Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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un dispositivo de filtro respecto a la destinación jerárquica de las personas hacia las posiciones superiores en la división social del trabajo”. Tal diseño, en su conjunto, “persigue simultáneamente redimensionar la superestructura educacional preexistente al 11 de septiembre, y orientar ese sistema de enseñanza redimensionado hacia la conformación de una sociedad disciplinaria, que se estructura sobre la base de una rígida jerarquización de las posiciones sociales de clase y sobre el control absoluto de la clase dominante sobre los procesos de acumulación y creación sociales” (Brunner, 1979f: 50, 51).

      Con esas transformaciones “la educación está llamada a disciplinar al nivel básico; a seleccionar y filtrar al nivel medio, y a preparar, en el nivel superior, la capa de intelectuales y profesionales requeridos por el bloque en el poder para la conducción y el control de la sociedad; en el resto, se trata de que la educación se ligue estrechamente a las necesidades de las empresas” (Brunner, 1979f: 52).

      En suma, se trata de un diseño educacional, coherente con la perspectiva de constitución y mantención de una sociedad disciplinaria, que “se opone a los intereses más generales de la sociedad civil y a los intereses específicamente educativos de casi todos los grupos y clases que la integran. Se trata, en efecto, de un diseño carente de sentido nacional, y que subordina el desarrollo de la educación en Chile al modelo estrecho de dominación burguesa y de concentración de los procesos de acumulación y creación bajo la dirección del bloque en el poder” (Brunner, 1979f: 56).

      Frente a tal diseño, opone Brunner la lucha por democratizar el sistema de enseñanza, permitiendo la “reproducción ampliada de la creatividad social”, en “el horizonte del socialismo como proyecto de transformación cultural de la sociedad” (Brunner, 1979f: 58).

      En “Universidad, cultura y clases sociales” (1979d), Brunner aborda la transformación de la universidad en el mismo período, empleando su aproximación teórica, que vincula educación, clases, cultura y poder. Se apoya en investigaciones realizadas por Tomás Vasconi e Inés Reca, Ernesto Schiefelbein, Manuel Antonio Garretón y otros.

      Entre 1960 y 1973 las universidades chilenas experimentan un proceso de masificación: el número de estudiantes sube de 24. 000 a 145. 000 entre esos años. Se pasa de una retórica “clásica”, con apelaciones al saber superior y formación humanista, a una retórica modernizante, que invoca la democratización, investigación para el desarrollo y eficiencia.

      A esta transformación de la universidad va asociada la emergencia de una “nueva clase media, de profesionales, técnicos y empleados superiores del Estado, que ocupará un rol central en la organización de la cultura y, por ende, en la dirección de la sociedad en su conjunto”. “La cercanía de la nueva clase media con el Estado, y su dependencia parcial de él, contribuyen a moldear la conciencia social de ese grupo, dotándole de un marcado carácter funcionario reivindicativo y de una aguda percepción de constituir, por su propia posición en la sociedad, ‘la clase política’ del país” (Brunner, 1979d: 1, 2). Los partidos de centro (PR y PDC) y de izquierda (PS y PC) reclutan a la mayoría de sus cuadros dirigentes en ella y son ellos los que desempeñan las funciones de gobierno del Parlamento. La universidad es, así, un espacio de autoafirmación social y política.

      Tal como ocurre en general en el sistema educacional nacional, ese crecimiento de la matrícula universitaria responde principalmente a una demanda social antes que del desarrollo económico. Es un crecimiento universitario más bien “contra el mercado”, asociado al crecimiento de la clase media. Con ello se refuerza la “excentricidad de la universidad” con respecto al sistema económico-productivo y, en cambio, su centralidad para la organización de la cultura de compromiso. La universidad es un medio para la vocación hegemónica de las clases medias. “A través de la universidad, la nueva clase media –como clase política– se expresa frente y sobre la sociedad y aspira a convertirse en la conciencia de la nación” (Brunner, 1979d: 5).

      Desde esta perspectiva, en la interpretación de Brunner (1979d: 7), la reforma universitaria de 1967 y años siguientes, “se puede entender como un proceso mediante el cual la universidad elabora los conflictos de la sociedad y los vuelve a su favor, esto es, los traduce en función de la expansión y fortalecimiento de una nueva clase media”. A partir de 1970, sin embargo, la nueva clase media se fragmenta y toma partido entre los grandes bloques político-sociales en pugna; más que traducir esos conflictos, los internaliza.

      Bajo la dictadura y organización autoritaria de la cultura, la universidad es objeto de intervención, neutralización política, reducción de matrícula y control de sus procesos ideológico-culturales. Con todo esto, dice Brunner en 1979, “la universidad de la nueva clase media ha sido liquidada”. Ahora, una nueva organización, “de corte meritocrático, somete la enseñanza superior a los dictados del mercado, el control autoritario y la esterilidad de la purga ideológica”. Es una universidad con una “tremenda debilidad cultural, producto de una estrecha racionalidad subordinada al proyecto y al horizonte cultural del bloque en el poder” (Brunner, 1979d: 16).

      El artículo “Sociología de los principios educativos: un análisis de dos reformas de los planes y programas de la enseñanza básica chilena: 1965 y 1980” (1980j, 45 pp. ) es un texto que combina contenidos teóricos con análisis empírico y que conecta la transformación cultural general, de la que Brunner ha venido dando cuenta, con el cambio en la educación básica. Comenzó bajo la forma de un informe presentado a la Unesco con respecto a la reforma de 1965 a la Educación General Básica, a lo cual suma nuevos análisis que abordan la reforma de 1980. Finalmente, Brunner lo incluyó como capítulo del libro Cultura autoritaria (1981).

      Es un análisis detallado del orden educativo derivado de ambos tipos de programas. Para ello, Brunner considera dos principios básicos: (1) el principio pedagógico, esto es, “el tipo de transmisión cultural predominante [en el orden educativo y que] se refiere por lo tanto al proceso de comunicación educacional, a su organización institucional y la relación que se establece en ese proceso entre el educador y el educando”; (2) el principio integrativo del orden educativo, esto es, “el tipo predominante de contenidos transmitidos por el proceso de enseñanza [y] se refiere por lo tanto a los mensajes de la comunicación educacional, a su organización programática y a la relación que se establece entre contenidos educacionales y aprendizaje” (Brunner, 1980j: 3, 4).

      Cada principio es considerado por Brunner como una dimensión o eje y con ellos genera una tipología de órdenes educativos.

      Gráfico 1. Órdenes educativos, según principios considerados

      Cada tipo de orden educativo lo caracteriza en relación con diversos aspectos: roles comunicativos de profesor y alumno, control y orientación del proceso comunicacional, aprendizaje esperado, conductas favorecidas, y otros. Con ello, los órdenes educacionales correspondientes a ambas reformas quedan en zonas opuestas de tal tipología: el de la reforma de 1965 en el cuadrante A y el de la reforma de 1980 en el D.

      El orden educacional cuyas bases introduce la reforma de 1965 es llamado por Brunner orden de expresividad social. “La Educación General Básica es concebida por la reforma del 65 antes que nada como un poderoso medio de desarrollo personal y como un medio para la socialización del ethos democrático. En seguida, se la concibe como un medio para difundir las motivaciones, valores y actitudes que permitirían al individuo adaptarse y participar en la transformación de la sociedad” (Brunner, 1980j: 14). El orden educativo de 1965 corresponde a “la concepción ideológica –hegemónica y educativa– de una nueva clase media que en Chile se desarrolló bajo el impulso del Estado de compromiso […]” (Brunner, 1980j: 18). Tal Estado de compromiso

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