Los inicios de la automatización de bibliotecas en México. Juan Voutssás Márquez

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Los inicios de la automatización de bibliotecas en México - Juan Voutssás Márquez

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de ellos; esto es 2 × 2 × 2 × 2 × 2 × 2 = 64 combinaciones, lo cual implica que este código podía representar 64 caracteres diferentes. El alfabeto inglés tiene 26 letras; sumándole los diez dígitos decimales más los diez signos de puntuación básicos incluyendo el carácter “espacio”, se ocupan 48 combinaciones diferentes. A éstos hay que agregar algunos adicionales llamados “caracteres de control” como el carriage return o enter y el line feed o avance de línea, representados también por una combinación de bits; en total, cerca de 56 representaciones de las 64 posibles. Bajo ese concepto, las letras mayúsculas estaban ahí, pero representar también minúsculas hubiese requerido otras veintiséis combinaciones distintas que, como puede observarse, no alcanzaban. Hubo otras variantes de códigos elaboradas por parte de diversos fabricantes de computadoras, pero todas bajo el mismo principio.

      Las computadoras de la primera época estaban hechas para tareas que requerían una impresión alfanumérica modesta; los textos impresos solo con mayúsculas eran aceptables en un recibo o una póliza. La memoria era escasa y cara, por lo que buscaba optimizarse usando el mínimo de bits. Las impresoras de ese entonces, en consecuencia, solo imprimían esos 48 caracteres. Los demás no existían. Por esta razón, el problema de la construcción de una impresora con minúsculas no era solo de tipo técnico o mecánico. Internamente, las computadoras no podían representar las minúsculas en su código. Aparte de los bibliotecarios, a nadie le preocupaba ese detalle en las primeras décadas.

      En 1963, justamente cuando se llevaba a cabo la conferencia tratada, y para comenzar a homogeneizar los diferentes códigos existentes, el Comité Americano de Estándares propuso el código American Standard Code for Information Interchange (ASCII) o Código Estándar Americano para Intercambio de Información. Originalmente fue concebido con conjuntos o bytes ampliados a siete bits en vez de los seis originales. Esto daba ya 2**7 = 128 diferentes combinaciones, lo que permitió “crear” las combinaciones para las letras minúsculas, y además se agregaron más signos de puntuación y más caracteres de control, como “principio de la transmisión”, “fin de la transmisión”, “tabulador”, “avance de hoja”, “campana” o timbre, etcétera. La propuesta original era que los diversos fabricantes de computadoras, además de su código propio, tuvieran también el ASCII en sus computadoras para poder intercambiar información entre máquinas de diversas marcas. Hasta entonces, el código usado en una marca de computadora no era legible en otra simplemente porque el código de representación de caracteres en una marca no era igual al de las otras. ASCII de siete bits se volvería estándar hasta 1967, pero todavía tardaría más de una década en popularizarse. El código ASCII-7 solucionó el problema de las minúsculas a partir de entonces, pero seguía sin contemplar los caracteres no ingleses; aún no se podían imprimir caracteres con signos diacríticos: tildes, virgulillas, diéresis, cedillas, etcétera; simplemente no podían ser impresos en las fichas porque no podían ser representados. Esto introducía serios defectos en las fichas, bibliografías, etcétera, en los demás idiomas que usando el alfabeto latino son diferentes al inglés.

      En 1964, IBM introdujo en sus máquinas un código denominado Extended Binary Coded Decimal Interchange Code (EBCDIC) o Código Extendido de Intercambio Decimal Codificado en Binario. En este código el byte o carácter fue ya de 8 bits, lo que permitió 2**8 = 256 combinaciones diferentes, y por tanto se pudieron agregar todos los caracteres adicionales de estos otros idiomas: las vocales acentuadas tanto con acentos agudos como graves y circunflejos, las vocales con diéresis, la “ñ”, las cedillas, las vocales portuguesas con virgulillas ã y õ, la romana æ, las letras nórdicas Å, ÿ, ø, Ð, etcétera, tanto en mayúsculas como en minúsculas, así como los signos de puntuación “¡” y “¿”. No obstante, la mayoría de los proveedores todavía tardó algunos años en incluir estos caracteres en sus impresoras.

