Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova
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Estas tasas de crecimiento descubren los procesos de integración nacional y de participación económica y social en las distintas décadas, y exponen que la velocidad que adquiere la población participante es cada vez mayor, década por década. Revelan, igualmente, que las tasas de crecimiento de la población marginal son decrecientes en la mayoría de los casos, es decir, que la población marginal crece cada vez a una menor velocidad. (Entre las principales excepciones se encuentra la población rural, que tiene tasas crecientes.) Expresan, en fin, que la velocidad con que crece la población participante es superior a la velocidad con que crece la población marginal, y que sin embargo es insuficiente para disminuir en cifras absolutas el número de mexicanos marginales, salvo en las décadas de 1940-1950 —por lo que se refiere a la población analfabeta— y de 1950-1960 —por lo que se refiere a la población que no come pan de trigo.
VIII
Haciendo un balance de todos estos datos se derivan algunas conclusiones muy importantes, directamente vinculadas con los problemas actuales de la política y el desarrollo: a) a la integración del país, a la disminución relativa de la población marginal y al incremento absoluto de la población participante —datos todos ellos halagüeños— corresponde sin embargo un incremento absoluto de la población marginal. Esto es, que si hoy existe en México una proporción menor de población marginal, sin embargo, en números absolutos hay una cantidad mayor de mexicanos marginales que en el pasado, quienes constituyen un problema —económico, cultural y político— de magnitud nacional; y b) que esta población marginal tiende a ubicarse en el campo y a ser marginal no sólo en un aspecto, sino en varios a la vez, con lo que tenemos una población marginal integral, desprovista —según los indicadores que hemos usado— de todos los bienes mínimos del desarrollo, de la alimentación, el calzado, la educación, etc. Ambos hechos constituyen el reto más vigoroso al desarrollo del país y a la política nacional, y dan a la estructura social de México las características de una sociedad dividida en dos grandes sectores: el de aquellos mexicanos que participan del desarrollo, y el de aquellos que están al margen de éste, que son marginales al desarrollo. La dinámica interna de la desigualdad presenta, pues, esta primera característica, que no se puede ignorar en la descripción ni en la explicación de los grandes problemas nacionales.
MARGINALISMO Y SOCIEDAD PLURAL
La sociedad típicamente dual o plural está formada por el México ladino y el México indígena; la población supermarginal es la indígena, que tiene casi todos los atributos de una sociedad colonial. La división entre los dos méxicos —el participante y el marginal, el que tiene y el que no tiene— esboza apenas la existencia de una sociedad plural, y constituye el residuo de una sociedad colonial; no obstante, las relaciones entre el México ladino y el indígena tipifican de una manera mucho más precisa el problema de la sociedad plural y del colonialismo interno. Desgraciadamente, al analizar estos fenómenos encontramos muy pocos elementos: para el análisis de la sociedad plural disponemos de un indicador, el idioma; para analizar el colonialismo interno sólo contamos con indicadores indirectos, que revelan la existencia de una discriminación y explotación semicoloniales.
1. La proporción de mexicanos que no hablan español porque hablan exclusivamente una lengua o dialecto indígena era de 8.5% en 1930; de 7.4% en 1940; de 3.6% en 1950; de 3.66% en 1960 (respecto de la población de cinco o más años). En números absolutos, las cifras son las que siguen: 1’185,273 en 1930; 1’237,018 en 1940; 795,069 en 1950, y 1’104,955 en 1960.
2. La población que hablando una lengua o dialecto indígena habla o “chapurrea” el español, y que, como han observado los antropólogos, es de cultura predominantemente indígena que no pertenece o no está integrada a la cultura nacional, alcanza las siguientes proporciones: 7.6% en 1930; 7.5% en 1940; 7.6% en 1950, y 6.38% en 1960. En números absolutos, las cifras son como siguen: 1’065,670 en 1930; 1’253,891 en 1940; 1’652,540 en 1950, y 1’925,299 en 1960.
3. La suma de la población indígena monolingüe y de la bilingüe constituye en números gruesos, conservadores, el problema de la población indígena, no integrada a la cultura nacional. Su proporción ha variado como sigue respecto al total de población de cinco o más años: 16.1% en 1930; 14.9% en 1940; 11.2% en 1950, y 10.5% en 1960. En números absolutos, las cifras son como siguen: 2’250,943 en 1930; 2’490,909 en 1940; 2’447,609 en 1950, y 3’030,254 en 1960.
Frente a ella, la población de cultura nacional presenta las siguientes características:
1. Es el 83.9% del total de cinco o más años en 1930; el 85.1% en 1940; el 88.8% en 1950; el 89.95% en 1960.
2. En números absolutos corresponde a 11’791,258 habitantes en 1930; a 14’297,751 en 1940; a 19’373,417 en 1950, y a 25’968,301 en 1960 (véase Tabla 4).
Si se observan los datos anteriores, se advierten los siguientes hechos (véase Tabla 7):
1. La proporción de la población indígena monolingüe disminuye de 1930 a 1940 y de 1940 a 1950; vuelve a aumentar de 1950 a 1960.
2. La cantidad de la población indígena monolingüe permanece prácticamente igual a lo largo de estos 30 años. En números absolutos sólo disminuye en 1950 respecto de 1940, pero aumenta de 1950 a 1960, y en 1960 es prácticamente igual a lo que era en 1930.
3. La proporción de la población indígena bilingüe permanece prácticamente igual de 1930 a 1950 y disminuye entre 1950 y 1960. En números absolutos, la población indígena bilingüe tiene un aumento constante década por década y en todo el periodo.
4. La proporción de la población monolingüe y bilingüe, esto es, del total de la población indígena, disminuye década por década y a lo largo del periodo 1930-1960. En números absolutos, aumenta de 1930 a 1940, disminuye de 1940 a 1950 y vuelve a aumentar en 1960.
5. La población de cultura nacional aumenta en números absolutos, década por década y a lo largo del periodo.
De las características de este fenómeno se da uno mejor cuenta si se analizan las tasas de la siguiente tabla:
Tabla 7. Tasas de crecimiento de la población de cultura nacional y de la población indígena (1930-1940)
Tasas de crecimiento de la población | 1930-1940 | 1940-1950 | 1950-1960 |
TOTAL | 18.73 | 31.22 | 35.40 |
Rural | 15.84 | 16.07 | 16.27 |
Monolingüe | 4.36 | -35.72 | 26.47 |
Bilingüe | 17.66 | 31.79 | 16.52 |
Monolingüe-bilingüe | 10.66 | -1.73 | 23.80 |
De cultura nacional | 18.42 | 35.49 | 34.04 |
Las cifras anteriores nos llevan a concluir:
1. Que las tasas sólo son negativas, y por lo tanto suponen una disminución absoluta en la década 1940-1950, en lo que respecta a la población monolingüe y a la suma de la población monolingüe y bilingüe. Como no es de suponer que en esa década haya disminuido la natalidad o aumentado la mortalidad de los indígenas, parece ser que es la única década en que aumenta el número de aquellos que aprenden español y se integran a la cultura nacional; o bien, que hay una subestimación de la población monolingüe en el censo de 1950, hecho que se puede dar al mismo tiempo que el anterior.
2. En esa misma década de 1940-1950, la población bilingüe y la población nacional alcanzan