La cueva y el cosmos. Michael Harner

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La cueva y el cosmos - Michael Harner Sabiduría Perenne

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marcha se hizo cada vez más fuerte. Parecía imposible, pero el sonido se hizo tan fuerte que tuve que taparme los oídos. ¿Iban a pisotearme hasta la muerte? Me agazapé. Entonces, las atronadoras pezuñas me rebasaron por ambos lados, sumergiéndose raudas en las profundidades de la cueva. Aunque no podía verlos, los oía resoplar mientras galopaban. «Somos caballos», decían, en una comunicación similar a la telepatía, pero más intensa.

      A continuación los siguió otro grupo más pequeño, con un galope y respiración menos pesados. «Somos bisontes», dijeron.

      Se marcharon. La cueva recuperó su silencio. Yo estaba sumergido en un verdadero éxtasis. Lágrimas de alegría y agradecimiento corrían por mis mejillas. Era un milagro. No era un sueño, pues seguía plenamente despierto.

      Entonces, aún sentado, un inmenso e indescriptible poder avanzó hacia mí procedente de la misma dirección del grupo de animales. Esta vez no hubo sonidos ni advertencias. Atravesó arrolladoramente mi cuerpo como un tren de mercancías. Una oleada de inmensa energía cubrió mi cuerpo. Mi asombro era mayúsculo. ¡El poder se había manifestado! Entonces, el animal se marchó.

      Mientras saltaba sigilosamente en la oscuridad más allá del nicho del hueco de piedra, me decía: «¡Soy XXX, XXX, XXX!». Me dijo: «Soy uno y todo. Tú y yo somos uno». Después, el silencio.

      Me inundó un asombro y una gratitud indescriptibles.

      Tras unos pocos minutos, y con algún esfuerzo, recordé el conocimiento chamánico tradicional acerca de qué había que hacer ahora y que era conveniente no hacer. Tenía que dormir para recibir un sueño que me mostrara cómo utilizar el poder recientemente adquirido. Lo que no tenía que hacer, hasta que fuera muy muy anciano, era revelar directamente la identidad del poder animal que me había penetrado.

      Estaba demasiado excitado para dormirme, pero me introduje en el saco y después de una hora logré conciliar el sueño. Por último, volví a despertar. Aún en el saco de dormir, miré lentamente alrededor. Sentía que no estaba solo. La rojiza oscuridad era más densa que nunca, y sin embargo me parecía percibir el muro más elevado de la cueva. En lo más alto, se perfiló poco a poco una imagen de tamaño humano, como si se proyectara débilmente en una pantalla de cine. La imagen se tornó más brillante hasta que pude discernir la forma de una esbelta y sonriente joven de largo cabello oscuro. Me pareció vagamente familiar.

      Mi perplejidad era grande. ¿De quién podía tratarse? Su nombre me fue débilmente transmitido, a modo de respuesta. Al principio me pareció un nombre inglés; luego, más rotundamente, evolucionó en un nombre de sonido similar pero expresado en un lenguaje desconocido.

      Esperé a que el nombre se metamorfoseara otra vez, porque no parecía real. Ciertamente, no era un nombre que pudiera reconocer, pero no hubo cambios. Era el nombre real y definitivo, me comunicó ella.

      Durante uno o dos minutos, se movió lenta y sensualmente, de una manera tentadora. Su tácita invitación me inspiró recelo y no respondí, pues había algo amenazador en su presencia. La mujer sonrió de nuevo y desapareció. Volví a estar solo. La experiencia había sido tan intensa que memoricé el extraño nombre, Elieth, aunque no significaba nada para mí.

      Aguardé un largo rato sin que sucediera nada más. Presioné el botón de mi reloj de pulsera. Eran las 6:35 de la mañana, y probablemente ya había amanecido.

      Sin embargo, permanecí sentado con el objetivo de no abandonar la cueva antes de tiempo. No quería violar las reglas de la búsqueda y perder así el poder animal que se me había transmitido. Mientras esperaba, advertí que la oscuridad era cómoda e insignificante, casi como una ilusión.

