El infinito naufragio. Laura Emilia Pacheco

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El infinito naufragio - Laura Emilia Pacheco Varia

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“vacío”

      es el nombre profundo de la muerte.)

      Al pisar

      los monumentos que la nada erigió a la muerte

      sentimos

      que allá abajo se encuentran todavía

      desmoronándose los muertos.

      10

      Las fotos más terribles de la catástrofe

      no son fotos de muertos. Hemos visto

      ya demasiadas. Éste es el siglo

      de los muertos. Nunca hubo tantos

      muertos sobre la tierra. ¿Qué es un periódico

      sino un recuento de muertos

      y objetos de consumo para gastar

      la vida y el dinero y ocultarnos tras ellos

      contra la omnipotencia de la muerte?

      No: las fotos más atroces de la catástrofe

      son esos cuadros en color donde aparecen muñecas

      indiferentes o sonrientes, sin mengua, sin tacha,

      entre las ruinas que aún oprimen

      los cadáveres de sus dueñas, la frágil vida

      de la carne que como hierba ya fue cortada.

      Invulnerabilidad de los plásticos que en este caso

      tuvieron nombre

      y existencia de alguna forma.

      Acompañaron, consolaron, representaron la dicha

      de aquellas niñas que intolerablemente nacieron

      para ver desplomarse su futuro

      en el fragor de este fin de mundo.

      11

      Hay que cerrar los ojos de los muertos

      porque vieron la muerte y nuestros ojos

      no resisten esa visión.

      Al contemplarnos

      en esos ojos que nos miran sin vernos

      brota en el fondo nuestra propia muerte.

      12

      Esta ciudad no tiene historia,

      sólo martirologio.

      El país del dolor,

      la capital del sufrimiento,

      el centro deshecho

      del inmenso desastre interminable.

      RITOS Y CEREMONIAS

      Hay un hombre que ha dejado de ser indefenso y falible.

      Ahora es el rey. No se parece a los mortales. La adulación

      edificó en su interior una estatua

      y él se siente como ella.

      De mármol es su carne

      y las palabras salen de su boca

      ya fijadas en bronce.

      En lugar de vivir,

      escribe con sus actos su biografía.

      El cortesano

      le dice en voz muy alta o en susurros: “Señor,

      eres el sabio, el justo, el infalible, el más fuerte.

      Y cuanto haces lo bendice tu pueblo.

      Tú jamás te equivocas, y si no aciertas

      aplaudiremos tus errores.

      No escucharás

      la ira de la turba ni el rezongo amarillo

      de la impotencia y de la envidia. Permítenos

      gozar el resplandor de tu corona.

      Que nos envuelva tu manto

      en el poder que es como el fuego sagrado.

      No pienses

      que muchos sufren por tus decisiones.

      ¿Acaso has meditado

      en los animales que dan

      su carne a tu banquete

      o en los árboles

      que fueron destruidos para hacer el papel

      en que se estampan tus decretos?

      ¶ ”Mañana serás polvo y error. Sobre ti

      descenderá el granizo de las condenas,

      la flecha incendiaria

      de las ballestas enemigas.

      Pero no importa: eres el rey,

      tuviste, tienes

      lo que cien mil disputan y uno solo conquista.

      En ti adquiere hueso y carne el poder.

      Disfrútalo

      porque sin él no serías nada.

      No serás nada

      cuando el poder, que también es prestado

      y no se comparte,

      salga de ti,

      encarne en otro y de nuevo

      seas como yo,

      el indefenso, el falible,

      el cordero entre zarzas que mira el trono

      y ve cernirse contra él y su pueblo

      la eterna sombra indestructible del buitre.”

      Ciudad de la memoria

      CARACOL

       Homenaje a Ramón López Velarde

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