Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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análisis político-económico y la interpretación cultural, la interacción de fuerzas (locales, nacionales y transnacionales), la importancia social de las coyunturas críticas y la agencia histórica afrodescendiente189. En este esquema analítico, se conceptualizan las formaciones étnico-raciales como un campo complejo y un terreno de contiendas marcado por “significados de raza constantemente cambiantes y en tensión con otras estructuras sociales” (Sawyer, 2009). En este sentido, la política étnico-racial se entiende como un proceso determinado estructuralmente, a la vez que abierto a la contingencia histórica, una arena en disputa mediada por procesos estructurales tales como formaciones estatales, proyectos raciales y poderes imperiales, siempre efectuados en la amplia gama de luchas que componen los escenarios cotidianos de las relaciones de poder.

      El concepto mismo de ciclos de raza significa una temporalidad dinámica en la que un escenario central es la relación entre el Estado racial y los movimientos negros como impulsores del flujo y reflujo histórico entre momentos de crisis y convulsión social, seguidos por momentos de equilibrio en la dominación y la hegemonía190. Entiendo los ciclos raciales dentro de un marco analítico, por un lado ligado a una perspectiva histórico-mundial de movimientos sociales negros como fuerzas antisistémicas, para así enmarcar la política afroamericana en panoramas más amplios de poder, y de otro lado, vinculado a un acercamiento político-cultural con los movimientos sociales como campos de producción de identidad, formación de comunidad y articulación de políticas culturales191. Un desarrollo completo de esta tesis está más allá del alcance de este capítulo, pero creo necesario presentar algunas ideas básicas para elaborar mi argumento en este escrito. La analítica en su complejidad ha de ser demostrada a través de todo el libro. Aquí comenzaré con una periodización de los movimientos sociales negros y su importancia central, tanto en los períodos de crisis como en los procesos de reestructuración en la historia del sistema-mundo moderno/colonial capitalista192.

      Podemos identificar cuatro ciclos principales de la política negra en el continente americano que corresponden con coyunturas histórico-mundiales críticas, es decir, de crisis y restructuración en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista. Entendemos estos ciclos como momentos de excepcional vigor y efervescencia en el accionar colectivo, la organización política, la producción intelectual y la creación cultural de comunidades, corrientes y movimientos afrodescendientes. No son períodos en rigor porque no constituyen la totalidad del quehacer histórico de las diásporas africanas, así que de ninguna manera estamos reduciendo la totalidad del accionar político, cultural e intelectual afrodiaspórico a estas coyunturas193.

      El primer momento alcanzó su punto álgido en la ola de revueltas de esclavizados en el siglo XVIII, cuyo punto culminante fue la Revolución haitiana (1791-1804) que marcó el nacimiento de la política negra como dominio explícito de identidad y derechos, y como proyecto de emancipación. Las revueltas modernas de esclavizados fueron el pilar de una acumulación de luchas que constituyeron la primera ola de movimientos antisistémicos en la Modernidad capitalista194. Las resistencias de esclavizados, que incluyeron variados repertorios de acción, desde hacer más lenta la producción y envenenar la comida del amo, hasta el cimarronaje, las revueltas masivas y la Revolución haitiana, son tan antiguas como la esclavitud moderna, pero sus efectos combinados y acumulados adquirieron el carácter de movimiento antisistémico hacia el cambio de siglo entre el XVIII y XIX. Esa fue la época que el historiador Eric Hobsbawn (1996) llamó “Era de la Revolución”, aunque junto a la mayoría de la historiografía solo reconoció a la guerra de Independencia de las Trece Colonias que constituyeron los Estados Unidos y a la Revolución francesa como las gestas de la época, apenas registrando el significado histórico de la Revolución haitiana.