      Al margen de los códigos que ya permitían el manejo de minúsculas y/o diacríticos, a los fabricantes no les gustaba poner esta opción en sus impresoras. A principios de los sesenta, se introdujo la impresora “de cadena”. Originalmente, este tipo de impresora se basaba en bandas elípticas —las cadenas— que contenían cinco juegos de 48 caracteres cada una, doscientos cuarenta caracteres en total. Las cadenas giraban rápidamente con engranes y pasaban frente a unos martillos, uno por cada columna de la hoja; cuando la letra a imprimir pasaba frente a un martillo en una columna dada, éste golpeaba el papel para hacer la impresión. Si hay cinco juegos de letras en una sola cadena que gira, una cierta letra llegará más pronto a la columna deseada. Ya para entonces, esto se hacía a una velocidad vertiginosa: a principios de los sesenta, la impresora IBM modelo 1403 podía imprimir 1,400 líneas por minuto; una página de 132 columnas y 66 líneas en menos de tres segundos. Cuando se introdujeron las minúsculas, las cadenas se sustituyeron por tres juegos de ochenta caracteres en cada una. Esto reducía la velocidad de la impresora casi a la mitad, lo cual no agradaba a los fabricantes, y por esta razón se mostraban reacios al cambio. Además, por ser un código desarrollado por IBM, en 1963 solo las impresoras de esa empresa poseían esta capacidad de minúsculas. Es por ello que todavía era motivo de debate y discusión en la conferencia de 1963. Los demás fabricantes tardarían mucho en aceptarlo y solo se surtía bajo pedido.

      En 1970, el Comité de Directores de la División de Automatización y Ciencia de la Información (ISAD por sus siglas en inglés) de la ALA emitió una recomendación para un juego de caracteres a ser instalado por los fabricantes de impresoras en sus productos. Este conjunto de caracteres contenía las minúsculas y las letras de otros alfabetos romanos aparte del inglés, pero como no estaba coordinado con los códigos internos de representación de las computadoras de la época, nunca se volvió algo práctico (American Libraries 1970, 314).

      La versión ASCII de ocho bits surgió hasta 1981 y, como EBCDIC, permitió 2**8 = 256 combinaciones; por tanto, también se pudieron agregar en ella todos los caracteres adicionales de todos los idiomas con alfabetos latinos. No obstante, los proveedores todavía tardaron algunos años en incluir estos caracteres en sus impresoras. A partir de este estándar, todavía vigente hoy en día, el byte o carácter actual mide 8 bits. ASCII-8 dio lugar posteriormente a varios estándares ISO internacionales con juegos de caracteres para varios alfabetos no latinos: griego, cirílico, katakana, etc. El latino se denominó ISO-Latin-8.

      A principios de los sesenta, cuando este problema aún no tenía solución en las bibliotecas, hubo varios intentos de resolverlo con nuevos métodos automatizados diferentes a los mimeógrafos, offset, etcétera. En 1963, Paul Fasana presentó un reporte con una propuesta de un procedimiento y un equipo para producir tarjetas catalográficas en forma masiva y correcta denominado Crossfiler, el cual era un procesador electrónico de datos que no llegaba a ser propiamente un computador, pero que por medio de cinta de papel perforada y una sofisticada máquina de escribir eléctrica Friden Flexowriter modificada como impresora, podía imprimir juegos de tarjetas gracias a un programa al efecto y el uso de “caracteres especiales” separadores de campos. Esas tarjetas sí tenían minúsculas, diacríticos, etcétera. El sistema había sido desarrollado como una propuesta para la biblioteca de un laboratorio de investigación de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Cambridge en forma experimental, y aunque funcionaba bien, era caro y muy complicado de utilizar, por lo cual nunca se popularizó. No obstante, ilustra perfectamente los intentos de esa época para producir tarjetas catalográficas de forma alternativa ante la deficiencia de las impresoras de esa época (Fasana 1963). En esos años, hubo otros intentos al respecto aprovechando que se desarrollaron máquinas de escribir eléctricas cuyos datos podían ser alimentados por medio de cinta de papel y producir diversos documentos con buena calidad; entre ellos, tarjetas catalográficas; por ejemplo, la máquina Dura Mach.

      Otro de los temas críticos vigentes a principios de los sesenta debatido en la conferencia de 1963 fue el concepto del “tamaño de registro” para las bibliotecas. En ese entonces —y en numerosos sistemas esto sigue vigente hasta la fecha—, la construcción básica de un archivo o fichero de computadora consistía en algo así como una “tabla plana” formada por columnas y renglones. Cada renglón o “registro” contiene una unidad completa de información; por ejemplo:

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