El mundo prodigioso de los ángeles. Susana Rodriguez
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Sea como sea, al tiempo que esas entidades pierden todo el poder que les habían otorgado las religiones politeístas, ganan una función casi política en ese sentido y se imponen como el ejército de Dios, directamente comprometido contra las fuerzas del mal, representadas por los ángeles que se sublevaron contra Dios y que fueron desposeídos por este, generando un combate secular que se ha prolongado hasta en las criaturas humanas.
Intermediarios entre Dios y el hombre, anunciadores de la voluntad divina (como ejemplifica el mensaje de Gabriel a María), protectores de las criaturas de Dios (Daniel salvado de la voracidad de los leones), iluminadores de inteligencias y de las almas (Daniel, una vez más, a quien Dios envía al arcángel Gabriel para revelarle el sentido oculto de su visión del carnero y el cabrío) y en lucha para el triunfo del amor y la verdad suprema, los ángeles participan activamente en la instauración del mundo perfecto anunciado por las Escrituras.
Los ángeles en el Antiguo Testamento
Además de las visiones de Isaías y de Ezequiel, existen numerosas narraciones en el Antiguo Testamento en que los ángeles son los principales protagonistas, pero faltan descripciones sistemáticas sobre su naturaleza y su relación con Dios y los hombres.
En el Génesis se habla sobre ellos (capítulo 3, 23-24) cuando Dios echa a Adán y a Eva a causa de su transgresión y los pone bajo la protección del paraíso terrestre de los querubines.
A la esclava Agar se le aparece un ángel (capítulo 16) que le anuncia el nacimiento de su hijo Ismael y que le comunica que su descendencia se multiplicará de tal manera que no será posible contarla; a los ismaelitas se los considera, de hecho, como los antepasados de las tribus árabes (véase también el capítulo 21).
A Abraham se le aparecen tres ángeles, con el aspecto de hombres, que comen en su mesa y le anuncian el nacimiento de su hijo Isaac (capítulo 18). También es un ángel el que frena la mano de Abraham, cuando este se encuentra a punto de sacrificar a su hijo (capítulo 22).
En el capítulo 19, dos ángeles que viajan a Sodoma poco antes de su destrucción resultan tan atractivos a sus habitantes que despiertan un deseo homosexual que empieza a acecharlos.
Jacob, hijo de Isaac: «Tuvo un sueño en el que veía una escala que, apoyándose en la tierra, llegaba hasta el cielo, y por la cual subían y bajaban los ángeles de Dios» (capítulo 28, 12).
A Moisés se le aparece un ángel en el desierto como una llama en medio de una zarza (Éxodo 3, 2).
En el capítulo 13 del Libro de los Jueces, un ángel anuncia el nacimiento de Sansón.
Al profeta Elías le acompaña un ángel mientras se encuentra solo en el desierto (I Reyes, 19).
El Libro de Daniel presenta dos historias muy largas y particularmente dramáticas en las que los ángeles desarrollan un papel activo y de gran importancia. La primera cuenta el relato de tres jóvenes que el rey Nabucodonosor de Babilonia condena a los hornos ardientes porque se han negado a adorar una estatua; un ángel consigue sacarlos sanos y salvos (capítulo 3). En la segunda, el protagonista es el mismo Daniel, que, enviado al foso de los leones, se salva gracias a la intervención de un ángel (capítulo 6).
Adán y Eva expulsados del paraíso terrenal (Génesis, III)
«[…] Y Yahvé Dios expulsó a Adán del jardín del Edén para que cultivara la tierra de la que había salido. Así pues, echó fuera al hombre y, al oriente del huerto de Edén, puso querubines y una espada encendida que se revolvía en todas las direcciones para guardar el camino del árbol de la vida».
La destrucción de Sodoma (Génesis, XIX)
«Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la gente. Cuando los vio, se levantó a recibirlos; se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. Y les dijo: “Señores, por favor, os ruego que aceptéis pasar la noche en la casa de vuestro servidor. Allí podréis lavaros los pies, y mañana temprano seguiréis vuestro camino”. Pero ellos dijeron: “No, gracias. Pasaremos la noche en la calle”. Sin embargo, Lot insistió mucho y, al fin, ellos aceptaron ir con él a su casa. Cuando llegaron, Lot les preparó una buena cena, hizo panes sin levadura, y los visitantes comieron.
«Todavía no se habían acostado cuando todos los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa y, desde el más joven hasta el más viejo, empezaron a gritarle a Lot: “¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con ellos!”.
«Entonces Lot salió a hablarles y, cerrando bien la puerta detrás de él, les dijo: “Por favor, amigos míos, no vayáis a hacer una cosa tan perversa. Escuchad: tengo dos hijas que todavía no han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que hagáis con ellas lo que queráis, pero no les hagáis nada a estos hombres, porque son mis invitados”. Pero ellos le contestaron: “¡Hazte a un lado! Sólo faltaba que un extranjero como tú quisiera darnos órdenes. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos!”. Enseguida comenzaron a maltratar a Lot y se acercaron a la puerta para echarla abajo. Pero los visitantes de Lot alargaron los brazos y lo introdujeron dentro de la casa, luego cerraron la puerta y cegaron a los hombres que estaban afuera. Todos, desde el más joven hasta el más viejo, quedaron sin vista y se cansaron de ir buscando la puerta.
«Entonces los visitantes le dijeron a Lot: “¿Tienes más familiares aquí? Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí. Vamos a destruir este lugar. Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad y por eso nos ha enviado a destruirla”.
«Entonces Lot fue a ver a sus yernos, o sea, a los prometidos de sus hijas, y les dijo: “¡Levantaos e idos de aquí, porque el Señor va a destruir esta ciudad!”. Pero sus yernos no tomaron en serio las palabras de Lot.
«Como ya estaba amaneciendo, los ángeles le dijeron a Lot: “¡Deprisa! Levántate y llévate de aquí a tu esposa y a tus dos hijas, si no quieres morir cuando castiguemos a la ciudad”. Pero como Lot se retrasaba, los ángeles los tomaron de la mano, porque el Señor tuvo compasión de ellos, y los sacaron de la ciudad para ponerlos a salvo».
El sacrificio de Abraham (Génesis, XXIII)
«Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la pira. Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo.
«Pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abraham! ¡Abraham!”. Este respondió: “¡Aquí estoy!”. El ángel le dijo: “¡No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño! Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo”. Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue allí, tomó el animal y lo ofreció como holocausto en lugar de su hijo».
El sueño de Jacob (Génesis)
«Jacob […] tuvo un sueño: vio una escalera, que estaba apoyada en la tierra, que tocaba el cielo con la otra punta, y por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. Yahvé estaba de pie a su lado y le dijo: “Yo soy Yahvé, el Dios de tu padre Abraham y de Isaac”».
«[…] Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Jacob se maravilló y dijo: “Campamento de Dios es este. Y llamó a aquel lugar Mahanaim”».