La cueva y el cosmos. Michael Harner

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La cueva y el cosmos - Michael Harner Sabiduría Perenne

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poder espiritual

      De ser posible, no habría que esperar a estar enfermo para alcanzar este poder. Los miembros de las culturas chamánicas tradicionales lo sabían y animaban a los jóvenes con buena salud a sufrir voluntariamente para que los espíritus ancestrales intervinieran y les ayudaran compartiendo su poder. Más que una energía curativa, este poder se concebía como una energía que sostenía a la gente en la vida cotidiana, ayudándoles a evitar el infortunio y la miseria, y obtener así buenos resultados.

      Esta adquisición de poder era la culminación de la búsqueda de poder, comúnmente llamada «búsqueda de visión». Debería mencionarse, sin embargo, que no todas las exitosas búsquedas de poder alcanzaban visiones logradas. Por ejemplo, entre los sureños okanagan del estado de Washington, el buscador podía no ver el espíritu, pero recibir su poder a través de una experiencia auditiva, en forma de palabras y canciones.4

      La mayor parte de las búsquedas de poder no debían emprenderlas personas enfermas, sino las sanas y a menudo las relativamente jóvenes. En cierto sentido era una especie de seguro de vida espiritual para fomentar el éxito y la supervivencia de un individuo.

      Prácticamente todos los individuos estaban en condiciones de buscar el poder del espíritu en diversos enclaves aislados donde se sabía que vivían los ancestros y otros guardianes. Entre estos lugares había cimas de montañas, cuevas profundas, una remota cascada de agua, el yermo ártico, determinados cañones, cementerios locales o ruinas, un sendero lejano y otros. Había una constante para alcanzar el éxito: los espíritus tenían que convencerse de que un visitante en busca de poder realmente merecía la ayuda. Al llegar al lugar, el visitante solía cantar o invocar silenciosamente a los espíritus y pedirles asistencia.

      Sufrir voluntariamente para invocar la ayuda compasiva

      La búsqueda adoptó formas diversas. Sin reparar en la cultura, normalmente exigía que los buscadores se sometieran a la prueba del sufrimiento voluntario: pasar miedo, hambre, sed, frío o calor extremo y agotamiento. En el chamanismo, el sufrimiento no es un método para expiar los propios «pecados», sino un camino para atraer la ayuda de poderosos espíritus.

      Entre algunos inuit del Ártico, una de las formas de coronar con éxito una búsqueda de poder consistía en pasar cuatro o cinco días en un iglú aislado en las profundidades del invierno, sin comida ni agua. Al pasar el tiempo especificado, un anciano, generalmente chamán, abría el iglú y traía al aspirante de regreso a casa. El iglú ni siquiera tenía una lámpara de aceite para calentarlo, por lo que el sufrimiento debido al frío se combinaba con el sufrimiento derivado de la ausencia de agua y alimentos. Al parecer, en algunos casos la persona en busca de poder permanecía desnuda durante el tiempo de la prueba. Un ejemplo menos riguroso es mi propia búsqueda de poder entre los shuar, que incluyó una agotadora ascensión por las boscosas laderas de los Andes, un baño helado en una cascada y la privación de alimento sólido antes de lograr una visión con ayuda del irresistible poder del zumo de datura (Brugmansia).5

      El sufrimiento voluntario para conquistar esos poderes aún se produce entre los pueblos nativos de las Grandes Llanuras de Norteamérica, donde la persona que busca visión y poder es sometida a un proceso de deshidratación en la purificación de una tienda «de sudoración». Allí, la voluntad individual sufre intencionadamente el calor extremo y tal vez incluso pueda ser consciente de las apariciones y manifestaciones de espíritus. Después, el buscador asciende al solitario pico de una montaña acompañado de un sacerdote chamán (curandero) u otros ancianos. Se abandona al individuo en soledad durante cierto número de días, a cuyo término los ancianos regresan a la cima para traer de vuelta al postulante.

