Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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momento Estados imperiales o Estados coloniales y todos están imbricados en las jerarquías de poder político y económico que establecen las divisiones de riqueza, poder y reconocimiento en el mundo. En este sentido, además de ser Estados capitalistas, son Estados raciales y Estados patriarcales, en la medida que son ensamblajes institucionales que consagran y reproducen la dominación racial y patriarcal122.

      El segundo eje de la colonialidad del poder es el de la dominación patriarcal definida por jerarquías de género y sexualidad. A diferencia de la dominación étnico-racial, el patriarcado es anterior a la Modernidad capitalista. El poder patriarcal se redefine una vez articulado al capital en relación con las jerarquías étnico-raciales123, con el orden geopolítico global y las nuevas formas de subjetividad y colonialidad del saber que emergen con el patrón de poder moderno/colonial. Es importante analizar fenómenos como la división sexual capitalista del trabajo a escala mundial, a la vez que es necesario entender cómo los discursos de género y sexualidad configuran el Estado, los imperios y las estructuras moderno/coloniales de conocimiento124.

      El analizar la división sexual del trabajo hoy día implica mirar procesos de feminización de proletariados periféricos, como es el caso de las maquiladoras en México, mientras leer las lógicas imperiales de género apunta hacia ver las celebradas conquistas de guerra como un modo de afirmación de la supuesta superioridad de la masculinidad blanca eurodescendiente, representada en los Estados imperiales y sus agentes ejecutivos125. La proliferación de feminicidios en lugares habitados mayormente por mujeres negras de sectores subalternos como Buenaventura en Colombia y por indígenas-mestizas de la clase trabajadora como en Ciudad Juárez, en México, son muestras dramáticas de la concatenación de la violencia étnico-racial con la violencia sexual.

      Si miramos la imagen ideal del sujeto soberano occidental veremos un hombre blanco, europeo o eurodescendiente, propietario, letrado, padre y marido heterosexual. La soberanía de dicho sujeto, al cual podríamos añadir el adjetivo imperial, radica precisamente en el entrecruce de su definición étnica y racial, su carácter de clase, su género y sexualidad, con el capital simbólico y cultural devengado por su posesión y maestría de la civilización occidental. Esa concepción de la subjetividad, expresa en las categorías del sujeto trascendental de Kant, el sujeto histórico de Hegel y la figura del ciudadano en el discurso democrático de la Revolución francesa, es sustentada, sin así reconocerlo, por la ideología de la inferioridad de las supuestas razas menores, que se enlaza con la supuesta superioridad de hombres sobre mujeres.

      En las jerarquías universales del ser inventadas en los discursos eurocéntricos y occidentalistas, un hombre negro de las clases subalternas se localiza en un lugar de mayor subordinación que una mujer blanca de las burguesías. Mas no se trata de establecer un orden preferencial de determinación o una vara para medir la opresión, sino de analizar las formas históricas de articulación de los diferentes ejes, formas y mediaciones de la colonialidad del poder, es decir, se trata de mapear las cadenas de la colonialidad. Al discurso crítico de la matriz de poder moderna/colonial en todas sus facetas que corresponde con una praxis de acción colectiva que constituye una política de liberación contra las cadenas de colonialidad y opresión, se le llama feminismo descolonial como veremos a través de todo este volumen.

      El tercer eje que postulamos de manera heurística para explicar la colonialidad del poder es el de la dominación étnico-racial y cultural. Cabe reiterar que no se puede entender la diferenciación y estratificación de la explotación del trabajo y la apropiación de la riqueza a nivel global, sin verlo como un proceso a largo plazo de racialización del planeta, lo que implica un proceso de largo arco, de inversión de sentidos y estratificación racial, de sus cuerpos, culturas, historias, sujetos, saberes y territorios126. ¿Cuál es la importancia de la identificación, clasificación y estratificación racial dentro del patrón de poder moderno/colonial que discutimos? La idea misma de raza y, por ende, el discurso racial y los regímenes racistas son principalmente un producto histórico de la colonización de las Américas y un elemento central en la constitución del sistema Atlántico como centro nodal del sistema-mundo moderno/colonial capitalista. Aquí el argumento principal es que la creación europea de categorías de clasificación racial en conjunto con la emergencia de jerarquías raciales ligadas a la explotación del trabajo, la apropiación de la tierra y la desvalorización de la memoria y la cultura de los sujetos racializados y colonizados son pilares fundamentales del nuevo patrón de poder127.