      A contrapunto, sostenemos que la Revolución haitiana fue la más profunda de la época, tanto en intención como en logros, dado que derrotó la esclavitud y el colonialismo francés, a la vez que inauguró la política del poder negro en el escenario histórico moderno/colonial195. La gesta haitiana tuvo grandes repercusiones en todo el continente americano, inspirando las resistencias de esclavizados, como también de negros libres y mulatos y exacerbando los miedos de los amos y los imperios. Tocando ese tambor, la Revolución haitiana, al representar la invención de la descolonización como forma política, inspiró el resto de las gestas de independencia del resto del continente que ahora conocemos como América Latina. Las políticas contra el racismo y por la humanización de los sujetos de la africanía tuvieron expresión epistémica en la obra de intelectuales afrodiaspóricos como Ottobah Cugoano y Antenor Firmin, que escribieron tratados contra el colonialismo y el racismo a contrapunto del sentido común de los discursos filosóficos y el pensamiento político de la época196.

      Las narrativas de ex-esclavizados como Francisco Manzano, Olaudah Equiano y Frederick Douglass; la literatura de escritores afrodescendientes como los poetas Candelario Obeso en Colombia y Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés) en Cuba, constituyeron un cuerpo de escritura del cosmopolitismo afrodiaspórico de los siglos XVII y XIX197. Caracterizamos este período como el primer gran momento de luchas por la liberación negra, la aparición de una política de la solidaridad entre negros e indígenas por la emancipación y de las concepciones vernáculas negras de democracia y libertad198. El movimiento abolicionista debe considerarse como el primer movimiento social a favor de la justicia, la equidad y democracia199. En resumen, esta coyuntura histórico-mundial de cambio sistémico marcó el surgimiento de la política racial negra en el continente americano y en la diáspora africana global.

      El segundo momento de política y pensamiento de la africanía (aproximadamente de 1914 a 1945) puede situarse sacando al relieve la primera y segunda guerras mundiales europeas, las revoluciones rusa y mexicana y la gran “depresión de los años treinta”. Fue un momento de consolidación de los movimientos políticos, culturales e intelectuales negros en todo el Atlántico, que configuró una suerte de cosmopolitismo de la africanía que sigue vigente en la época actual (Edwards, 2000). Este es el período del surgimiento del panafricanismo como un movimiento transnacional de gran envergadura e influencia, a pesar de todas sus diferencias y contradicciones (James, 1938/2009).

      Es el tiempo de apogeo de la Asociación Universal para el Mejoramiento Negro (UNIA), que continúa siendo una de las más numerosas organizaciones transnacionales en la historia de la diáspora africana. Desde otro ángulo, fue la época del nacimiento del marxismo negro como corriente intelectual y del socialismo negro, como movimiento político, liderada por figuras como Harry Haywood y Claude McKay en la Tercera Internacional, y C. L. R. James en la Cuarta Internacional. En América Latina y el Caribe se destacan el afrocubano Sandalio Junco, quien fue pionero del trotskismo antirracista, y de Diego Luis Córdoba, quien fue el primer afrocolombiano electo a la Asamblea Nacional y que lideró una perspectiva de socialismo negro en el Partido Liberal. El marxismo negro tuvo una versión feminista que denunció la triple opresión de la mujer afroamericana como trabajadora, mujer y negra, como continuidad de vertientes de afrofeminismo que se han trazado desde el siglo XIX200. El afrofeminismo no se limitó a su versión marxista, como se demuestra en la militancia antirracista por la democracia radical de Ida B. Wells.

      En el ámbito cultural, fue el período de la política cultural modernista negra del Renacimiento de Harlem, de la aparición de las vanguardias estético-políticas en Brasil y Cuba, que fundamentaron sus creaciones en las formas culturales afrodiaspóricas, y del surrealismo negro que fue parte del movimiento denominado Negritude en la zona francófona de la diáspora africana (Francia, África y el Caribe) que articularon sus propias redes de cosmopolitismo negro con sus proyectos de descolonización y liberación. Este mundo afrofrancófono fue el universo histórico que produjo figuras intelectuales y políticas de envergadura mundial como Aimé Césaire y Frantz Fanon. Esta es la era en que se fundaron las primeras organizaciones políticas nacionales afroamericanas, el Partido Independiente de Color en Cuba (1908-1912), otro partido

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