Antología. Ken Wilber

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Antología - Ken Wilber страница 11

Автор:
Серия:
Издательство:
Antología - Ken  Wilber

Скачать книгу

más valioso y útil para una mayor variedad de interacciones. El pensamiento convencional es más valioso que el pensamiento preconvencional al establecer una respuesta moral más equilibrada (y el postconvencional es todavía más valioso).

      Como Hegel explicó, primero, y los evolucionistas han insistido, posteriormente, cada estadio es adecuado y valioso, pero cada uno de los estadios más profundos o más elevados son más adecuados y, sólo en ese sentido, más valiosos (lo que siempre significa más holístico o capaz de dar una respuesta más amplia).

      Por todas estas razones, Koestler, después de darse cuenta de que todas las jerarquías están compuestas de holones o grados crecientes de totalidad, señaló que la palabra correcta para «jerarquía» es, realmente, holoarquía.

      Así pues, los heterarquistas, que afirman que «heterarquía» y «holismo» son lo mismo, entienden las cosas exactamente al revés. El único modo de llegar a un holismo es por vía holoarquía. La heterarquía, en y por sí misma, es simple diferenciación sin integración, partes separadas que no reconocen ningún objetivo ni organización común, montones, no totalidades.

      Sexo, ecología, espiritualidad, vol. 1, 29-35

      JERARQUÍAS DE DOMINIO Y JERARQUÍAS DE DESARROLLO

      Arthur Koestler utiliza el término holoarquía para referirse a las jerarquías, un vocablo que hoy en día tiene muy mala prensa porque la gente suele confundir jerarquías de dominio con jerarquías naturales.

      Una jerarquía natural es simplemente un orden de totalidad creciente (como, por ejemplo, el que va de las partículas hasta los átomos, las células y los organismos, o el que va de las letras a las palabras, las frases y los párrafos), donde la totalidad de un determinado nivel de la jerarquía forma parte de la totalidad propia del siguiente nivel.

      Dicho en otras palabras, las jerarquías normales están compuestas de holones y, por esto, según Koestler, podríamos perfectamente llamar «holoarquía» a la «jerarquía», algo muy adecuado porque casi todos los procesos de crecimiento –desde la materia hasta la vida y, desde ésta, hasta la mente– discurren a través de holoarquías naturales compuestas por órdenes de holismo y totalidad creciente (totalidades que se convierten en partes de nuevas totalidades).

      Pero hay ocasiones en que un determinado holón de una jerarquía natural no se contenta con el puesto que ocupa y trata de dominar a la totalidad imponiendo una jerarquía de dominio, una jerarquía patológica (algo que ocurre, por ejemplo, cuando una célula cancerosa acaba sometiendo a la totalidad del cuerpo, cuando un dictador fascista tiraniza al cuerpo social, o cuando un ego represivo esclaviza al psiquismo).

      El único modo de sanar las holoarquías patológicas no consiste en desembarazarse de la holoarquía –cosa, por otra parte, imposible–, sino en reubicar al holón arrogante en el lugar que le corresponde en la holoarquía natural. Pero los críticos de la jerarquía –sus nombres son legión– confunden las holoarquías patológicas con las holoarquías en general y acaban arrojando al niño junto con el agua de la bañera.

      Hay que recordar, en este sentido, que la única alternativa realmente holística es la holoárquica. Cuando los holistas dicen que «la totalidad es mayor que la suma de las partes», están queriendo decir que la totalidad está ubicada en un nivel holoárquicamente superior o más profundo de organización que las partes, lo cual, por supuesto, presupone la existencia de una jerarquía, de una holoarquía. Las moléculas aisladas se agrupan en la célula gracias a propiedades que trascienden a las de las simples moléculas aisladas. En este sentido, la célula se halla ordenada holoárquicamente, puesto que sin holoarquías no hay totalidades sino sólo meros conglomerados.

      Dicho en otras palabras, los llamados «holistas» que se dedican a negar la existencia de las holoarquías son, en realidad, «conglomeristas», una forma solapada de reduccionismo.

      Porque el hecho es que no hay modo de evitar la jerarquía. Hasta los mismos teóricos antijerárquicos tienen su propia jerarquía, tienen su propia categorización. Sin ir más lejos, según ellos, relacionar es mejor que ordenar, lo cual, evidentemente, presupone la existencia implícita de una escala de valores, aunque la misma negativa a admitir esa situación convierte a esa jerarquía en algo inconsciente, oculto y reprimido. Se trata de una jerarquía que niega la jerarquía, de un sistema de categorización que dice que categorizar es malo.

      Por este motivo, la postura antijerárquica es muy contradictoria e hipócrita, porque es evidente que, aunque inconsciente y pobremente elaborada, esa actitud se asienta en un tipo de jerarquía. Y con esta jerarquía disfrazada, arremeten contra el resto de las jerarquías muy satisfechos consigo mismos porque se creen «libres» de toda esta sucia categorización. De este modo, acaban culpando a los demás por hacer lo mismo que hacen ellos sin admitirlo, una pretensión obviamente absurda.

      La solución, repitámoslo, no consiste en desembarazarse de toda jerarquía o de toda holoarquía, lo cual es imposible. El mismo intento de desembarazarse de toda categorización es una forma de categorizar, y la negación de la jerarquía está basada, lo queramos o no, en algún tipo de jerarquía. El universo está compuesto de holones, y los holones existen holoárquicamente y, en consecuencia, no es posible escapar a esta jerarquía anidada. Nuestro intento, por el contrario, se centra en diferenciar entre las holoarquías normales y las holoarquías patológicas o de dominio.

      No hay modo alguno de escapar de los holones. Toda pauta evolutiva y de desarrollo procede a través de un proceso de holoarquización, a través de un proceso de órdenes de totalidad e inclusión creciente, una forma de categorizar en función de la capacidad holística. Éste es el motivo por el cual el principio básico del holismo es la holoarquía: las dimensiones superiores o más profundas proporcionan un principio, un «aglutinante», una pauta, que une y vincula partes que, de otro modo, estarían separadas, en conflicto y aisladas, en una unidad coherente, en un espacio en el que las partes separadas participan de una totalidad común y escapan, de ese modo, al destino de ser una mera parte, un mero fragmento.

      Así pues, el hecho de establecer relaciones es realmente importante, pero hay que tener en cuenta que sólo es posible dentro de un ordenamiento y una holoarquía en un entorno holoárquico que posibilite la unión y la relación. De otro modo, no habría totalidades sino meros conglomerados.

      Y cuando un determinado holón quiere convertirse en totalidad y dejar de ser parte, esa holoarquía natural o normal termina degenerando en una holoarquía patológica, en una holoarquía de dominio, otra manera de hablar de la enfermedad, de la patología y de la insania (ya sea física, emocional, social, cultural o espiritual). Hay que decir, en este sentido, que si nosotros «atacamos» las jerarquías patológicas no es para desembarazarnos de toda jerarquía, sino para permitir la emergencia de las jerarquías normales o naturales y posibilitar, así, el proceso de crecimiento y desarrollo.

      Breve historia de todas las cosas, 51-54

      LA FALACIA PRE/TRANS

      Cada vez estoy más convencido de que la diferencia existente entre los estados de conciencia prerracionales (o prepersonales) y los transracionales (o transpersonales) –lo que denominé falacia pre/trans– es fundamental para comprender la naturaleza de los estados superiores (o más profundos), los estados de conciencia auténticamente espirituales.

      La esencia del problema pre/trans puede formularse de un modo muy sencillo diciendo que, puesto que los estados prerracionales y los transracionales son, cada uno a su manera, no racionales,

Скачать книгу