El mundo prodigioso de los ángeles. Susana Rodriguez

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El mundo prodigioso de los ángeles - Susana Rodriguez

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a sí mismos, bajo forma de luminosas y límpidas estrellas, que resplandecen según su grado de caridad y fe, mientras que los espíritus malvados se muestran como bolitas de carbón ardiente».

      La existencia del mal, según una consolidada tradición que se encuentra presente sobre todo en las grandes creencias monoteístas, pero también en otras religiones, derivaría de la rebelión, consumada en la noche de los tiempos, por parte de una multitud de ángeles que se negaron a obedecer a Dios y al orden cósmico que Él había creado.

      El príncipe de los ángeles rebeldes es Lucifer, «el portador de la luz», «el hijo de la mañana», que también recibe el nombre de Satanás. Sobre él habla, en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías (14, 12-15): «¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora, expulsado de la tierra, tú, el dominador de las naciones? Y tú decías en tu corazón: “Subiré a los cielos; en lo alto, sobre las estrellas del cielo, elevaré mi trono y me asentaré en el monte de la asamblea, en las profundidades del aquilón. Subiré por encima de las cumbres de las nubes, y seré igual al Altísimo”. Pues bien, al seol has bajado, a las profundidades del abismo».

      En la Biblia (tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) existen diversos fragmentos sobre la rebelión de Lucifer, pero se echa de menos una descripción detallada de los sucesos acaecidos.

      Según el Génesis el mal existía ya antes del hombre, pues la mítica pareja de Adán y Eva fue seducida por el «tentador» en forma de serpiente.

      Los ángeles en las otras religiones

      El islamismo, como ya hemos dicho, se plantea la existencia de los ángeles y en el Corán se citan más de ochenta veces. Se afirma, por ejemplo: «Todos aquellos que no creen en Dios, en sus ángeles, en sus libros y en sus profetas se perderán en el último día pero de forma muy lejana» (4, 136).

      El ángel (malak, «mensajero») es una criatura de luz dotada de alas, pura y perfecta. Pero, a pesar de esto, se sitúa en el último lugar del orden jerárquico que parte de Dios y que continúa con los arcángeles profetas, los seres humanos y los ángeles. Los ángeles, o malaika, protegen a la humanidad y apuntan todas las acciones de los hombres.

      Para los místicos sufíes, en cambio, son los seres humanos quienes registran sus acciones, que se analizarán en el día del Juicio Final. «Sobre aquellos que dicen “Nuestro Señor es Dios” y se conforman, descienden los ángeles y dicen: “No tengáis miedo y no estéis afligidos, sino que recibid la buena nueva del paraíso que se os había prometido. Nosotros somos vuestros amigos, en esta y en la vida futura; y allí habrá para vosotros lo que desean vuestras almas y lo que pidáis”» (41, 30-31).

      Los musulmanes consideran que Jesús, Isa, es un ser de naturaleza semiangélica y que, junto a los ángeles, se encuentra sentado cerca de Alá.

      Entre los arcángeles, el más citado es Gabriel, Jibril, que habló a María de Nazaret y a Mahoma, al cual inspiró en sueños el texto del Corán. Otro de los arcángeles importantes es Miguel, Mikail, que domina las fuerzas de la naturaleza.

      Las tareas específicas de los ángeles, antes incluso que la protección de los seres humanos, son la adoración de Dios y el cumplimiento de sus designios. Según el Corán, Dios mandó a sus ángeles a combatir en algunas de las batallas en las que luchó Mahoma: «Él respondió: “De verdad que os ayudaré con mil ángeles propagados sin intervalos”. Esto era, en el diseño de Dios, sólo una buena nueva para que vuestros corazones se tranquilizasen… Y cuando tu Señor inspiró a los ángeles: “Sí, yo estoy con vosotros: dad fortaleza a los que creen. En cuanto a los no creyentes, lanzaré el miedo sobre sus corazones. Golpeadlos pues por debajo del cuello y en todas las junturas”» (8, 9-12).