      En la forma más extrema de la búsqueda de poder o visón de las Llanuras, se envuelve al buscador en una colcha o manta y se le abandona en un agujero en forma de L que ha sido excavado y usado anteriormente. Se le permite llevar la pipa sagrada del buscador de visiones. A continuación se cubre el agujero para reducir la luz, de modo que la persona pueda tener experiencias visionarias de día y de noche y su sufrimiento se vea multiplicado por el frío, el aislamiento y la privación sensorial. El padecimiento se refuerza con la prohibición de beber agua durante la búsqueda o inmediatamente después de la estancia en la tienda de sudoración.

      Normalmente, el sufrimiento se acompaña con plegarias a los ancestros: «Ten compasión de mí», a los que se suele invocar en tanto «abuelos», entre los pueblos indígenas del alto Amazonas y de las Llanuras de Norteamérica, el término «abuelos» es una glosa para todos los ancestros, porque en muchas culturas chamánicas no existe una palabra especial para designar a los ancestros. Una vez más, se induce el sufrimiento para despertar la compasión de los espíritus ancestrales y que estos fomenten experiencias visionarias que confieran poder espiritual al suplicante. Al manifestarse pueden hacerlo en forma humana o animal.

      ¿Por qué deberían ofrecer ayuda estos espíritus ancestrales? La respuesta es muy simple: al abandonar la realidad ordinaria en el momento de la muerte, eligieron permanecer aquí, en el Mundo Intermedio, para ayudar a sus descendientes genealógicos o a los aliados de sus descendientes. Cuando se les invoca apropiadamente y se les convence de que un visitante merece ayuda, los espíritus se revelan en las formas elegidas por los seres, se comunican y prestan su poder para superar las dificultades y peligros de la vida. A menudo los llamo espíritus etnocéntricos cuasi-compasivos, o sencillamente espíritus etnocéntricos. Su compasión protectora es condicional en dos sentidos fundamentales: 1) tienden a ayudar a sus descendientes siempre y cuando sean honrados y recordados, y 2) pueden ser extremadamente vengativos contra quienes amenacen a sus descendientes o sus aliados.

      Otra forma de buscar poder: atracción de los espíritus

      Hay otra forma de adquirir el poder de los espíritus que no implica sufrimiento ni petición de compasión. Lo llamo «atracción de los espíritus». En el proceso de invocar y trabajar con los espíritus, los chamanes suelen ingerir alimentos o bebidas muy difundidas en su pueblo o que toman ciertos animales. El objetivo del chamán es atraer e incluso fundirse con el espíritu auspicioso y su poder. De ahí que los chamanes siberianos y mongoles oren y beban vodka para atraer a los espíritus ancestrales amantes del vodka (a menudo espíritus de familiares chamanes fallecidos) para fundirse con ellos. Los chamanes de la costa norte oran y comen salmón para atraer al espíritu del oso, el águila de cabeza blanca y «el indio». Volveremos sobre ello.

      Walter Cline y las pistas okanagan

      Un estudiante de antropología americano que a finales de los años veinte viajaba en un barquito de vapor saltó al mar cerca de la costa norte de África. Su nombre era Walter Cline. Nadó hacia la costa esperando vivir con los bereberes, cosa que hizo. Aprendió a hablar fluidamente en árabe y vivió en Marruecos, Siria, Etiopía y Arabia y ayudó en las excavaciones arqueológicas de Tebas en Egipto. En 1936 recibió el doctorado en Antropología por la Universidad de Harvard. Durante los años de la Depresión tuvo un trabajo temporal con la Administración federal para el Progreso Laboral en la división centro-norte del Estado de Washington, entrevistando a los ancianos okanagan para recopilar su conocimiento tradicional y su cultura en trance de desaparición, así como sus antiguas búsquedas de poder en cuevas remotas.

      A principios de los cincuenta enseñó «religiones primitivas» en la Universidad de California, en Berkeley, como profesor a tiempo parcial. Cline era un profesor entusiasta e inspirador. Para mí fue un privilegio ser su estudiante en los últimos dos años de su vida, mientras moría de cáncer, enfermedad que ya le había arrebatado uno de sus brazos.

      Él y su maravillosa esposa Marjorie malvivían vendiendo monográficos y viejos libros de antropología almacenados en su apartamento. Pese a sus escasos

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