Antología. Ken Wilber

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Antología - Ken  Wilber

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opinión al respecto se halla a mitad de camino entre ambas perspectivas y se basa en las importantísimas distinciones existentes entre los estadios pre y trans anteriormente descritos.

      Basándonos en los informes fenomenológicos que disponemos hoy en día, el episodio esquizofrénico típico suele constar de los siguientes factores:

      1. El evento desencadenante suele ser una situación de tensión extrema o una contradicción extraordinaria. Tal vez, antes de eso, el sujeto haya tenido grandes dificultades para establecer relaciones sociales, tal vez su ego (o su persona) sea demasiado débil, e incluso cabe la posibilidad de que sea proclive al aislamiento. También puede ocurrir, por otra parte, que el individuo simplemente sea víctima de dukkha –el sufrimiento inherente al samsara– y se vea de manera provisional desbordado por una dolorosa introspección. Pero, sea cual fuere el catalizador (y no excluyo, de entre ellos, a los poderosos factores bioquímicos –que son extraordinariamente importantes, un hecho cuya capital trascendencia se ha visto claramente demostrada por las recientes investigaciones bioquímicas sobre los procesos cerebrales–), sea cual fuere el catalizador, digo, cuando la traducción egoico-personal se desmorona o debilita tiene lugar un

      2. entorpecimiento de las funciones de edición y filtraje de la traducción egoica que deja sin defensas al individuo y lo torna vulnerable tanto a los niveles inferiores como superiores de la conciencia. Lo que ocurre, a mi entender, es que entonces se pone en marcha un doble proceso ya que, por una parte, el yo comienza a experimentar una regresión hacia los niveles inferiores de conciencia; mientras que, al mismo tiempo, se ve inundado por aspectos procedentes de los dominios superiores (especialmente el nivel sutil). Dicho de otro modo, en la medida en que el individuo se traslada al subconsciente, entra en él lo supraconsciente; en la medida en que retrocede a los niveles inferiores, se ve invadido por los superiores y, de esta manera, se ve afectado por el inconsciente sumergido y por el inconsciente emergente. Personalmente, no veo otra forma de justificar la fenomenología que acompaña a la escisión esquizofrénica. Quienes interpretan la esquizofrenia como algo meramente regresivo ignoran su verdadera dimensión religiosa y quienes sólo ven en ella el summum de la salud y la espiritualidad hacen caso omiso de las claras evidencias de fragmentación y regresión psíquica.

      En cualquier caso, cuando la traducción egoica comienza a fallar suele aparecer una angustia extraordinaria. Con el comienzo de la regresión y de la interrupción de la traducción egoica, el individuo se abre al pensamiento mítico y a las referencias mágicas características del estadio mítico-pertenencia que confunde la parte con el todo y los miembros de una clase con la clase misma, la característica más relevante precisamente de la modalidad de pensamiento esquizofrénica. Un esquizofrénico, por ejemplo, puede decir «anoche me metí en una botella pero no pude cerrarla» cuando, en realidad, lo único que está afirmando es que el frío le impidió dormir. La lógica mítica de esta afirmación es la siguiente: la cama, con sus sábanas y mantas, pertenece a la clase de los «recipientes», (es decir, de los objetos capaces de contener a otros). Una botella también pertenece a la misma clase y, dado que el pensamiento mítico es incapaz de distinguir entre los diferentes miembros de una misma clase, «meterse en la cama» y «meterse dentro de una botella» son lo mismo (y no sólo de un modo simbólico). De la misma manera, «mantas» y «tapones» son también equiparables, de modo que «no poder cerrar la botella» significa que «la manta no le cubría adecuadamente», lo cual explica el frío y sus dificultades para conciliar el sueño (no poder cerrar la botella). Se trata, como diría Bateson, de una confusión de tipos lógicos.

      En el caso de que la regresión vaya, aunque sólo sea un poco, más allá del pensamiento mítico, el individuo queda a merced de las floridas fantasías preverbales y del proceso primario, es decir, sufre alucinaciones (por lo general, auditivas y, en casos extremos, hasta visuales).