      Si continuamos hacia Oriente y entramos en el área cultural del hinduismo (sobre todo en la India, pero también en otras naciones asiáticas) y del budismo (Asia meridional y oriental), nos encontramos con mitologías extremadamente complejas en las que abundan las divinidades: genios, ninfas, elfos, ángeles y demonios. Esta muchedumbre de apariencia anárquica, de seres intermedios, energías e «hipotencias», forma, en realidad, una jerarquía de fuerzas continuamente activas que, de forma directa o indirecta, están en contacto con los hombres.

      Destaca, en particular, el bodhisattva budista, aquel que ha recorrido todos los niveles de la perfección durante sus infinitas existencias y que por esa razón está destinado a convertirse en un futuro Buda, que renuncia a alcanzar la iluminación personal para ayudar a los hombres a encontrar junto a él el camino de la perfección (paramita). Puede compararse esta figura a un ángel, puesto que asume un papel de guía, lleva a cabo curaciones, distribuye premios o castigos y acompaña a las almas en su paso de la vida a la muerte.

      El taoísmo chino considera la existencia de los demonios y de los ángeles. Sobre los ángeles dice que están formados por hoven o almas divinas, que se presentan al hombre bajo forma de sueños y se encargan de explicar en el cielo sus acciones.

      El chamanismo no se considera exactamente una religión sino, más bien, una práctica de culto unida a una cierta concepción de la realidad. Típico de las poblaciones siberianas, se encuentra también con aspectos análogos en muchas otras culturas del resto de Asia, África, Oceanía y América. En su centro encontramos al chamán (hombre-medicina), que, mediante unas técnicas arcaicas particulares, consigue situarse en una condición estática y emprender viajes cósmicos fuera de su cuerpo, durante los cuales entra en contacto con la dimensión extrahumana, poblada de antepasados, espíritus de la naturaleza y también espíritus-guía. Se trata de una cultura muy antigua, que de nuevo volvió a cobrar importancia de la mano del célebre etnólogo peruano Carlos Castaneda.

      Los ángeles en la Biblia

      Rasgos específicos de los ángeles

      Por su propia naturaleza o por sus funciones y roles en cuanto a su relación con Dios y con los hombres, los ángeles presentan varios rasgos específicos que les llevan a ser:

      – Ajenos a las limitaciones espaciales: como espíritus que son, pueden estar literalmente en todas partes y obrar en consecuencia.

      – Ajenos a las leyes temporales: puesto que son criaturas creadas a imagen de Dios, son independientes de toda consideración de duración.

      – Depositarios de todo el conocimiento: productos puros del amor divino, los ángeles están impregnados de su espíritu.

      – Totalmente libres: esta noción de libertad es fundamental en la religión judeocristiana, ya que el amor del Dios creador se expresa perfectamente en el libre albedrío que ofrece a sus criaturas, sean ángeles, sean hombres.

      Al finalizar los grandes acontecimientos políticos, intelectuales y espirituales que conmocionaron el mundo antiguo – y que llevaron, en la religión, a la supremacía del culto monoteísta–, se presentó a los ángeles como las criaturas espirituales del Dios único, Jehová. Estos espíritus puros habían sido creados por Él, al igual que el hombre, y se beneficiaban de su misma libertad, aunque se encontraran subordinados a la autoridad del Dios único.

      Sin embargo, al hablar de mensajeros nos referimos a las relaciones particulares con el hombre, al que asisten en su búsqueda de Dios, y por el que pueden interceder, especialmente a la hora del Juicio Final.

      En este mismo sentido, algunos de estos ángeles empiezan incluso a imponerse como los guardianes privilegiados de las almas a través de su reconocida función de ángel de la guarda: una «especialización» que, en definitiva, se prolongará felizmente a lo largo de los tiempos, ya que la idea de una protección permanente contiene tanto

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