      Encontré mi linterna y la encendí por primera vez desde mi llegada a este punto de la caverna, recogí el saco de dormir y ascendí hacia la salida. El dolor de espalda del día anterior se había desvanecido.

      Tras un cuarto de hora de ascenso hacia la salida de la caverna, vi la luz del día y, más allá, el follaje de los árboles. Emergí de la cueva hacia la cálida y cegadora luz del sol. Era bueno estar en casa, donde el sol trae la vida a todas las cosas.

      Al descender la ladera bajo la cueva, acaricié las hermosas hojas de plantas y arbustos. Daba la impresión de que regresar a la superficie del planeta, con su vida verde y su luz solar, era un gran regalo. Di las gracias a los espíritus por su ayuda y por permitirme regresar a este mundo.

      Sabía que había sido transformado, pues el poder de XXX era literalmente uno conmigo.

      Posdata. Aunque mi búsqueda de poder en la cueva había sido un éxito, el significado de la mujer llamada Elieth, que apareció e intentó tentarme, me desconcertaba. Gracias a mis lecturas en los años siguientes llegué a la conclusión de que posiblemente se trataba de la antigua diosa hebrea Lilith, aunque su nombre era ligeramente distinto.

      Me interesó descubrir que según varias fuentes judías posteriores a la Biblia, el hogar de Lilith es una cueva; es la señora de todos los animales y asesina de niños, y era conocida por seducir a hombres que duermen solos.

      Según algunas tradiciones de búsqueda de poder, es de esperar que el encuentro con un poder animal venga acompañado de un sueño inmediatamente posterior. Eso me sucedió en la cueva, aunque puedo aseguraros que no fue un sueño convencional. En ese sueño o acontecimiento, el poder que ayuda al buscador normalmente es un ancestro que se presenta en forma humana. Sin embargo, se dice que en raras ocasiones esta segunda aparición puede no resultar amable, sino perniciosa: una presencia que pretende interferir en la búsqueda.16

      Creo que Elieth podría ser un poder de obstrucción que se aprovechó de mi apertura en la cueva. Por lo tanto, muchas décadas más tarde le pedí que se marchara. Jamás le he pedido ayuda. Para reforzar mi alejamiento de ella, revelo su identidad en este libro. En el chamanismo se entiende que una declaración pública de esta naturaleza, unida a la voluntad de desconexión, normalmente aleja a un espíritu personal.

      Entretanto, he honrado y mantenido mi relación confidencial con XXX. No obstante, soy viejo, y habrá que ver hasta cuándo se queda XXX.

      Una última observación: este podría haber sido el primer relato occidental de una búsqueda de poder exitosa en el interior de una cueva desde los relatos de los antiguos europeos hace miles de años. ¡Pero ellos publicaron primero, en sus muros de roca! (Véase lámina 1 del pliego final.)

      2. ¡Existimos! Los espíritus piden reconocimiento

      Naturalmente, los lectores se preguntarán si lo que me sucedió en la cueva fue producto de mi imaginación. Es comprensible, dado que no hubo testigos que puedan validar mis experiencias. Sin embargo, por suerte, a veces los espíritus muestran su existencia y su poder a dos o más personas simultáneamente, e incluso a grupos aún mayores. Cuando esto sucede, estas demostraciones públicas a menudo reciben el nombre de milagros.

      Para el chamán que interactúa íntimamente con los espíritus auxiliares, los milagros son acontecimientos casi rutinarios en las tareas de sanación. De hecho, los milagros curativos producidos por los espíritus probablemente son las acciones más celebradas de los chamanes en las sociedades indígenas. Alejados de los chamanes entregados a actividades sanadoras, a veces los espíritus tratan de comunicar su realidad a través de milagros y «micro-milagros». Estas «llamadas de atención» enviadas por los espíritus, no pocas veces con la ayuda de un chamán o un iniciado en las prácticas chamánicas, quizá se comprenden mejor como intentos de instruir al pueblo acerca de su existencia. Compartiré algunas en las que me vi personalmente implicado.

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