Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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en el sistema global. El establecimiento y la diseminación de políticas económicas neoliberales a lo largo y ancho del planeta, devinieron promotores de economías abiertas al llamado libre mercado, en favor de las inversiones y el comercio para las corporaciones transnacionales. Esto, aparejado a racionalidades políticas de minimización de los gastos sociales del Estado, liberación de regulaciones económicas y reducción de la democracia a sus dimensiones procedimentales, tuvo un efecto devastador en la vida de millones de afrolatinoamericanos.

      Junto a la exacerbación de las tendencias ya existentes para minar la propiedad sobre la tierra de agricultores pequeños y medios, la globalización neoliberal también promulgó la privatización y mercantilización de los recursos fuentes de materia prima como el agua y los bosques, que en varios territorios rurales de comunidades negras de la región eran propiedad social y/o habían sido ostensiblemente poco palpados por la lógica del capital. De este modo, subregiones habitadas por comunidades negras como la costa pacífica de Colombia y Esmeraldas en Ecuador, regiones ambas que luego de la colonización inicial habían sido relativamente abandonadas por el maridaje de Estados centrales y el gran capital y, por ende, tenían relativa independencia de ser recolonizadas por los capitalistas en busca de ganancias, se convirtieron en blanco de la explotación de la tierra, fuerza de trabajo y recursos naturales. Como resultado, desde la década de 1990 se produjo la emergencia en estos sitios de movimientos sociales que impulsan demandas en pos de la valorización de sus identidades, memoria y cultura como afrodescendientes en sus contextos nacionales, articulando proclamas contra los intentos de expropiar su tierra y explotar su fuerza de trabajo, mientras se movilizan a favor de la biodiversidad, la integridad ecológica y el derecho para permanecer en sus territorios ancestrales. Estos movimientos de autoafirmación afrodiaspórica, sobre todo en Colombia, Ecuador y Honduras, se acompañan con demandas ecológicas contra la apropiación de la tierra y en oposición a la expropiación de las comunidades por las corporaciones trasnacionales103.

      La proliferación de terrenos de lucha politizados que caracterizan los nuevos modos de hacer política, ganadas por los nuevos movimientos sociales en auge desde la década de 1980, abrieron el espacio político para los movimientos afrolatinoamericanos emergentes. Una coyuntura clave en la emergencia y articulación de los movimientos afrolatinoamericanos fue la Campaña Continental de 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular en 1992. Otro proceso crucial fue el camino hacia la Tercera Conferencia Mundial Contra el Racismo, organizada por las Naciones Unidas en Durban, Sudáfrica, en el año 2001, que marcó la elaboración de una agenda regional para los movimientos negros en América Latina y el Caribe. El proceso hacia Durban sirvió de mecanismo de articulación para construir redes tendientes al logro de mejor coordinación, y para discutir y negociar proyectos históricos y agendas políticas. Todo esto tuvo el efecto de ganar un sentido más claro y formas organizacionales para un movimiento hemisférico de afrodescendientes en Latinoamérica. El liderato afrolatino en la conferencia de Durban, a nivel tanto de Estado como de sociedad civil, a través de todas las Américas (incluyendo Estados Unidos y Canadá), le confirió a este esfuerzo un carácter afrodiaspórico muy particular, una suerte de articulación de Nuestra Afroamérica. Sin embargo, el período pos-Durban reveló tanto las limitaciones de organizar agendas políticas y proyectos históricos en el marco institucional imperante en el orden global, como las diferencias en el campo político afrolatinoamericano, como veremos en algunos de los próximos capítulos.

      El terreno y las opciones políticas (desde y en relación con) afrolatinoamericanos en la era de la globalización neoliberal, no fue solo guiado por los movimientos sociales desde las comunidades de afrodescendientes y las redes sociales, sino también por los estados nacionales y las instituciones transnacionales. Así, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo formulan políticas étnico-raciales y emiten reportes acerca del estado de los afrolatinoamericanos. De acuerdo con dichos reportes, los afrolatinoamericanos se cuentan entre las poblaciones más pobres de las Américas104. Las Naciones Unidas tienen un registro más antiguo en la promoción de investigaciones y en la propuesta de estrategias para afrolatinoamericanos. La cuenta regresiva se remonta a los programas de la Unesco en la década de 1950. Igualmente, algunas instituciones eclesiásticas como la Iglesia católica han emitido cartas pastorales y programas de desarrollo a favor de los afrolatinoamericanos105.

