Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova
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La explotación es combinada —mezcla de feudalismo, esclavismo, capitalismo, trabajo asalariado y forzado, aparcería y peonaje, y servicios gratuitos—. El despojo de tierras de las comunidades indígenas tiene las dos funciones que han cumplido en las colonias: privar a los indígenas de sus tierras y convertirlos en peones o asalariados. La explotación de una población por otra corresponde a salarios diferenciales por trabajos iguales (minas, ingenios, fincas de café); a la explotación conjunta de los artesanos indígenas por la población ladina (lana, ixtle, palma, mimbre, cerámica); a discriminaciones sociales (humillaciones y vejaciones), lingüísticas (“era gusano hasta que aprendí el español”), por las prendas de vestir, jurídicas, políticas, sindicales, con actitudes colonialistas de los funcionarios locales e incluso federales y por supuesto, de los propios líderes ladinos de las organizaciones políticas.
3. Esta situación corresponde a diferencias culturales y de niveles de vida que se pueden registrar fácilmente según sea la población indígena o ladina.
Así, entre las comunidades indígenas se advierten hechos como los siguientes: economía de subsistencia predominante; mínimo nivel monetario y de capitalización; tierras de acentuada pobreza agrícola o de baja calidad cuando están comunicadas, o impropias para la agricultura (sierras) o de buena calidad pero aisladas; agricultura y ganadería deficientes (semillas de ínfima calidad, animales raquíticos de estatura más pequeña que los de su género); técnicas atrasadas de explotación, prehispánicas o coloniales (coa, hacha, malacate); bajo nivel de productividad; niveles de vida inferiores a los de las regiones no indígenas (mayor insalubridad, índices más altos de mortalidad general e infantil, analfabetismo, raquitismo); carencia acentuada de servicios (escuelas, hospitales, agua, electricidad); fomento del alcoholismo y la prostitución por los enganchadores y ladinos; agresividad de unas comunidades contra otras (real, lúdica, onírica), cultura mágico-religiosa y manipulación económica (economía de prestigio) o política (vejaciones, voto colectivo). Estas manipulaciones corresponden a estereotipos típicamente coloniales, en que los indios “no son gentes de razón”, son “flojos”, “buenos para nada” y en que la violación de las reglas estrictas de cortesía, lenguaje, vestido, tono de voz por parte de los indígenas provoca reacciones de violencia verbal y física en los ladinos.
4. Aunque el desarrollo del país, la movilización, el incremento de las comunicaciones y el mercado nacionales han permitido una salida a los mejores y más agresivos miembros de estas comunidades indígenas, y aunque una vez que visten como mestizos, hablan español y participan en la cultura nacional, las condiciones de los indígenas corresponden a los distintos estratos que ocupan en la sociedad —por lo que el problema no es un problema racial a nivel nacional— hay dos hechos que sí tienen importancia en todo México:
a) El propio gobierno federal conserva una política natural o inconscientemente discriminatoria: la reforma agraria tiene dimensiones mucho menores en las regiones indígenas; la carga fiscal es proporcionalmente mayor para las comunidades indígenas; los créditos y las inversiones son proporcionalmente menores en las comunidades indígenas.[34]
b) Si todas las características anteriores, típicas del colonialismo interno, se dan integralmente en una población que sólo comprende el 10% del total —en las fronteras del México ladino e indígena—, este hecho guarda una natural interacción con el conjunto de la sociedad nacional, en la que hay un continuum del colonialismo desde la sociedad que reviste íntegramente las características de la colonia, hasta las regiones y grupos en que sólo quedan resabios y formas paralelas discriminatorias, o de manipulación paracolonialista, observable sobre todo en el terreno jurídico-político.
Reparando en el caso de México, vemos que el colonialismo interno tiene varias funciones explicativas y prácticas, cuyas tendencias y desviaciones ameritan ser analizadas como hipótesis viables en instituciones similares:
1. En las sociedades plurales las formas internas del colonialismo permanecen después de la independencia política y de grandes cambios sociales como la reforma agraria, la industrialización, la urbanización y movilización.
2. El colonialismo interno como continuum de la estructura social de las nuevas naciones, ligado a la evolución de los grupos participantes y marginados del desarrollo, puede constituir un obstáculo más a la integración de un sistema de clases típico de la sociedad industrial, y oscurecer la lucha de clases por una lucha racial. Los estereotipos colonialistas —la “cosificación” y manipulación que los identifica— pueden encontrarse en el continuum colonialista y explicar algunas resistencias seculares a la evolución democrática de estas sociedades,[35] así como una incidencia mayor de los conflictos no institucionales.
3. El colonialismo interno explica, en parte, el desarrollo desigual de los países subdesarrollados, en que las leyes del mercado y la escasa participación y organización política de los habitantes de las zonas subdesarrolladas juega simultáneamente en favor de una “dinámica de la desigualdad” y en contra de los procesos de igualitarismo característicos del desarrollo.[36]
4. El valor práctico y político de la categoría del colonialismo interno quizá se distingue de otras categorías (de Lerner, McClelland, Hoselitz) en que éstas proporcionan sobre todo un análisis psicológico y valorativo, útil para el diseño de políticas de comunicación, propaganda y educación, en tanto que la noción de colonialismo interno no es sólo psicológica sino estructural, y más bien estructural. Ligada a la política de los gobiernos nacionales (de integración nacional, comunicaciones internas y expansión del mercado nacional), puede tener un valor económico y político para acelerar estos procesos e idear instrumentos específicos —infraestructurales, económicos, políticos y educacionales— que aceleren deliberadamente los procesos de descolonización no sólo externa sino interna y, por ende, los procesos de desarrollo. También puede ser la base de una lucha contra el colonialismo, como fenómeno no sólo internacional sino interno, y derivar en movimientos políticos y revolucionarios que superen los conceptos de integración racial o de lucha racial, ampliando la estrategia de los trabajadores colonizados.
[1] Texto extraído de P. González Casanova, “El colonialismo interno”, Sociología de la explotación, Buenos Aires, Clacso, 2006, pp. 185-234.
[2] R. Emerson, From Empire to Nation: The Rise of Self Assertion of Asian and African Peoples, Cambridge, Harvard University Press, 1960, p. 342.
[3] J. S. Coleman, “The Political Systems of the Developing Areas”, en G. A. Almond y J. S. Coleman, The Politics of the Developing Areas, Princeton, Princeton University Press, 1960, p. 548.
[4] B. F. Hoselitz, Sociological Aspects of Economic Growth, Glencoe, The Free Press, 1962, p. 148.
[5] R. Dumont, L’Afrique noire est mal partie, París, Editions du Seuil, 1962, pp. 7-8, 221 ss.
[6] F. Fanon, Les damnés de la terre, París, Maspero, 1961, p. 111 ss.