AntologÃa. Ken Wilber
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El ojo de la contemplación es al ojo de la razón lo que el ojo de la razón al ojo de la carne. Del mismo modo que la razón trasciende a la carne, la contemplación trasciende a la razón. Así como la razón no puede reducirse al conocimiento carnal ni originarse en él, la contemplación tampoco puede reducirse ni originarse en la razón. El ojo de la razón es transempírico, pero el ojo de la contemplación es transracional, translógico y transmental. «La gnosis [el ojo de la contemplación, el lumen superius] trasciende el reino mental y a fortiori al reino de los sentimientos [el reino sensorial]. La investigación filosófica, por consiguiente, no tiene nada que ver con la contemplación ya que la primera se ajusta de manera estricta a un principio fundamental de adecuación verbal radicalmente opuesto a cualquier finalidad liberadora, a cualquier trascendencia de la esfera de lo verbal.»
Baste con suponer, por el momento, que los seres humanos poseen un ojo de la carne, un ojo de la razón y un ojo de la contemplación; que cada ojo tiene sus propios objetos de conocimiento (sensorial, mental y trascendental); que un ojo superior no puede ser reducido a un ojo inferior ni explicado por él, y que cada ojo es valido y útil en su propio dominio, pero incurre en una falacia cuando pretende captar por completo los ámbitos superiores o inferiores.
Cualquier paradigma transpersonal auténticamente comprehensivo deberá recurrir por igual al ojo de la carne, al ojo de la mente y al ojo de la contemplación. Cualquier nuevo paradigma auténticamente trascendental deberá utilizar e integrar los tres ojos, ordinario, sutil y causal. Y puesto que, hablando en términos generales, la ciencia empírico-analítica pertenece al ojo de la carne, la filosofía fenomenológica y la psicología al ojo de la mente y la religión/meditación al ojo de la contemplación, cualquier nuevo paradigma auténticamente trascendental deberá integrar y sintetizar el empirismo, el racionalismo y el trascendentalismo.
Y el principal escollo que deberemos esquivar en este intento es la tendencia a incurrir en el error categorial que consiste en el intento de un ojo de usurpar el papel de los demás.
Los tres ojos del conocimiento, 13-19
HOLONES
La realidad no está compuesta de cosas ni de procesos, no está compuesta de átomos ni de quarks, no está compuesta de totalidades ni de partes, sino de totalidades/parte, es decir, de holones.
Esto es tan cierto para los átomos como para las células, los símbolos o las ideas; todos ellos pueden ser entendidos no como cosas ni como procesos, ni como totalidades, ni como partes, sino simultáneamente como totalidades/parte. Así, los intentos habituales de estudio y clasificación «atomísticos» y «holísticos» están completamente fuera de lugar. No hay nada que no sea un holón (todo el camino de ascenso y todo el camino de descenso).
Antes de que un átomo sea un átomo es un holón, antes de que una célula sea una célula es un holón. Todos ellos son totalidades que existen dentro de otras totalidades y, de esta forma, en primer lugar y sobre todo, son totalidades/parte, holones.
De la misma manera, la realidad podría estar compuesta de procesos y no de cosas, pero todos los procesos son procesos dentro de otros procesos, es decir, son, en primer lugar y principalmente, holones. Tratar de decidir si las unidades básicas de la realidad son cosas o procesos está fuera de lugar porque, sea como fuere, son holones, y centrarnos en uno y otro de estos aspectos, no hace más que desviarnos del tema central. Evidentemente existen cosas y existen procesos, pero todos y cada uno de ellos son holones.
Podemos centrarnos, en cambio, en lo que todos los holones tienen en común, de ese modo nos liberaremos del vano intento de encontrar procesos o entidades comunes a cada nivel y dominio de la existencia un análisis que nunca dará resultado porque siempre aboca a una u otra forma de reduccionismo y no a una verdadera síntesis.
Decir, por ejemplo, que el universo está compuesto de quarks es privilegiar a un dominio en particular. Igualmente, en el otro extremo del espectro, decir que el universo está compuesto de símbolos porque es todo lo que conocemos, también supone privilegiar otro dominio concreto. Pero decir que el universo está compuesto de holones no privilegia ningún dominio ni implica que un determinado nivel específico sea más fundamental que otro. La literatura, por ejemplo, no está compuesta de partículas subatómicas; pero tanto la literatura como las partículas subatómicas están compuestas de holones.
Sexo, ecología, espiritualidad, vol. 1, 48-49
JERARQUÍAS
Hierós y archo son dos términos griegos que significan “sagrado” y “gobierno” o “autoridad”, respectivamente. Las «jerarquías» fueron introducidas por el místico cristiano del siglo VI Dionisio el Areopagita y se refieren a nueve órdenes celestiales que incluyen a los serafines y querubines en la parte superior de la escala y a los arcángeles y ángeles en la inferior. Entre otras cosas, los órdenes celestiales representaban grados crecientes de conocimiento, virtud e iluminación a los que podía ascenderse a través de la conciencia contemplativa. Estos órdenes estaban escalonados porque cada rango sucesivo era más inclusivo y abarcador y, en este sentido, «más elevado» que el anterior. De esta forma, «jerarquía» significaba, en última instancia, «gobierno sagrado» o «gobernar la propia vida por poderes espirituales».
La iglesia católica, sin embargo, acabó trasponiendo estos distintos órdenes celestiales de la conciencia contemplativa en órdenes de poder político, con lo cual las jerarquías terminaron siendo representadas por el Papa, a quien seguían los arzobispos, después los obispos y luego los sacerdotes y diáconos. Como dijo Martineau en 1851, «una visión de la jerarquía que no tardó en convertirse en despotismo», y ya podemos empezar a ver cómo el desarrollo normal de una secuencia de totalidades sucesivas acabó degenerando en un sistema patológicamente opresivo y represivo.
Como se emplea actualmente en psicología, en la teoría evolutiva y en la teoría de sistemas, una jerarquía de simplemente una escala de órdenes de sucesos de distinta capacidad holística. En cualquier secuencia evolutiva, lo que es totalidad en un estadio se convierte en parte de la totalidad mayor correspondiente al estadio siguiente. Una letra forma parte de una palabra completa que, a su vez, forma parte de una frase completa que, a su vez, forma parte de un párrafo completo, y así sucesivamente.
Howard Gardner lo explica así para el campo de la biología: «cualquier cambio en un organismo afectará a todas las partes; no se puede alterar ningún aspecto de una estructura sin afectar a la totalidad; cada totalidad contiene partes y es, a su vez, parte de una totalidad mayor». Y Roman Jakobson hace lo mismo en el caso del lenguaje: «el fonema es una combinación de rasgos distintivos; está compuesto de diversas unidades indicadoras y puede ser incorporado a unidades más amplias como sílabas o palabras. Es, simultáneamente, una totalidad compuesta de partes y una parte que incluye a totalidades más amplias».
Arthur Koestler acuñó el término holón para referirse a aquello que, siendo totalidad en un determinado contexto, es al mismo tiempo parte de otro contexto. Si nos referimos a la frase «el ladrido de un perro», la palabra ladrido es una totalidad en relación con sus letras individuales, pero una parte en relación con la frase misma. Y la totalidad (o el contexto) puede determinar el significado y función de la parte –el significado de una palabra, por ejemplo, banco, es diferente en las frases «el banco del parque» y «cambié dinero en el banco»–. En otras palabras, la totalidad es más que la suma de