Los inicios de la automatización de bibliotecas en México. Juan Voutssás Márquez

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Los inicios de la automatización de bibliotecas en México - Juan Voutssás Márquez

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Encyclopedia of Information and Library Science define ‘Informatics’ como “la ciencia de la información”. El Diccionario Merriam-Webster Webster en inglés envía “informatics” simplemente hacia “Information Science”, con lo que los tres diccionarios los vuelven sinónimos. Al buscar por este segundo término, este último lo define como: “La colección, clasificación, almacenamiento, recuperación y diseminación del conocimiento registrado, tratados tanto desde el punto de vista de ciencia teórica como de ciencia aplicada”. En inglés, el término informatics no se usa hoy como traducción equivalente del actual castellano informática. Para ello, se utiliza el término Information Technologies (IT) o tecnologías de la información, Information and Communication Technologies (ICT), Tecnologías de la información y Comunicaciones (TIC), o bien el término “Computer Science” (Ciencia de la Computación). En francés, el término informatique fue aceptado por la Academia Francesa en su acuerdo de abril de 1966; se definió como: “La ciencia del tratamiento sistemático y eficaz de la información, realizado especialmente mediante máquinas automatizadas, contemplada como vehículo del saber humano y de la comunicación en los ámbitos técnico, económico y social” (Journal du Conseil… 1969). Esta definición permanece hasta hoy y como puede verse, se parece a las definiciones actuales en español. Equivalencias semejantes se encuentran en la actualidad en “Informatik” en alemán y sueco, “Informatica” en holandés e italiano, “Informática” en portugués, “Informatika” en ruso, húngaro y eslovaco, “Informatyka” en polaco e “Informatikk” en noruego, todas como equivalentes de “Ciencia de la Computación”.

      Como puede observarse, en algún momento de la década de los setenta el significado original de informática como “ciencia de la documentación científica” empezó a cambiar en español. Herrera y Velásquez (1982:5-6) lo describen así:

      […] Actualmente se ha difundido el empleo de la palabra informática y se han desginado con este término básicamente el empleo de los computadores para el manejo de la información, sin establecer conexiones entre ésta y otras disciplinas que tradicionalmente se han venido ocupando de la información, su generación y difusión, como es el caso de la Bibliotecología, gracias a cuya evolución —y especialmente la incorporación de nuevas tecnologías al almacenamiento y recuperación de la información— puede afirmarse que sirvió de base para el advenimiento de la informática. Lo anterior quizá se deba al sentido restringido como se ha tomado este término en América Latina, siguiendo el ejemplo de algunos países desarrollados, especialmente Estados Unidos y Francia, donde el término informática ha llegado a ser sinónimo de Ciencia de los Computadores”.

      Por si todo lo anterior fuera poco, a fines de los cincuenta se introdujo también la discusión del término “Ciencia de la Información”. Alvares y Araújo (2010, 200) mencionan que “[…] La Conferencia Internacional sobre Información Científica, celebrada en Washington en 1958, marcó la transformación de la Documentación hacia Ciencia de la Información. A mediados de los sesenta, este último término se impuso definitivamente en los Estados Unidos, donde floreció más que en otros países”.

      Algunos autores definieron la Ciencia de la Información en sus primeros momentos como una “ciencia encargada de la organización, conservación, catalogación, clasificación, análisis y difusión del material documental y bibliográfico, mediante la aplicación y el dominio de nuevas tecnologías” (Arreguín 1995, 221). Como puede verse, esta definición se traslapaba con la original de “informática”. En contraste, el concepto de “ciencia de la información” se relacionó posteriormente con “las propiedades, comportamiento y circulación de la información. Abarca el análisis de los sistemas, los aspectos mesológicos de la información y la comunicación, de los medios de información y del análisis lingüístico, de la organización de la información, de las relaciones hombre-sistema, etcétera” (Rees y Saracevic 1967, 2).

      No es el propósito de este texto hacer un análisis detallado de los términos, sus significados y sus comparaciones. El punto es simplemente señalar que entre las décadas de los cincuenta y los setenta, en la que se detonan los primeros usos de computadoras en las bibliotecas, hay una gran preocupación en estas organizaciones por cómo colectar, registrar y distribuir grandes cantidades de información de manera regular, organizada y masiva en apoyo al quehacer científico. Las grandes discusiones acerca de si eso debe llamarse documentación, Biblioteconomía, Bibliotecología, bibliografía especializada, Ciencia de la información, teoría de la información, Informática, etcétera, ocurrieron en esa época, durante la cual se crearon un sinnúmero de textos y definiciones al respecto. El capítulo de Vicentini ya mencionado incluye una vasta y completa bibliografía al respecto, además de la compilada por Rost (1963).

      En México, la preocupación y el desarrollo de entidades para el acopio y la distribución de grandes cantidades de información científica se remontan a 1950, cuando se creó en nuestro país el Centro de Documentación Científica y Técnica de México (CDCTM). En 1948, fue nombrado director de la UNESCO el escritor y poeta mexicano Jaime Torres Bodet, quien también fue Secretario de Educación con dos presidentes. Consciente de la problemática mundial en el aspecto de la recopilación y distribución de la cada vez mayor información científica así como de su importancia para el desarrollo, impulsó la iniciativa de crear centros de documentación en apoyo a la ciencia y la tecnología en países en desarrollo, y puso especial énfasis en América Latina, y obviamente en México. Poco después —en noviembre de 1950— y como resultado de esa iniciativa, se fundó en México ese centro de documentación, uno de los primeros en el subcontinente. Tenía su sede en una señorial casona en Enrico Martínez número 24 contigua a la Ciudadela, y después de un periodo inicial bajo un director de la UNESCO pasó poco después a la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde se nombró como su director al doctor Armando Sandoval, quien ya se había destacado por su interés y habilidad en este tipo de información. A lo largo de once años, se consolidó como el principal centro de información y documentación como apoyo a la docencia, la investigación y la industria en México, y se convirtió en referente entre los centros de este tipo en Latinoamérica. El mismo doctor Sandoval hizo un recuento de su fundación y desarrollo en las primeras Jornadas de la AMBAC en 1956 y posteriormente en una remembranza en 2001 (Sandoval 1956, 163-169; Sandoval 2001, 3-5). El ingeniero Alfredo Buttenklepper también hizo una reseña detallada de los inicios de ese centro (Buttenklepper 1979,437). En 1961, el gobierno federal decidió integrar el centro y todos sus recursos al Departamento de Bibliotecas y Servicios Bibliográficos del recién creado Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto

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