El mundo prodigioso de los ángeles. Susana Rodriguez

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El mundo prodigioso de los ángeles - Susana Rodriguez страница 7

El mundo prodigioso de los ángeles - Susana Rodriguez

Скачать книгу

de iniciación, que conduce a la liberación del alma de la prisión que para ella supone el cuerpo.

      Según la gnosis, los ángeles son seres malvados que han creado el mundo material y lo gobiernan luchando entre sí, dedicado cada uno de ellos a afirmar su supremacía. Con la victoria final del espíritu, ellos serán destruidos junto a su creación.

      La actitud de la Iglesia cristiana

      La Iglesia ha tratado a los ángeles de muy distintas maneras. Ya hemos visto cómo en el IV Concilio Lateranense fueron reconocidos como artículo de fe. Este reconocimiento ha perdurado hasta nuestros días, tal como aparece claramente en el artículo 328 del Nuevo Catecismo de la Iglesia católica: «La existencia de los seres espirituales e incorpóreos, que las Sagradas Escrituras llaman normalmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de las Escrituras es tan claro como la unanimidad de la Tradición».

      Pero, por otra parte, la Iglesia no esconde una cierta desconfianza hacia estas figuras, justificada por el temor de que, en el culto popular, puedan usurpar el lugar que corresponde a Dios y a Jesucristo.

      En el siglo IV, el Concilio Laodicense afirmó solemnemente que: «Los cristianos no deben abandonar ni a la Iglesia ni a Dios […] invocar a los ángeles, celebrar en su honor […] Si alguien se encuentra en esta idolatría escondida, que sea anatematizado, porque ha abandonado a Nuestro Señor Jesucristo Hijo de Dios y se ha convertido en un idólatra».

      Este mismo concepto ha sido secundado actualmente por monseñor Del Ton, que ha escrito: «No debe exaltarse a los ángeles con especulaciones que puedan dañar a Cristo, disminuyendo o rebajando una superioridad soberana que la fórmula del símbolo niceno-constantinopolitano ya señala: “Todo ha sido creado para Cristo”. El verbo de Dios, hecho hombre, es el jefe y soberano de los ángeles».

      Todo esto confirma aquello que para la Iglesia ya estaba bastante claro desde un principio, como está escrito en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 19, 10): «Me arrojé a sus pies para adorarle [al ángel] y me dijo: “Mira, no hagas eso; consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios”».

      Testigos y reflexiones ejemplares

      Veamos ahora las reflexiones y los testimonios de algunos autores, gracias a los cuales conseguiremos ampliar y profundizar nuestro conocimiento sobre un tema muy apasionante y prácticamente ilimitado.

      Empezaremos por el llamado salmista; este autor bíblico nos dice en el salmo 91, refiriéndose a Dios: «Pues te encomendará a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras».

      Hesíodo, poeta griego del siglo VIII a. de C., en su obra Los trabajos y los días nos dice:

      «Pero puesto que la tierra escondía en su regazo a esta generación

      ellos se han transformado ahora en espíritus beatos y viven aún sobre la

      Tierra,

      y son custodios de los hombres mortales,

      y vigilan las obras del bien y del mal.

      Vestidos de aire,

      se mueven por toda la tierra

      como dispensadores de riqueza.

      Este destino como regalo tuvieron ellos […]».

      San Agustín, uno de los más grandes doctores de la Iglesia, nos dice en el siglo V: «De cada una de las cosas visibles de este mundo se ocupa un ángel. Los ángeles son espíritus, pero no es el hecho de serlos lo que les hace ser ángeles. Se convierten en estos cuando se les encomienda una misión. El nombre de ángel, de hecho, se refiere a su función y no a su naturaleza. Si preguntáis por el nombre de esta naturaleza os contestaré que es espíritu; si preguntáis por su función os responderé que es la de ser ángel, que tiene el significado de mensajero».

