Sanación de los chakras y conciencia del karma. Swami Keith S.
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Sólo podrás conocer alYo teniendo una experiencia directa con él, lo que significa trascender nuestra propia mente y nuestro propio ego, al menos temporalmente.
Sin embargo, hasta que tengas una experiencia directa con elYo, podrás satisfacer tu curiosidad intelectual (y eso puede resultar muy útil) sabiendo cómo emergió del Yo el universo fenoménico, incluyendo tu propioYo y los diversos aspectos de tu ser, y cómo elYo sigue influyendo en todo lo que existe en el mundo y en la dimensión del universo fenoménico.
La naturaleza funcional del Yo
El Yo corresponde al espíritu santo en el vocabulario cristiano. En el yoga, éste se conoce como atman. En sánscrito, atman significa “lo que no se puede duplicar”. ElYo o atman es funcionalmente lo mismo que la singularidad encontrada en el núcleo de cada ser humano, así como el campo universal del cual emergió el universo dualista. ElYo es la fuente y la base del tiempoespacio y de la conciencia, la energía y la materia que lo llenan en todos los mundos y dimensiones. El Yo está vivo y consciente. Es la fuente de la vida humana así como el manantial de la placidez, la alegría, el amor y el placer que la animan.
La singularidad conocida como el Yo es funcionalmente igual que la conciencia universal o Brahman. Al igual que el Brahman, ésta existe fuera del tiempo líneosecuencial en lo que se conoce como eternidad o tiempo eterno. Efectivamente, el Yo no se encuentra limitado por el tiempoespacio, tal y como lo experimentamos a través de los cinco sentidos o de cualquier aspecto fenoménico de su creación. Por lo tanto, nunca muere ni está supeditado a los ritmos del nacimiento, de la vida y de la muerte. Nunca cambia y no está determinado por las limitaciones impuestas en el universo fenoménico a través de la evolución y la involución. Existe en todas partes y llena el tiempoespacio en todas las dimensiones del macrocosmos y del microcosmos.
Tomando en cuenta que todo lo que fue, es y será, se encuentra contenido en su interior, el Yo no desea nada porque todo lo tiene. No desea la adoración ni debe ser propiciado.Ya que todo se encuentra contenido en su interior, el Yo no juzga nada porque sólo se estaría juzgando a sí mismo. Ciertamente se puede decir que el universo fenoménico es un reflejo delYo y de los seres humanos creados metafóricamente a la imagen del Yo.“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27).
El Upanishad Mandukya conoce al Yo como “Santam Sivam, Adwaitam” (Mand.UP. VII). El Yo es apacible, bienaventurado y sin dualidad. El Yo es tranquilo, infinito y pleno. Es inteligente y dichoso. El Yo es la impersonalidad absoluta. Posee en su interior todo lo que ha emergido y que, por tanto, no tiene igual.
En el vedanta, el atman (el Yo) ha sido descrito como el satchitananda —la eterna existencia, la conciencia universal y la placidez, que es la irradiante alegría más allá de la causalidad.
En el Bhagavad Gita, Krishna explica que el atman (elYo) sólo puede llegar a conocerse cuando el conocedor, el campo del saber y aquello que se conoce se experimentan como uno solo.
Como condición, elYo es la vida eterna con todos sus atributos pero sin alguna de las limitaciones generalmente asociadas con la vida terrenal. Aunque la existencia del Yo puede ser deducida de manera indirecta a través del intelecto, su existencia sólo puede ser confirmada por la experiencia directa. Para el experto, las únicas herramientas que pueden llevar a tal experiencia son la mente superior (espíritu, intelecto y alma), la mente inferior (y sus funciones y aspectos) y el sistema humano de energía. En la mayoría de los casos, sin embargo, estos campos de energía y de conciencia están tan eclipsados por el equipaje kármico, que la experiencia directa del Yo se hace casi imposible.
El Yo eres tú… en cierto modo
Dentro del microcosmos de cada ser humano, el Yo emerge del lado derecho del corazón humano y se adentra en la conciencia para expandirse desde ese punto hasta llenar el espacio corporal individual en todos los mundos y dimensiones. Desde ahí, se expande hacia el exterior como el sol, “brillando por igual sobre santos y pecadores”. Para darnos una idea de lo que sería vivir en unión con el Yo, podemos hacer uso de una metáfora.
Imagina por un momento que te encuentras en un cine y que eres el único espectador de una película que tú escribiste, produjiste, dirigiste y de la cual eres el protagonista. Ahora imagina que, después de un rato, te involucras tanto en la película y en el personaje que representas, que te olvidas de quién eres y comienzas a identificarte con el papel que representas en la pantalla.Al final puedes sumergirte tanto en los pensamientos, los sentimientos y las sensaciones provocados por los acontecimientos y los personajes de la película, que ésta podría hacerse más real que el verdadero mundo real.
Ahora, imagina que tu apego al papel que estabas representando y a los acontecimientos de la pantalla se vuelve total. Si el personaje que representabas se viera amenazado, reaccionarías con temor. Si el personaje fuese rescatado, te sentirías aliviado. Si perdieras lo que amas, te sentirías desalentado, si lo recuperaras, te sentirías regocijado. Con el tiempo, la sola idea de escapar de la ilusión sería rechazada como un acto de autodestrucción, entonces no harías nada. Permanecerías atado a los acontecimientos de la pantalla, viviendo una ilusión de cuya realidad te has convencido.Aun cuando, por algún momento, lo hayas dudado, el testimonio de la mente individual, del ego y de tus apegos con los otros actores, será un testimonio contundente de que el sueño era real. En verdad esa es una condición humana. Los seres humanos se identifican tan profundamente con el personaje que representan al igual que con las sensaciones, los sentimientos y los pensamientos que se asocian con él, que han olvidado que la película de su mente (la cual experimentan a través de sus sentidos y procesan en la mente y el ego propios) no es real. Se han olvidado de que ellos no sólo son los creadores de la película sino que son todos los personajes, incluyendo aquél que han estado representando en la pantalla.
Ahora imagina que, después de identificarte con el personaje de la pantalla, vuelves a recordar que la película no era real y que ya no eliges identificarte más con tu personaje ni con los pensamientos, los sentimientos y las sensaciones que lo avalaban. Al distanciarte del efecto —la película— y regresar a la causa —el Yo— volverías a recordar quién eres en realidad. Recordarías que, de hecho, eres el productor, el director y todo lo demás que se convirtió en la película, así como el Yo del cual todo eso emergió.Tan pronto como te liberas de la ilusión, del maya (la realidad aparente), te liberas de los efectos del apego kármico y del dolor y sufrimiento que te causaron mientras, por equivocación, te identificabas con el personaje de la pantalla.
Al aceptar la verdad y liberarte a ti mismo, no te volverías más espiritual en ningún sentido real, ni te convertirías en una mejor persona. Simplemente recordarías quién eres y, una vez más, comenzarías a identificarte con lo que es real mientras disfrutas de la película en tu mente. En efecto, ése es el proceso en el cual estarás participando al deshacerte del equipaje kármico. Al renunciar al apego con el efecto, la mente individual y el ego y al regresar a la causa, el Yo, dominarás gradualmente el apego kármico, experimentarás tu unión a priori con el Yo, y disfrutarás de la placidez, de la intimidad, del amor y del placer que emergen de éste.
La conciencia en el mundo natural
Como seres multimundanos y multidimensionales, los seres humanos se componen de conciencia,