      En los escenarios nacionales también se han producido avances importantes en el período actual. La mayoría de ellos fueron resultantes del trabajo de los grupos y movimientos sociales negros de la región. En Nicaragua se aprobó una constitución en 1987 que reconoció derechos colectivos y autonomía étnico-racial, en gran medida a partir de las luchas de afrodescendientes e indígenas en la Costa Atlántica del país. En Colombia, la constitución de 1991 estipuló derechos culturales y sociales para los grupos étnicos, especialmente para comunidades negras e indígenas. Hubo un desarrollo similar en Guatemala, donde en 1994 la Constitución por primera vez situó a los Garífunas en el mapa étnico nacional junto a los indígenas. De un modo similar ocurrió en Ecuador, Panamá y Uruguay. En Cuba, un número de afrocubanos fueron estratégicamente ubicados en el Comité Central del Partido Comunista a principios de la década de 1990. En Brasil, a la organización del Movimiento Negro Unificado desde finales del decenio de 1970, le siguió la aprobación de una estrategia de Estado contra la discriminación a finales de la década de 1990. A partir de la década de 1990 se aprobaron estrategias nacionales contra la discriminación en los empleos y puestos públicos y se realizaron esfuerzos para promover el incremento de afrobrasileños en las aulas universitarias, así como en los cargos oficiales.

      Todo esto estuvo refrendado por las llamadas acciones afirmativas que se produjeron en el territorio norteamericano a partir de la gestión política afroestadounidense, incluyendo a afrolatinos. Inspirado por dichas acciones afirmativas se produjo un debate público en Brasil sobre si estas estrategias eran o no deseadas en el contexto brasileño106. Igualmente se produjo un debate acerca de la tierra y los derechos gubernamentales de los Quilombistas (nombre que se le da a las comunidades afrobrasileñas ancestrales, muchas de las cuales residen en antiguas sociedades cimarronas llamadas Quilombos107) en el contexto de cambio constitucional y de celebración del centenario de la abolición de la esclavitud en 1888. El debate sobre el Quilombismo del mismo modo reveló una tendencia ecológica en los nuevos movimientos sociales afrolatinoamericanos, al mismo tiempo que se promovieron asuntos políticos de importancia sobre continuidades históricas y reclamos por reparaciones que se extienden a toda la diáspora afroafricana, como analizaremos en el capítulo nueve.

      Uno de los fenómenos más importantes ha sido el crecimiento de las capas medias afrolatinoamericanas y, en particular, de la intelligentsia y las clases políticas, lo cual puede ser fundamentalmente atribuido a los efectos a largo plazo de las luchas por la democracia y la justicia social. A la vez, en el momento presente, desde la égida de la globalización neoliberal, se ha producido un incremento de la inequidad, la marginalización y pobreza, así como también el alza de un nuevo racismo contra los sectores subalternos afrodescendientes. Un sentimiento creciente de miedo como componente del sentido común étnico-racial imperante alimenta la política de envilecimiento y criminalización de los sectores socialmente marginados, especialmente en los centros urbanos. En países como Brasil, Colombia, Venezuela y los Estados Unidos, muchos de los miembros de las así llamadas clases peligrosas son negros. Una importante forma de autoafirmación y autovalorización desde las trincheras de las culturas jóvenes de estos espacios afrodiaspóricos es la cultura del hip hop, originalmente un producto transdiaspórico de afrodescendientes de los espacios urbanos subalternos en los Estados Unidos, pero que ahora constituye un movimiento juvenil mundial. En Brasil y en Cuba, muchos raperos se autodefinen (sobre todo en la década de 1990) como un movimiento afrodiaspórico y como una crónica de la vida en los sectores marginales de la sociedad108.

      La conciencia y organización transnacional afrodiaspórica también se manifiesta en las redes subregionales y hemisféricas, y en las agrupaciones de mujeres afrolatinoamericanas y caribeñas. Algunas reuniones de mujeres afrolatinas y afrocaribeñas

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