El infinito naufragio. Laura Emilia Pacheco

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El infinito naufragio - Laura Emilia Pacheco Varia

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en la brevedad que nadie puede parar.

      Eres el triunfo

      de lo insignificante

      contra el significado de su orden, prendido

      con alfileres a la nada y el caos.”

      Siglo pasado (desenlace)

      ENCUENTRO

      Ya me encontré a mí mismo en una esquina del tiempo.

      No quise dirigirme la palabra,

      en venganza por todo lo que me he hecho con saña.

      Y me seguí de largo y me dejé hablando solo

      —con gran resentimiento por supuesto.

      Como la lluvia

      LA MIRADA DEL OTRO

      El pez en el acuario

      Mudo observa

      El espacio que mide con su vuelo.

      Del agua sólo sabe:

      “Esto es el mundo”.

      De nosotros lo azoran los enigmas.

      “¿Quiénes serán? Extraños prisioneros

      De la Tierra y el aire.

      Si vinieran aquí se asfixiarían.

      ”Los compadezco. Pobres animales

      Que dan vueltas eternas al vacío.

      ”Viven para ser vistos.

      Son carnada

      De un poderoso anzuelo inexplicable.

      ”Algún día

      He de verlos inertes, boca arriba,

      Flotantes en la cima de su Nada.”

      EL MAÑANA

      A los veinte años nos dijeron: “Hay

      Que sacrificarse por el Mañana”.

      Y ofrendamos la vida en el altar

      Del dios que nunca llega.

      Me gustaría encontrarme ya al final

      Con los viejos maestros de aquel tiempo.

      Tendrían que decirme si de verdad

      Todo este horror de ahora era el Mañana.

      AMANECER EN COATEPEC

      Los pájaros que incendian la mañana

      No estaban aquí anoche.

      Tal vez se abrían camino en las tinieblas

      Y como el Sol-jaguar de los aztecas

      Absorbían la sangre de los muertos

      (Basta leer las noticias)

      Para resucitar entre las frondas

      Como heraldos dichosos o sombríos

      De que la absurda vida sigue intacta

      Y nada pudo contra el día la noche.

      LOS DÍAS QUE NO SE NOMBRAN

      En vano trato

      De recordar lo que pasó aquel día.

      Estuve en algún lado,

      Hablé con alguien,

      Leí algún libro…

      Lo he olvidado todo.

      A tan sólo unos meses de distancia

      Parece que las cosas sucedieron

      En el siglo XIV antes de Cristo.

      ¿Qué dije, qué pensé?

      No tengo idea.

      Jamás me enteraré de lo ocurrido.

      Salí de las tinieblas,

      Voy a ellas.

      Todo es nunca por siempre en nuestra vida.

      La edad de las tinieblas

      ELOGIO DEL JABÓN

      El objeto más bello y más limpio de este mundo es el jabón oval que sólo huele a sí mismo. Trozo de nieve tibia o marfil inocente, el jabón resulta lo servicial por excelencia. Dan ganas de conservarlo ileso, halago para la vista, ofrenda para el tacto y el olfato. Duele que su destino sea mezclarse con toda la sordidez del planeta.

      En un instante celebrará sus nupcias con el agua, esencia de todo. Sin ella el jabón no sería nada, no justificaría su indispensable existencia. La nobleza de su vínculo no impide que sea destructivo para los dos.

      Inocencia y pureza van a sacrificarse en el altar de la inmundicia. Al tocar la suciedad del planeta ambos, para absolvernos, dejarán su condición de lirio y origen para ser habitantes de las alcantarillas y lodo de la cloaca.

      También el jabón por servir se acaba y se acaba sirviendo. Cumplido su deber será laja viscosa, plasta informe contraria a la perfección que ahora tengo en la mano.

      Medios lustrales para borrar la pesadumbre de ser y las corrupciones de estar vivos, agua y jabón al redimirnos de la noche nos bautizan de nuevo cada mañana. Sin su alianza sagrada, no tardaríamos en descender a nuestro infierno de bestias repugnantes. Lo sabemos, preferimos ignorarlo y no darle las gracias.

      Nacemos sucios, terminaremos como trozos de abyecta podredumbre. El jabón mantiene a raya las señales de nuestra asquerosidad primigenia, desvanece la barbarie del cuerpo, nos permite salir una y otra vez de las tinieblas y el pantano.

      Parte indispensable de la vida, el jabón no puede estar exento de la sordidez común a lo que vive. Tampoco le fue dado el no ser cómplice del crimen universal que nos ha permitido estar un día más sobre la Tierra.

      Mientras me afeito y escucho un concierto de cámara, me niego a recordar que tanta belleza sobrenatural, la música vuelta espuma del aire, no sería posible sin los árboles destruidos (los instrumentos musicales), el marfil de los elefantes (el teclado del piano), las tripas de los gatos (las cuerdas).

      Del mismo modo, no importan las esencias vegetales, las sustancias químicas ni los perfumes añadidos: la materia prima del jabón impoluto es la grasa de los mataderos. Lo más bello y lo más pulcro no existirían si no estuvieran basados en lo más sucio y en lo más

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