Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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varios debates sobre la temporalidad histórica y el carácter de la categoría raza. Hemos argumentado que las lógicas, discursos, clasificaciones y estratificaciones raciales son productos modernos134. En la larga duración de la Modernidad capitalista se ha postulado dos lógicas en la conformación de las razas como categorías históricas: una lógica naturalista, en la cual las denominadas razas se entienden como especies naturales de corte biológico y, por ende, tienden a predominar las calificaciones fenotípicas, de ancestralidad, y geográficas; y una lógica historicista, en la que priman los criterios culturales y conductuales para las adscripciones raciales135. Los discursos raciales y las prácticas de racialización han tendido históricamente a poner el acento en una de las dos lógicas. Por eso el naturalismo del racismo científico del siglo XIX y el historicismo de los llamados neorracismos de Europa y los EE.UU. hoy día. En la práctica, los procesos de racialización y las significaciones raciales tienden a combinar ambas lógicas.

      La categoría “raza”, en tanto que forma de clasificación y estratificación fundamentada en la naturalización y jerarquización de la diferencia, se puede trazar temporalmente en la acusación de falta de “pureza de sangre” usada contra judíos y moros en la península ibérica medieval, donde el criterio principal de clasificación era la naturalización de lo religioso, lo cual después se elaboró con otros marcadores de alteridad como fenotipo y cultura en un sistema a escala planetaria en el contexto de la emergencia del sistema Atlántico con la conquista de América, la institucionalización de la trata negrera y la esclavitud de plantación y la conversión del mundo en un terreno de luchas geopolíticas y de dominación cultural por parte de los imperios europeos, todo esto ligado a la incipiente dominación del capitalismo a escala global136.

      Como bien argumentó Du Bois (1940), la raza es un significante abierto que adquiere significados diversos en tiempo y espacio. En esa clave, la raza es un significante flotante, cuyas significaciones varían de acuerdo con las ideologías raciales y sus articulaciones con procesos de economía política, hegemonía cultural, políticas de Estado, acciones colectivas y luchas subalternas. Lo que da definición particular a lo racial son las lógicas de naturalización y jerarquización que en ese sentido han racializado consistentemente desde el largo siglo XVI a sujetos, cuerpos, culturas y territorios a través del planeta. Dichos procesos de racialización, o sea de inversión de contenidos y sentidos raciales, se efectúan en relación con la significación de superioridad ética, estética, cognitiva, gubernamental, espiritual y material a una supuesta civilización occidental que se asume “blanca”.

      Paradójicamente, una de las razones principales por la cuales la raza persiste como una categoría clave de clasificación y estratificación, es su carácter camaleónico, su capacidad de adaptación y redefinición, de adquirir sentido y relevancia de acuerdo con el contexto. El carácter contextual de la raza, en tanto que categoría histórica, no debe negar su definición básica como modo de clasificación jerarquizada de cuerpos, poblaciones y territorios, a partir de una esencialización y naturalización de las diferencias y desigualdades. El hecho de que la raza es una construcción histórica tampoco debe negar su existencia social, su ontología y materialidad como discurso que configura identidades e influye de manera significativa en las condiciones de opresión y, por ende, en las gestas de liberación y en posibilidades de vida o muerte. La racialización es un factor importante para determinar procesos y relaciones en una infinidad de espacios sociales, desde donde vives y trabajas, si estas libre o en prisión, hasta con quienes estableces relaciones íntimas y familiares137.

      En nuestro quehacer colectivo para una analítica de la racialidad, los sociólogos Omi y Winant han contribuido con conceptos clave como formación racial y proyecto racial, que aquí adoptamos con sentidos y contenidos nuestros. Omi y Winant acuñan el concepto de formación racial para argumentar que raza es una categoría histórica fundamental, formativa de la modernidad, de sus estructuras económicas y políticas, procesos culturales, maneras de constituir sujetos e identificar personas. En ese sentido, raza es irreducible a otras categorías, a contrapunto de ciertos marxismos que le reduce a una ideología derivada de las clases sociales, o a vertientes de la antropología en las que etnicidad es entendida como real y raza vista como ficticia. Por eso, la categoría raza, o dicho de otra manera, lo racial, se conceptualiza como un proceso que integra tanto ideologías, significados e identidades raciales, como estructuras económicas y políticas. En esta clave, la categoría raza es un complejo inestable y descentrado de significados sociales que son transformados constantemente por las luchas políticas.

      Dicha definición de raza deposita un centro mayor en las prácticas de significación que en los procesos estructurales, a pesar de plantear que la racialización se efectúa en la interface entre la producción de sentidos e identidades y las estructuras de distribución de poder y riqueza. El sociólogo Eduardo Bonilla Silva argumenta que la perspectiva de formación racial de Omi y Winant “no explica por qué la raza es una categoría social vital” debido a su carencia de explicación estructural, lo que les lleva formular una “teoría incoherente, inestable y dependiente de los proyectos raciales dirigidos por la élite”. Concordamos con la crítica de Bonilla Silva y con su concepto de “sistema social racializado” como “sociedades en las que los niveles económicos, políticos, sociales e ideológicos están parcialmente estructurados por la ubicación de los actores en las categorías raciales o razas”. Esta es una de un repertorio de categorías, como su tipología de ideologías raciales, después de la era de las luchas por los derechos civiles en los EE.UU. y el concepto de gramática racial, como veremos más adelante138.

      A contrapunto de Omi y Winant, que conciben la racialización como “la extensión del sentido racial de una relación previamente racial no clasificada, práctica social, o grupo”, Bonilla Silva (2001) entiende la racialización como un proceso que “forma una verdadera estructura”, en el que “los grupos racializados son jerárquicamente ordenados”, y en el cual “las relaciones sociales y prácticas emergen para ajustarse a la posición de los grupos en el régimen racial. Bonilla Silva argumenta que las razas “son el efecto de prácticas raciales de oposición” y que, por ende, “la lucha racial es la fuerza motriz fundamental de cualquier sistema social racializado”. Integrando las críticas y contribuciones de Bonilla Silva, elaboramos los conceptos de formación racial y proyecto racial en nuestra analítica.

      El concepto de formación racial tiene resemblanza familiar con los de formación social y formación de clase, que provienen de la sociología histórica de corte marxista139. En esta clave, tanto las clases como las razas, son formaciones sociales que constituyen dimensiones particulares de los escenarios sociales que están articulados con otros; por eso entendemos las formaciones raciales como ligadas a las formaciones de clase. Sin embargo, las metodologías para estudiar las clases como formaciones históricas se han desarrollado y aplicado más que la sociología histórica de las formaciones raciales. Es decir, las analíticas de la racialidad han de elaborar más los criterios para la investigación histórica de cuáles son los factores, las prácticas, ideologías y las mediaciones de poder político y economía-política que configuran los procesos de formación racial140.

      Una premisa principal de todos los análisis en las formaciones de clase es que ni el papel en las relaciones de producción, ni la posición en la división social del trabajo, son suficientes para la formación de clase, porque ello depende de las condiciones estructurales y de la agencia histórica de las/los sujetos. En el discurso crítico del marxismo esto se ha definido como la diferencia entre la clase-en-sí (posiciones estructurales) y la clase-para-sí (clase como formación histórica). Entonando ese son, en la introducción de su libro sobre las formaciones de la clase trabajadora, Katznelson plantea “cuatro dimensiones entrelazadas de teoría e historia” (estructura, estilos de vida, disposiciones y acciones colectivas) como criterios para investigar formaciones de clase obrera (

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