (Lucas 1), y son también ellos los que tranquilizan a José asegurándole que el hijo que esperan ha sido concebido por el Espíritu Santo (Mateo 1).
También es un ángel el que anuncia a los atemorizados pastores de Belén el nacimiento del Redentor; a él se añade toda una comitiva: «Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”» (Lucas 2, 13-14).
Cuando Herodes está a punto de desencadenar la matanza de los inocentes, un ángel aconseja a José que huya con su familia a Egipto y, más tarde, pasado el peligro, lo hace volver (Mateo 2).
Jesús crece y se convierte en un adulto y, antes de emprender su predicación, se retira durante cuarenta días en el desierto, donde el diablo lo tienta en vano: «Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían» (Mateo 4, 11).
En las parábolas de Jesús nos encontramos muy a menudo con pasajes en los que aparecen los ángeles, por ejemplo, cuando anuncian su gloriosa resurrección (Mateo 28, Marcos 16, Lucas y Juan 20).
También en los Hechos de los Apóstoles se registran muchas intervenciones de los ángeles; y en el Apocalipsis, Juan recibe, a través de un ángel, las imágenes con las visiones y los símbolos referidos a los sucesos del futuro.
«En esto un ángel del Señor se apareció a Zacarías a la derecha del altar del incienso. Al verlo, este se asustó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: “No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan”».
El arcángel Rafael alejándose de la familia de Tobías, de Rembrandt (1606-1669), museo del Louvre.
El arcángel Rafael es el príncipe de todos los ángeles de la guarda. Su misión es salvar, curar, consolar y ayudar a los hombres en todas las situaciones, incluso las más desesperadas. La historia del arcángel Rafael y Tobías se narra en las páginas 61-63.
La jerarquía de los ángeles, cuadro de un desconocido pintor italiano del siglo XIV, museo del Louvre.
Los serafines están en el vértice de la jerarquía, rodean el trono de Dios, que está en el centro, y están representados con seis alas rojas. Bajo ellos, a la izquierda, se ven los querubines, cada uno con cuatro alas azules. A continuación vienen los ángeles y los arcángeles.
En la línea azul, el arcángel Miguel está representado cuatro veces, vestido de caballero y armado con una espada, separando a los ángeles buenos de los malos. Aparece en cuatro ocasiones para mostrar que caza demonios al norte, al sur, al este y al oeste. A la derecha los asientos están vacíos: son los que corresponden a los ángeles rebeldes que, en su batalla, caerán a la tierra y se transformarán en diablos murciélagos. Cuando los ángeles se alejan del cielo y se acercan a la tierra, sus vestidos pierden los bellos colores. También existen ángeles cocineros, carpinteros, músicos…
La cocina de los ángeles, de Bartolomé Esteban Murillo (1618- 1682), museo del Louvre.
En este cuadro de 1646, de Murillo, se ve un monje en pleno éxtasis, con los pies sin tocarle al suelo. Mientras él levita, los ángeles pasan a la mesa, preparan los platos y los sirven. Se dice que la obra representa al hermano Francisco Dirraquio, encargado de las cocinas, que asiste sorprendido al trabajo de los ángeles que preparan la comida, y que se queda sorprendido por la levitación del superior del monasterio.
Este cuadro formaba parte de una magnífica serie de doce pinturas ejecutadas para embellecer el pequeño monasterio de los franciscanos de la ciudad de Sevilla, a la que también pertenece Fray Junípero y el pobre.
Adán y los ángeles músicos, de Stefano di Giovanni, llamado Sasseta (ca. 1400-ca. 1450), museo del Louvre.
Los ángeles existían mucho antes que el hombre. Un día Dios decidió dar un alma a Adán, y no una cualquiera, sino ejemplar, puesto que era el primer hombre. Sin embargo, el alma no quiso entrar en el cuerpo del primer hombre Adán. Dios pidió a sus arcángeles que entraran en el cuerpo de Adán para tocar música y, entonces, el alma, subyugada, saltó a su interior. Desde aquel día el hombre tiene cuerpo y alma.
A los ángeles no siempre les corresponde realizar tareas agradables. Así, por ejemplo, tuvieron que encargarse de expulsar a Adán y Eva del paraíso terrenal, por orden de Dios. Algunos ángeles se rebelaron contra Dios, como Satanás.
San Miguel abatiendo al demonio, de Rafael (1483-1520), museo del Louvre.
El arcángel Miguel, juez, justiciero y contable de Dios, es el encargado por Él de registrar nuestras buenas y malas acciones en los grandes libros. En este cuadro de Rafael, datado en 1518, Miguel abate a Satanás, el ángel rebelde, que se había negado a prosternarse ante el hombre, tal como Dios le había pedido que hiciera, con el pretexto de que, al haber sido creado a partir de una materia noble, el fuego, él no podía arrodillarse ante el hombre, hecho de limo negro y arcilla.
Pero Miguel no acaba de vencer a Satanás. A veces lo domina y lo hace prisionero, pero este se escapa y hace temblar al mundo. En el cuadro de Rafael, Miguel está representado con una magnífica indumentaria de caballero, con unos colores vivos que muestran su fuerza divina.
La Anunciación,