E-Pack Bianca y Deseo abril 2020. Varias Autoras
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–No soy una estafadora –dijo un par de minutos después, aunque le parecieron dos siglos–. Orla es tan hermanastra tuya como mía y Finn, tan sobrino tuyo como mío. Y sé que estará encantada de hacerse una prueba de ADN si se lo pides.
Dante la miró, le devolvió el teléfono y preguntó:
–¿Por qué está en el hospital? ¿Por qué lleva esas cosas en la cabeza?
Ella echó un vistazo a la foto que estaba mirando.
–Ah, eso… Se la hicimos hace seis meses, cuando le hicieron el electroencefalograma.
–¿Un electroencefalograma?
–Sí, para estudiar la actividad eléctrica del cerebro. Finn nació prematuramente, y sufrió una parálisis cerebral que le causó epilepsia. Ese es el motivo de que Orla no pudiera venir a Sicilia. Le aterra la idea de dejarlo solo. Y esa es también la razón de que quiera una parte de la herencia… No lo hace por avaricia, sino porque quiere darle un hogar donde pueda estar a salvo.
Aislin suspiró antes de añadir:
–Siento haber entrado en tu casa sin permiso. Sé que es ilegal, pero estaba desesperada. Finn te necesita, Dante. Necesita que le ayudes.
Dante se pasó una mano por el pelo, sintiéndose enfermo. Las fotografías no eran ninguna prueba concluyente, pero su instinto le decía que Aislin era sincera. Tenía un sobrino enfermo y una hermana que, por la fecha del certificado de nacimiento, debía de haber nacido cuando él tenía siete años, es decir, cuando su madre se divorció de su padre.
¿Le habría mentido ella también? ¿Habría conspirado con Salvatore para guardarlo en secreto? No tenía forma de saberlo, pero sus pensamientos volvieron rápidamente al niño de las fotografías que acababa de mirar.
–¿Cuántos años tiene?
–Le falta un mes para cumplir tres.
Aislin lo dijo con un tono extraño, como si sintiera pena de él, lo cual le molestó. ¿A qué venía eso? No lo conocía. No sabía nada de él. Lo único que tenían en común era una hermanastra y un sobrino enfermo.
Angustiado, cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz. No tenía tiempo para esas cosas. El acuerdo con los D’Amore estaba en peligro, y solo le quedaban cinco días para convencer a Riccardo de que se merecía su confianza, de que no era como sus padres. De lo contrario, cerraría un trato con su principal rival.
Además, siempre había pensado que los negocios eran lo primero. Lo había aprendido siendo muy joven, al ver que Salvatore lo perdía todo por dar prioridad a las mujeres y el juego.
Sin embargo, la imagen de aquel pequeño entubado permaneció en sus pensamientos con tanta intensidad como la figura de la mujer que lo estaba mirando. Aislin era una mujer preciosa, e indiscutiblemente inteligente. Seguro que le quedaba muy bien un vestido de gala. Nadie se extrañaría si la veían con él.
–Te he dicho la verdad. Mi padre murió sin un céntimo –declaró lentamente–. Tuve que hacerme cargo de sus deudas, y no dejó nada más que esta casa. Pero, según la ley siciliana, tu hermanastra no tiene derechos sobre ella.
Aislin se recostó en el sillón, derrotada. Era una estudiante en la ruina y, en cuanto a Orla, se encontraba en una situación similar porque aún no había conseguido que el seguro le pagara la indemnización por la enfermedad de su hijo. Habían invertido todo su dinero en el billete de avión a Italia, y no podía volver con las manos vacías.
–Como ya he dicho, no tengo intención alguna de vender la casa. Ha sido de mi familia durante varias generaciones –continuó Dante–. Pero estoy dispuesto a darle a Orla la mitad de su valor.
–¿En serio? –dijo ella, sorprendida.
Él asintió.
–Cien mil euros, con la condición de que se haga una prueba de ADN –afirmó–. Si su identidad se confirma, el dinero será suyo.
Aislin se sintió inmensamente aliviada.
–Gracias, Dante. No sabes cuánto significa esto para…
–Tengo una oferta que hacerte –la interrumpió él–. Una oferta que no incluye pruebas de ADN.
–¿Qué tipo de oferta?
–Una que será beneficiosa para los dos –respondió Dante, mirándola con detenimiento–. Tengo que ir a una boda este fin de semana, y quiero que me acompañes.
–¿Quieres que te acompañe a una boda?
–Sí, en efecto. Y a cambio, te pagaré un millón de euros.
Capítulo 3
AISLIN se llevó tal sorpresa que solo fue capaz de decir:
–Pero…
Dante sonrió.
–Mi oferta es bien sencilla, dolcezza. Si vienes conmigo, te llevarás un millón.
–¿Un millón de euros por el simple hecho de acompañarte a una boda? –preguntó ella, incapaz de creérselo.
–Sí, y lo puedes utilizar como quieras. Te lo puedes quedar o dar una parte a Orla.
–¿Y a tu novia no le importará?
Dante arqueó una ceja, y ella se maldijo para sus adentros por haber dicho más de lo que pretendía.
–Ah, vaya… veo que me has investigado por Internet.
–Bueno, reconozco que vi unas fotografías tuyas cuando intentaba encontrar la forma de llamar tu atención –replicó ella con incomodidad.
La afirmación de Aislin no era del todo cierta. Efectivamente, solo había querido encontrar la forma de ponerse en contacto con él, pero no se había limitado a ver fotos. Ahora sabía que Salvatore había sido un seductor y que su multimillonario hijo también lo era. Dante no necesitaba pagar un millón de euros para que una mujer lo acompañara a una boda. La mayoría lo habría acompañado gratis.
Sin embargo, ella no era como la mayoría. No buscaba divertimentos pasajeros, sino una relación duradera, y ya había cometido el error de enamorarse del mayor ligón de la universidad, quien la había seducido con falsas promesas y se había acostado después con una de sus amigas.
Además, la oferta de Dante la incomodaba por otras razones. Si hubiera sido aburrido y feo, si no hubiera tenido ningún carisma sexual, su reacción habría sido distinta; pero era tan guapo que resultaba pecaminoso, y tenía que estar loca para arriesgarse con un hombre que la excitaba con el simple sonido de su voz.
Ahora bien, un millón de euros era un millón de euros.
–No tengo novia, Aislin. Rompí con Lola el mes pasado