      3. El asunto, a mi entender, es que, cuando la traducción egoica comienza a fracasar y el yo se siente arrastrado a los dominios preegoicos, el individuo también queda simultáneamente expuesto a la invasión de los dominios transegoicos. Por esta razón, en tal caso, la conciencia del individuo suele verse abrumada por intuiciones muy intensas de naturaleza auténticamente religiosa (y no sólo de fantasías regresivas sino de auténticas y válidas introspecciones espirituales). «Tal vez, la experiencia creativa, la conversión religiosa y otro tipo de “experiencias cumbre” incluyan muchas de […] las formas de experiencia interna que pueden acompañar a la reacción psicótica aguda.» Éste es un hecho que, a mi juicio, no podemos ignorar.

      Con frecuencia, sin embargo, el individuo es incapaz de articular lógicamente estas introspecciones. ¡Si para hablar de algo tan simple como acostarse dice «meterse en una botella», cuál no será su dificultad para describir una visión-imagen de Jesucristo! Además, y por encima de todo, estas introspecciones tienden a ser sumamente «autistas», autocentradas y crípticas, y el único que puede comprenderlas es el propio sujeto. Esto parece estar relacionado con el hecho de que, dado que el aspecto regresivo de la esquizofrenia tiende a conducirle hasta niveles anteriores –pre– a la comprensión del rol, el individuo cree que él –y sólo él– es, por ejemplo, Jesucristo. Al no poder aceptar o asumir el papel de los demás es incapaz, por tanto, de ver que todo el mundo es Jesucristo. Intuye viva y fuertemente su naturaleza Atman (como resultado de la influencia de los niveles superiores), pero sólo desde un nivel primitivo y narcisista. Veamos ahora una conversación entre un místico y un esquizofrénico hospitalizado que ilustra a la perfección lo que estamos diciendo. Dice Baba Ram Dass:

      Él [un esquizofrénico hospitalizado] producía muchísimo material y leía en griego, un idioma que, por cierto, nunca había aprendido. Presentaba muchas actividades fenoménicas que los médicos interpretaban como patológicas: robar, mentir, engañar y proclamar que era Jesucristo. En varias ocasiones se había escapado del hospital y era un individuo muy creativo. Leyendo sus escritos comprendí que estaba sintonizado con algunas de las grandes verdades del mundo que han sido enunciadas por los seres humanos más evolucionados. Las estaba experimentando directamente pero se hallaba, sin embargo, atrapado por la sensación de que eso era algo que le estaba ocurriendo sólo a él […]. Por consiguiente, no dejaba de repetir:

      –Yo tengo este don, un don del que tú careces […].

      –¿Crees que eres Jesucristo? ¿El Cristo de la conciencia pura? –le pregunté.

      –Sí –me respondió.

      –Yo también creo que lo soy –le repliqué yo.

      Entonces me miró y me dijo:

      –No, tú no lo comprendes.

      –Ése precisamente es el motivo por el que estás internado ¿sabes? –concluí.

      El proyecto Atman, 259-264

      * * *

      No creo que nadie ponga en duda que ciertos místicos presentan rasgos esquizofrénicos y aun que haya esquizofrénicos que experimenten intuiciones místicas. Pero desconozco a cualquier autoridad en la materia que crea que las experiencias místicas son básica y fundamentalmente alucinaciones esquizofrénicas. Por supuesto, también conozco a muchas personas no cualificadas que así lo piensan y que resultaría difícil convencerlas de lo contrario […]. Diré, tan sólo que las prácticas espirituales y contemplativas utilizadas por los místicos –como la oración contemplativa o meditación– pueden ser muy poderosas, pero no lo suficiente como para coger a un montón de hombres y mujeres normales, sanos y adultos y, en el curso de unos pocos años, convertirlos en esquizofrénicos delirantes. El maestro Zen Hakuin transmitió su enseñanza a ochenta y tres discípulos que se encargaron de revitalizar y organizar el Zen japonés. Ochenta y tres esquizofrénicos alucinados no podrían ponerse de acuerdo ni siquiera para ir al baño […]. ¿Qué habría pasado con el Zen japonés

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