      El Maestro Eckhart, un místico de la Edad Media, nos explica: «Esto es lo que es mi ángel, nada más que una idea de Dios».

      John Henry Newman, cardenal inglés que vivió en el siglo XIX, escribe que: «Aun siendo tan grandes, gloriosos, puros y estupendos que con sólo verlos (si se nos permitiera) nos lanzarían por los suelos, como le sucedió al profeta Daniel, que era un hombre santo y virtuoso, son nuestros compañeros de servitud y trabajo, y velan y defienden hasta al más humilde de los nuestros».

      La estadounidense Mary Baker Eddy, fundadora en el siglo XIX del movimiento científico-religioso de la Ciencia Cristiana, dice que: «Los ángeles no son seres humanos etéreos que esconden en sus alas cualidades animales muy evolucionadas, sino más bien visitantes celestes que vuelan con plumas espirituales y no materiales. Los ángeles son sólo pensamientos de Dios, alados de verdad y amor, sea cual sea su individualidad. El hombre realiza conjeturas y les concede una estructura propia en su pensamiento, caracterizada por las supersticiones, y los convierte en criaturas con sugestivas plumas. Pero esto no es más que una fantasía detrás de la cual no existe mayor realidad que la que hay en el pensamiento del artista cuando esculpe la estatua de la libertad, que encarna su concepto de cualidad invisible… Los ángeles son los representantes de Dios, seres que tienden hacia las alturas y nunca nos conducen al pecado o al materialismo, sino que nos guían hacia el principio divino de cada bien, allí donde se reúne cada individualidad real, a imagen y semejanza de Dios. Sólo es necesario prestar una atención sincera a estos guías espirituales y nos encontraremos con los ángeles sin saberlo».

      Massimo Cacciari, un filósofo de formación marxista, también se sintió atraído por la problemática sobre los ángeles hasta el punto de que escribió un libro sobre el tema: El ángel necesario (Milán, 1986). En una entrevista[3] afirmaba que el ángel era una metáfora de la capacidad que posee la mente humana para salir del círculo cerrado de nuestro horizonte tridimensional y abrirse así a una cuarta dimensión. Cacciari observa que en el interior de las tradiciones monoteístas (hebrea, cristiana e islámica) existen, a propósito de los ángeles, diferencias muy notables, pero también numerosos puntos de contacto: «Más que las diferencias entre una tradición y la otra, es interesante destacar las dos diversas líneas de desarrollo que se han producido en el interior de las tres. Por un lado, una visión del ángel como una criatura perfecta y separada de la humanidad, y por otro, una concepción de esta figura como “seducida” progresivamente por la naturaleza humana, puesto que el ángel, al compadecerse del hombre, se sitúa cada vez más cerca de él y se va debilitando hasta el punto de llegar a confundirse con él».

      Henri Corbin, destacado islamista y profundo conocedor de la angelología, afirma que: «Si no existieran los ángeles, todos los universos de los dioses y del más allá permanecerían en el mundo del silencio. Los ángeles son los mensajeros de luz que anuncian e interpretan los misterios divinos».

      ¿Una entidad siempre positiva?

      El número de ángeles es enorme. Los textos sagrados de las distintas religiones, cuando se refieren a ellos, hablan de comitivas, legiones o ejércitos. Las cifras al respecto son muy dispares, ya que oscilan desde los cien mil hasta los cuarenta y nueve millones de la cábala hebraica.

      Al hablar de los ángeles, es necesario hacer una alusión, aunque sea breve, a sus antagonistas, los demonios. Desde un cierto punto de vista ambos son dos caras de lo mismo, en el sentido de que poseen idénticos orígenes, naturaleza y prerrogativas; la diferencia reside en el hecho de que los primeros están encaminados hacia el bien y la obediencia a la voluntad divina, mientras que los segundos han escogido el camino de la rebelión y del mal.

      La existencia de ángeles y demonios se encuentra en conexión con el problema

Скачать книгу


<p>3</p>

Panorama, 9 de febrero de 1986.