      Quijano argumenta que la diferentia específica de la colonialidad es la invención de la idea de raza como principio de clasificación que orienta las relaciones de poder en la Modernidad capitalista. En este sentido, el concepto de colonialidad enfoca en la centralidad de los discursos raciales en la formación de la economía-mundo capitalista, en la hegemonía occidental (en lo geopolítico y en el liderato moral e intelectual) y en los modos de identificación e intersubjetividad que en conjunto constituyen las constelaciones modernas de poder y saber. La colonialidad en este sentido también significa la división entre Occidente y sus otredades (la africanía, lo amerindio, Oriente, el Caribe, etcétera)128 como un sustrato material y discursivo que corresponde a los modos de dominación, los regímenes de explotación del trabajo, las estrategias de gobierno, las pretensiones civilizatorias, las formas culturales, las lógicas y categorías de conocimiento que priman en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.

      La “conciencia planetaria” y el alegado cosmopolitismo universalista (en realidad un particularismo europeo con pretensiones universales) del discurso occidental de la Modernidad, produjo y se sustentó en la clasificación jerarquizada de geografías, memorias, culturas y cuerpos. En la Modernidad temprana, en el llamado Renacimiento, este proceso se ha catalogado como “la colonización del imaginario”, es decir, la colonización de las concepciones hegemónicas de tiempo, espacio y subjetividad129. En la denominada Ilustración europea se generalizó el aparejamiento de la voluntad imperial del poder con la voluntad occidental del saber, lo que dio pie a las clasificaciones universales de las especies humanas, de fauna y flora, que fundamentaron la formación cognitiva que llamamos racismo científico como pilar de lo que David Goldberg caracteriza como las culturas racistas de la Modernidad. Uno de los hitos de este logos imperial es lo que el filósofo africano Emmanuel Chukwi Eze define como el color de la razón, para analizar tanto los enunciados llanamente racistas de filósofos como Kant y Hegel, como las lógicas raciales de las concepciones de ciencia, razón, ética, estética, gobierno y espiritualidad que definieron la supuesta civilización occidental como superior al resto del planeta.

      Estas epistemes (en el sentido de cosmovisión vinculada a una estructura de dominación) occidentalistas, se fundamentan en una concepción del Hombre que, como bien argumenta Sylvia Wynter, constituye un sujeto imperial, concebido como superior a un entramado de otredades-sujetos coloniales, mujeres, homosexuales, campesinos, trabajadores, niños. Dicha estructura mental correspondiente con procesos de expansión del capitalismo eurocentrado y con el nacimiento de los imperios europeos con la pretensión de ser “los señores de todo el mundo”, fue la fuente histórica de los discursos raciales y de las culturas racistas modernas que articulan jerarquías de color o pigmentocracia con valorizaciones desiguales de cultura, civilización, religión, geografía, conocimiento e idioma.

      En resumen, la categoría raza, las formas jerarquizadas de clasificación racial, y los regímenes de dominación racista que le acompañan, son pilares fundamentales de la colonialidad del poder y el saber. Las jerarquías raciales son definidas de forma ambigua e inestable, a partir de criterios múltiples que pueden ser fenotípicos, culturales, religiosos, ecológicos, gnoseológicos y lingüísticos. Es así que esquemas universales occidentalistas como “la gran cadena del ser” (del Medioevo a la Modernidad) comenzaron a dividir las poblaciones del planeta en razas-civilizaciones como “caucásicas”, “asiáticas”, “etíopes” y “amerindias”, deslindando jerarquías en la evaluación de las supuestas etapas evolutivas, los niveles o carencia de humanidad. En la significación de los discursos raciales, el referente universal que sirve

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